Después de los hechos del Capitolio: ¿qué es hoy la democracia?


Después de la dramática farsa del asalto al Capitolio, es hora de plantearse esta pregunta. La cuestión va más allá de los confines norteamericanos: atañe a todos los países que se proclaman democráticos y cuenta con una magnitud tan histórica como urgente. Potenciales emuladores de Trump vagan por Europa y alrededores: Le Pen, Salvini y Vox son solo algunos ejemplos, para no hablar de Orban y Erdogan.

Mentiras y delirios “sociales” que alimentan fantasías violentas y conspiracionistas de los sectores más retrógados de las poblaciones que se difunden. Maníacos que desearían negar al género femenino y abolir la historia y sus huellas que se alzan. Prepotencias y asesinos machistas que se multiplican. Bandas armadas racistas o integralistas que están al acecho. El actuar violento y unilateral de las fuerzas represivas que jamás se detuvo, más bien lo contrario.

Fenómenos observables por doquier que remiten a la auténtica profundidad de toda democracia: la naturaleza patriarcal, bélica y autoritaria de los Estados, las diferentes formas de discriminación entre seres humanos, la sistemática explotación económica en perjuicio de las mayorías, el fraude político de la participación formal en ritos electorales que poco deciden, el inmanejable flujo de informaciones en muchísimas ocasiones falsas y siempre confusas, la prepotencia de una instrucción impuesta desde arriba para producir a los nuevos siervos del poder opresivo, el agrietarse de culturas antiguas cristalizadas u olvidadas, el irreparable derrumbe de valores proclamados y nunca realizados.

Los recientes acontecimientos en Estados Unidos son un resumen y el anuncio anticipado del final de esta historia: la violencia bélica está inscripta en el ADN de la democracia, así como en la de toda forma estatal. El intento de conciliar las libertades formales, relativas y cada vez más engañosas, con un poder sustancial y despiadado se presenta como algo cada vez más complicado. Y es el apetito de este poder lo que une al magnate de los tuits con estos palurdos alborotadores. Es necesario detenerlos pero será difícil hacerlo defendiendo a la misma democracia que los nutre.

Esta gigantesca mezcolanza de ingeniería social que llamamos sistema democrático global duró por un breve período bajo el talón norteamericano. Ahora no lo puede hacer más: cada uno de sus aspectos muestra grietas y contradicciones irreparables, y el conjunto es decadente. Los equilibrios tendrán que cambiar y están ya cambiando en perjuicio de las personas comunes. Una mayoría de las mismas parece no notarlo o permanecer indiferente, una minoría furiosa y retrógrada desea aprovecharse de esto y presiona para acentuar más aún el carácter dictatorial, mientras que otra minoría querría tratar de cambiar para mejor, porque resistir no es suficiente y quizás se está interrogando al respecto. Somos parte y estamos del lado de esta última, tenemos algo para decirles y ofrecerles, mucho por escuchar, entender y aprender. Es tiempo de mirar en común a nuestra humanidad y a sus posibilidades benéficas, más allá de las sociedades estatales opresivas incluyendo las de variante democrática.

Dario Renzi 

07/01/2021