Digámoslo claro: la flexibilización de
las medidas de confinamiento que anunció el gobierno no obedece a ninguna
cuestión sanitaria sino a razones políticas y económicas. La pandemia de
Covid-19 sigue desarrollándose a escala global, con realidades muy complicadas
en EE.UU. y el cercano Brasil, mientras que el virus amenaza con extenderse más
aún por India y el continente africano. Argentina no es la excepción en este
cuadro porque el número diario de contagios sigue siendo elevado.
De golpe y porrazo, la responsabilidad
para enfrentar una situación que sigue siendo delicada pasa a las manos de la
gente. Sin embargo, debemos decir que, para elegir y decidir mejor, para ser
más responsables individual y colectivamente –además de serlo en nuestras
relaciones– precisamos información (la buena, no la que surge del reino
cibernético de las fake news). Ser conscientes de la verdad. Y lo cierto
es que los Estados y los gobiernos son maestros del ocultismo y el engaño.
Quizás esto más se perciba en los gobernantes rabiosamente “negacionistas”
(como Trump o Bolsonaro) pero es un rasgo común a todos los Estados y a las
instituciones sistémicas, nacionales e internacionales, dispuestas a seguir
escondiendo sus propias responsabilidades en el estallido y la difusión de la
pandemia.
Extrememos los cuidados. Para ello, es
necesario saber que hay en curso una escalada represiva policial-estatal que,
en estos meses de confinamiento, se llevó más vidas que en un año entero. A
propósito de ocultamientos, Alberto Fernández y los gobernadores nada dicen
sobre el aumento del “gatillo fácil” y la desaparición de Facundo Astudillo
Castro. Seamos cuidadosos de la salud. Tanto mejor lo haremos si sabemos que no
es cierto que las y los trabajadores, tanto los “esenciales” como los demás,
tienen todo garantizado y van y vienen en completa seguridad sanitaria.
Es necesario activar la conciencia con
especial atención porque hay peligros y riesgos latentes, que no menguarán
mágicamente, en primer lugar la difusión misma del virus: no hay que bajar la
guardia. No podemos confiar y delegar en los Estados, en los gobiernos y en las
patronales que se mueven según sus propios criterios e intereses, mezquinos e
instrumentales. Tampoco justificar la irresponsabilidad de muchas personas
comunes. La mejor forma de superar la emergencia juntos (y de contrarrestar las
irresponsabilidades que existen) es asumir criterios independientes y más
humanos, basados en el convencimiento de que nuestro cuidado favorece y se
amplifica con el bienestar de los demás. Esto requiere, y también nutre, una
consciencia más rigurosa y atenta, una idea más humana e íntegra, de nuestro
ser en común, a probar, experimentar y teorizar. Es el camino que ofrecemos y
estamos ante una muy buena oportunidad de seguir ensayándolo y ponerlo a
prueba.
La Redacción