Villas y coronavirus: Miserable es el Estado


El drama humano que se vislumbra en las villas miserias y asentamientos del país –donde viven más de tres millones de personas– por causa del Covid-19 desnuda la desidia y la ignorancia que tiene el Estado sobre la sociedad y, en particular, sobre los más vulnerables. No les importa, y no los conoce.
Frente a la pandemia, el gobierno nacional decretó un “aislamiento social preventivo y obligatorio” imposible de cumplir en estos barrios por sus inhumanas condiciones de existencia. Gracias a la denuncia de organizaciones solidarias se percató de la necesidad de protocolos específicos, que nunca aparecieron. Recién con los primeros contagios llegaron los testeos, ayer se realizaron en la Villa 31 (CABA). De 50 mil vecinos que viven allí hisoparon solo a 39, encontrando nueve infectados. Los criterios para realizar los test fueron absurdos, los mismos que usan en cualquier otra circunstancia: la presencia de síntomas o haber tenido contacto estrecho con personas infectadas. ¿Sabrán los funcionarios qué significa el “contacto estrecho” en estos barrios, en los cuales viven familias enteras en una misma habitación y miles de personas transitan cotidianamente por ínfimos pasillos? Peor aún fue el cierre de jornada: el gobierno dispuso trasladar a hoteles y hospitales a aquellos casos confirmados y sospechosos… en los mismos micros. El resultado de esta supuesta “campaña sanitaria” es fatalmente previsible.
Pero el derrotero de lo absurdo continúa. Los vecinos de la Villa 31 no cuentan con agua potable desde hace días, indispensable para la higiene y prevención de contagios. Frente a esta situación ya miserable, al gobierno de la Ciudad se le ocurrió una brillante idea: enviar camiones cisterna apostados en la entrada del barrio. ¿Resultado? Centenares de personas amontonadas durante horas para conseguir su ración, creando un potencial foco infeccioso. Pero el magistral plan no finalizó allí. Aysa repartió bidones de 20 litros por vivienda, pidiendo encarecidamente “conservarlos y hacerlos durar” hasta un nuevo reparto. ¿Consecuencia? Hoy hay centenares de litros de agua limpia estacionada dentro de las casas, un caldo de cultivo para la reproducción del mosquito del dengue, que ya tiene 6 mil contagiados en CABA. Si no fuera por el compromiso solidario de personas que buscan, como pueden y de manera parcial, enfrentar la emergencia, la situación sería más dramática. Desidia, ignorancia, desprecio por la vida de los más vulnerables. El Estado es el miserable.

Ana Gilly
06/05/20