Después de varios
días, Ecuador continúa convulsionado por un levantamiento popular protagonizado
especialmente por las comunidades indígenas y otros sectores populares, desde
trabajadores hasta jóvenes estudiantes. El gobierno de Lenín Moreno ha
respondido con represión, toques de queda y estado de excepción, asesinando
hasta ahora a cinco personas, hiriendo a miles y deteniendo a centenares.
Además hay denuncias de desapariciones, de ataques a periodistas e intervención
estatal de medios de comunicación. Se hace urgente ponerse del lado de la gente
movilizada y llamar a detener la brutal represión, tanto en Quito como en
diversas regiones del país, a favor de la más absoluta libertad de
manifestación.
Este estallido desde
abajo comenzó con la decisión del gobierno de aumentar el precio de los
combustibles, parte, junto a la reforma laboral, de un “paquetazo” de medidas
impopulares a tono con las instrucciones del FMI. La gran mayoría de la
población ecuatoriana se siente defraudada y damnificada por este saqueo. La
impulsa la defensa de su dignidad y la demanda de mejores condiciones de
existencia.
Está siendo
sorprendente la fuerza de estas movilizaciones, que incluso han provocado que
el gobierno nacional se traslade de Quito a Guayaquil. No sólo las medidas
represivas no detuvieron la marcha de las comunidades hacia la capital sino que
–en diversos puntos– los manifestantes hacían retroceder a las fuerzas represivas.
En algunos casos, en el interior del país, los militares se solidarizaron con
las movilizaciones.
Todo esto demuestra
el claro fracaso de los proyectos políticos en Ecuador. Muchos se olvidan de
que Lenín Moreno fue compañero de ruta y vicepresidente de Rafael Correa, quien
capitaneó la variante populista ecuatoriana del hoy muy debilitado fervor
político-democrático continental (de hecho, Moreno había sido ungido también
por el chavismo). La relación entre uno y otro se quebró más temprano que tarde
pero también hay continuidades entre ambos: hace años que las comunidades
indígenas, por ejemplo, habían roto con Correa por su fomento de la minería
contaminante y hasta el día de hoy aclaran que nada tienen que ver con el ex
presidente ni tampoco con el actual. El fracaso de Lenín Moreno –que implementó
algunos cambios tendientes a poner “orden” a nivel social y un mayor ajuste en
lo económico– demuestra que la política democrática tiene cada vez menos
márgenes para alcanzar una cierta estabilidad y tranquilidad para las minorías
opresoras.
Por ahora, los puntos
de referencia de las movilizaciones vienen siendo el Frente Unitario de
Trabajadores (FUT) y, sobre todo, la Confederación de Nacionalidades Indígenas
de Ecuador (CONAIE). Por sus antecedentes, estas organizaciones pueden jugar en
breve un rol de contención de las movilizaciones o contribuir a una salida
política consensuada. Por lo que sabemos, hasta el momento no emergen fenómenos
de autoorganización o de conformación de asambleas para que los protagonistas
elijan, de manera independiente y desde abajo, los pasos a seguir, lo cual
puede representar un freno para el movimiento. La contundencia de las
movilizaciones es tan grande como la incertidumbre sobre el desenlace de estas
jornadas, que concitan toda nuestra atención y solidaridad. Ellas representan
un nuevo ejemplo de emersión humana por la dignidad y la justicia frente a la
brutalidad de los Estados y las mentiras y trampas de los gobiernos.