En los medios
escuchamos decir que en poco tiempo empezaremos una nueva fase del aislamiento.
¿Qué significa esto? Por un lado, no olvidemos de que se trató de una medida
necesaria pero que por nada del mundo absuelve a los poderosos de las enormes
responsabilidades que tienen en la situación de emergencia que vivimos; e
incluso ha creado nuevas situaciones de riesgo. Por otro, sabemos que las
motivaciones para “alivianar” el encierro están ligadas fundamentalmente a la
necesidad de dar respuesta a sectores empresarios. Pensemos, por dar un
ejemplo, en la insistencia de la televisión y de los sponsors para que vuelva
el fútbol, mientras se considera prohibido ir a trotar a un parque. Si
realmente las preocupaciones fueran otras, no hubieran dejado por días a la
Villa 31 sin agua en tiempos de coronavirus, y de esto es responsable todo el
Estado nacional.
Lo que es probable es
que esta nueva fase exija cada vez más un pensamiento sobre la vida por parte
de las personas y la necesidad de responsabilizarse por ella. Aprendiendo a
hacerlo, sabiéndose parte de la naturaleza e inseparablemente ligadas y ligados
los unos a los otros, aquí y allá, en cualquier parte del mundo. Reconociendo
nuestra afirmatividad electiva y orientándola en base a los recursos íntimos de
los que disponemos por el bien propio y de los demás, superando la
superficialidad y la ignorancia sobre nosotros mismos a las que nos someten (y
a la que nos adaptamos).
Los cuidados
cotidianos a los que estamos llamados para preservarnos y preservar a nuestros
seres queridos serán más eficaces si van acompañados por una reflexión,
preferiblemente junto a otras y otros, acerca de quiénes queremos ser y qué
vida queremos. La emergencia no nos debe llamar necesariamente a ir más rápido
pero sí más en profundidad. A asumir quiénes son los que históricamente y en
primer lugar ponen en riesgo la vida y denunciarlos: los Estados y sus
instituciones, los poderosos de toda calaña. A tomar conciencia de un posible
compromiso independiente con respecto a aquellos por el mejoramiento en común,
con y por las y los que más sufren, afrontando y distanciándose de las miserias
sociales que también brotan desde abajo. Este es el protagonismo que elegimos
desde hace años pero que hoy estamos renovando y enriqueciendo cotidianamente
junto a quienes buscan agregarse para dar respuestas a sus exigencias de ser en
común sin caer en los criterios asociativos de la normalidad cotidiana que
tanto daño hacen.
La Redacción
18/05/20