Israel y el Covid-19: la eficiencia y la discriminación

 

Por Fabio Beltrame.

Palestina es una pequeña franja de tierra en la que millones de personas, entre Jordania y el Mediterráneo, están envueltas en un conflicto permanente pero no equivalente. Por un lado, está Israel y una sociedad militarizada, con una salud entre las más eficientes del mundo, llegando a ser el Estado con la más alta cobertura vacunatoria y habiendo reducido al 96% las personas infectadas. Por el otro, el pueblo palestino gobernado por la Autonomía Nacional Palestina, que de autonomía tiene bastante poco y seguramente no cuenta con la capacidad de asegurar una campaña de vacunación eficaz, ni en Cisjordania ni en la Franja de Gaza gobernada por el Hamas. ¿Qué sucede en la Franja de Gaza y en Cisjordania? Una vez más, dependen de las concesiones israelíes. Solo hace unos días, el Estado sionista permitió el ingreso a la Franja de 6 mil dosis de la Sputnik rusa para una población de 1.650.000 personas. Poco más se ha concedido a la población de Cisjordania en las semanas pasadas. Incluso si la salud compete a la ANP, es Israel quien controla los pasos de Cisjordania y de Gaza y decide, por lo tanto, qué y cuánto ingresar a los territorios palestinos. Hoy, los palestinos que viven en los territorios ocupados están condicionados por el toque de queda y por restricciones debidas a la pandemia, que se agregan a décadas de aislamiento, a los toques de queda pasados, a los bloqueos del ejército israelí, a la confiscación de territorios, a las expansiones de los asentamientos y otros abusos israelíes sobre sus vidas cotidianas. El virus ha intensificado estas dificultades, cosechando muertos y poniendo en crisis las precarias estructuras sanitarias palestinas. La guerra israelí no se hace solo de bombas sino también de atroces discriminaciones.