“Puedes quedar libre a condición de que declares no haber sufrido nunca tortura durante el encarcelamiento”: esta fue la propuesta hecha por las autoridades de Arabia Saudita a Loujain al Hathloul.
Arrestada y
detenida desde 2008 por “haber contactado organizaciones internacionales”,
Loujain es una joven activista por los derechos y la libertad de las mujeres y
ha sido de las primeras mujeres en conducir un auto y desafiar así las
prohibiciones –en un país oprimido por una dictadura hiperpatriarcal y
ultrarracista de corte facistoide. Su suerte es compartida por diversas mujeres
que están encarceladas y sometidas a torturas y abusos.
Loujain ha rechazado esa obscena propuesta y ha iniciado una huelga de hambre para protestar contra la prohibición de mantener contacto con la familia: es un ejemplo de coraje ante la injusticia y de indomable humanidad para todas las personas que buscan una vida mejor. Es también un acto de acusación. Precisamente en estos días el G20 (que reúne a los representantes de los veinte Estados más poderosos económicamente del mundo) fue albergado (por teleconferencia) y presidido por Arabia Saudita, cuyos crímenes –más allá de alguna distinción demohipócrita en voz baja– han sido nuevamente legitimados. Una vez más: todos los Estados son canallas, democráticos y no.
Piero
Neri
23/11/2020