Por Giovanni Marino.
De forma escandalosa, la Corte Suprema de
Rusia ordenó el cierre de Memorial, la asociación fundada en 1989
(cuando todavía existía la Unión Soviética) con el objetivo de rehabilitar a
las víctimas inocentes del estalinismo. La acusación más grave –además de las
referidas al financiamiento desde el exterior– es la de deshonrar al “glorioso”
pasado de la URSS y contraponerse a la imagen, ya bastante borrosa, de esa
“patria del socialismo”. La verdad es que Stalin y sus sucesores, sobre la base
de acusaciones infames y la mayoría de las veces infundadas, persiguieron,
deportaron, encerraron y asesinaron a millones de personas, no solo a
opositores políticos e incómodos testigos de sus crímenes: en numerosas
ocasiones, también a mujeres y hombres culpables solo de pertenecer a
categorías sociales o grupos étnicos aborrecidos por el régimen debido a que su
mera presencia perturbaba el relato oficial de la historia del país en el siglo
XX.
Vale la pena reflexionar sobre el hecho de
que, luego de treinta años de la caída del imperio burocrático, siga siendo tan
poco reconocido el rol y los crímenes del estalinismo contra las esperanzas de
cambio, inmaduras pero genuinas, y de los ideales socialistas y de fraternidad
entre los pueblos que habían animado a millones de personas a inicios del siglo
XX. Muy por el contrario: si bien quedó muy manchada por los acontecimientos
posteriores de 1989, la gran mentira del siglo pasado sobrevive en parte
gracias a los intereses convergentes de los decadentes herederos tanto de la
burocracia soviética como de las democracias sistémicas. Es importante relanzar
un compromiso actual de reflexión y memoria en relación a las esperanzas de
cambio y a sus mejores protagonistas y también en referencia a las traiciones,
crímenes y complicidades del estalinismo ruso y europeo.
Publicado en: https://www.lacomune.org/