Pascua de guerra en tierra santa

Por Giovanni Marino

En Jerusalén, la policía israelí tomó por asalto la mezquita Al-Aqsa –llena de fieles musulmanes a causa del segundo viernes de Ramadán– atacando indiscriminadamente a los palestinos presentes (con proyectiles de goma incluidos), hiriendo a más de 150 personas y procediendo a centenares de arrestos. Hasta fueron golpeados los ancianos guardianes de la mezquita, los paramédicos que llegaron para colaborar y los fieles que estaban rezando. Una brutal agresión que representa el enésimo episodio de la guerra permanente del Estado de Israel contra el pueblo palestino. El momento y lugar es altamente simbólico (la Explanada de las Mezquitas es tradicionalmente administrada por los palestinos) y es evidente el histórico objetivo sionista, el de doblegar la resistencia y quebrar la identidad palestina. La ocasión fue ampliamente sugerida por los grupos más extremistas de la derecha israelí que explotaron una inocente conjunción del calendario religioso: este año hay una coincidencia temporal del mes sagrado de los musulmanes, la pascua judía y la cristiana. ¿Qué mejor ocasión para lanzar la provocación demostrando que no hay lugar para todos y que los palestinos son un cuerpo extraño dentro del “Estado judío”? El contexto de las últimas semanas ya estaba surcado por un aumento de la violencia: desde el miércoles pasado, en Cisjordania fueron asesinados siete palestinos. Esta pequeña porción de territorio vive desde hace décadas una situación de guerra prácticamente permanente, cuyo principal origen gira en torno a la negación sionista del pueblo palestino. Por desgracia, en estos tiempos de decadencia bélica más general, tal condición parece destinada a permanecer y proponerse de nuevo.