Por Ignacio Ríos.
Luego de los
dichos de Verbitsky, el destape del “vacunatorio VIP” –allí donde van por la
vacuna políticos, funcionarios, empresarios, sindicalistas y sus respectivas
familias– demuestra que la política cada vez se reduce más a la estafa, la
inmoralidad y la falta de valores positivos, la malicia, el tráfico de favores
ocultos y también de dinero, etc. Ya se había manifestado con la muerte de
Menem, cuando todo el arco político rindió honores a uno de los mayores
exponentes locales de la política como trampa. Y es que la política –también la
democrática– no podría adquirir otras maneras en tanto forma de gestión del
poder opresivo basada en la expropiación del protagonismo de la gente común. A
propósito, es claro que el despido de Ginés corresponde a un intento de Alberto
Fernández de dar vuelta la página, ¿pero acaso el gobierno en su conjunto y el
resto del Ministerio de Salud, con Carla Vizzotti incluida, no sabían nada de
este chanchullo?Siguen
produciéndose muertes y contagios mientras los Estados y las grandes
farmacéuticas están en pleno combate en la carrera vacunatoria y las minorías
dominantes se pelean para ver quién se inyecta primero (y también colapsan las
inútiles plataformas de internet para pedir turno, como la de Rodríguez
Larreta). La política es orgánicamente corrupta y ventajera y no hay vacunas
para eso. Una posible manera de hacer frente a esta delicada situación, aunque
sin pretender que sea una absoluta garantía, es luchar para que la decisión y
la gestión sobre las prioridades de la campaña de vacunación estén en las manos
de las personas comunes y de las/os mismas/os interesadas/os. Nos parece que la
mejor opción, una ecuánime y que interpela nuestro protagonismo, es a través de
espacios de reflexión y discusión amplios y populares en cada lugar de trabajo
y de estudio, con la centralización de las y los trabajadores de la salud y las
mujeres y hombres de ciencia honestas/os. Y, remarcamos, manteniendo bien lejos
a estos impresentables y tramposos de la política.