Represión en la despedida a Maradona. Los peligros de la decadencia


Para que un millón de personas, como pronosticaba el gobierno, pudieran ingresar en diez horas a la Casa Rosada a despedir el cuerpo de Maradona, era necesario que lo hicieran veintiséis por segundo. Ese era el cálculo que tenían que hacer los funcionarios para darse cuenta que estaban organizando algo absurdo y altamente peligroso. Requería haber aprobado matemática de cuarto grado. Nadie lo hizo. 

La jornada de hoy fue una síntesis de la decadencia. Apuro para usar políticamente el sentimiento popular hacia un ídolo mientras que se descuida clamorosamente a la gente, que obviamente iba a terminar hacinada, presa de los empujones y bajo la represión (la única respuesta que tuvo el gobierno nacional de Alberto y Cristina en colaboración con el de Rodríguez Larreta), con el saldo de diez detenidos y decenas de heridos. La hipocresía del discurso gubernamental sobre el cuidado quedó más en evidencia que nunca. La irresponsabilidad de miles, también ¿Cuántos días tardará en verificarse la nueva ola de contagios justo en el momento en que el Covid parecía empezar a darnos un poco de respiro? Lo del Estado, hoy, fue una canallada. Los poderosos quieren sacar provecho de la situación ofreciendo algunas migajas, pero el resultado es que solo hacen daño. Están dominando a una sociedad disgregada, a cuya descomposición contribuyen y que cada vez conocen menos, lo que los hace más irresponsables y peligrosos.

Al mismo tiempo, en el desahogo de hoy se mezclaron nobles sentimientos de amor por el fútbol y uno de sus mejores exponentes con todo tipo de reivindicaciones atravesadas por el “orgullo de ser argentino” y el relativismo moral que esto comporta a la hora de juzgar a Maradona. Jugador exquisito, cómplice con sus colegas (en un sentido positivo, pero también negativo), accesible y carismático, pero a su vez representante de los mismos desvalores que le hacen la vida insoportable a las y los más postergados (en ese orden): machismo, prepotencia, patriotismo, consumismo. No por casualidad la jornada de hoy estuvo también ritmada por la violencia de las barras bravas y la condescendencia desde arriba y desde abajo hacia ellas, que jugaron su propio partido en la expresión y reparto del poder negativo. 

El velorio terminó. La pasión por saludar a los muertos está lejos de avivar un pensamiento sobre la vida y su posible mejoramiento. Potencialidad latente, e inspirada en tantas personas solidarias, en la cual nos comprometemos día a día.

Mariana Camps