La difusión del Covid-19 acrecienta el
sufrimiento de los sectores populares en América Latina, ignorados por los
poderes políticos y económicos que solo velan por sus propios intereses. En
Chile cientos de personas de las periferias pobres de Santiago y Valparaíso
salieron a las calles a denunciar que el gobierno no está cumpliendo con la
distribución de alimentos que prometió, siendo respondidos con represión
policial y numerosas detenciones. Estas manifestaciones fueron acompañadas en
otros barrios por cacerolazos, los cuales fueron en rechazo de la
insensibilidad de los políticos.
No sorprende que, en estos tiempos de
pandemia, sea en Chile donde ocurra una de las primeras protestas más
concentradas y visibles en Sudamérica. Justamente el lunes se cumplieron siete
meses del estallido de un proceso de lucha, muy extendido y contundente en sus
formas pero bastante limitado en sus contenidos y en su proyección
independiente. De hecho el presidente Sebastián Piñera lo estaba desactivando
mediante promesas de reforma constitucional, aprovechándose también del actual
confinamiento obligado de la población. La desesperación de amplios sectores
sociales en un país tan surcado por desigualdades e injusticias plantea un
nuevo escenario de posibles expresiones caóticas de exigencias populares
legítimas impulsadas por el deseo de una vida digna.
I.R.