Recomendaciones


Mujeres en red

La Red de Alice
Kate Quinn
Penguin Random House
España, 2021
576 págs.

Laura C

Dos épocas. Dos países. Dos gue­rras. Charlie y Eve, dos mujeres muy diferentes, ¿o muy seme­jantes?
Charlie St. Clair es, en 1947, una joven mujer es­tadounidense. El rechazo familiar por un embarazo inesperado no aplaca su búsqueda de Rose, amada prima desaparecida en la Francia ocupada, con la esperanza de que siga viva.
Eve Gardiner, “de aspecto inocente por fuera y gran valentía por dentro”, es una treintañera inglesa que, en 1915, está conven­cida de querer luchar para defender a su país. Pese a su tartamudez, no duda en gritar un sí cuando le proponen ser parte de una red de mu­jeres espías en territorio enemigo.
¿Serán las vicisitudes de la historia lo que las pone en el mismo cami­no? ¿O la determinación de ambas de vivir a fondo y por el bien, incluso después de la mediano­che del siglo, cuando las esperanzas exhaustas de la humanidad parecían imposibilitadas de volver a brotar?
Colaboraciones insó­litas, amistades impro­bables, amores tiernos y cuidados, violencia cruda que desnuda las horren­das verdades de las gue­rras. Una, la segunda, que debía ser combatida para derrotar al monstruo nazi. Otra, la primera, masacre evitable entre potencias imperialistas, no logra aplacar el sentido de hu­manidad de Eve.
Al igual que en las dos novelas posteriores de la trilogía, la autora dio lugar creativamente a voces del pasado revelan­do atrocidades, sí, como la matanza en junio de 1944 de los habitantes de Oradour-sur-Glane en la Francia ocupada. Pero también al protagonismo femenino de resistencia, a la trama de valientes denuncias y relatos pos­teriores que afrontaron el cinismo y el olvido, a la caza de los más crueles carniceros nazis y sus colaboracionistas en una búsqueda de justicia y rescate que no cejó.

Publicado en Comuna Socialista 87

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Un hallazgo fatal
Oppenheimer
Dirección: Christopher Nolan.
Reparto: Cillian Murphy, Robert Downey Jr., Florence Pugh, Matt Damon, Emily Blunt.
Basada en la novela American Prometheus de Kai Bird y Martin J. Sherwin.
 
Por Ignacio Ríos
 
Christopher Nolan nos regala esta biopic sobre Robert Oppenheimer, el “padre de la bomba atómica”, director científico del “Proyecto Manhattan” que permitió a Estados Unidos contar con armas nucleares a fines de la Segunda Guerra Mundial. Nos adentramos en el recorrido tortuoso de un físico brillante que, en sus primeros años, desarrollaba un inicial compromiso sindical en la universidad y simpatizaba con la izquierda (aunque vale aclarar que con el estalinista Partido Comunista como su punto de referencia). Sin mayores problemas, Oppenheimer deja todo eso atrás para ponerse al servicio del gobierno norteamericano y de su complejo militar-industrial.
Cillian Murphy interpreta genialmente a un hombre movido sobre todo por su ambición, porque la intención de ganar la carrera nuclear a los nazis parece estar un tanto desdibujada. Más bien, presenciamos a un Oppenheimer que desea triunfar en lo suyo y paladear el poder, infringir los límites de la física y liberar la energía del átomo, pero subestimando el para qué y el cómo. Esto lo lleva a ser un engranaje más de los señores de la guerra y de la industria, los mismos que lanzan las bombas sobre Japón para demostrar su poderío.
Esta lógica bélica permea e impacta en todos. El éxito de la prueba atómica en el laboratorio de Los Álamos –seguramente el punto más alto del film– se acompaña con una explosión de alegría y de alivio de todo el personal involucrado, lo que lleva al mismo Oppenheimer a notar internamente la contradicción de pretender asegurar la paz sentando las bases del peligro de la destrucción total de la humanidad. Este justo sentido de culpa, posible inicio de rescate, motivó en el afamado científico una posición más digna ante la posterior carrera armamentística y le valió la desacreditación de su gobierno, pero nada de ello lo exime de responsabilidades.
El film habla de acontecimientos enormes, de pasajes cruciales del siglo XX, pero no por ello desdeña la importancia de las personas concretas y de sus elecciones morales y éticas, para bien o para mal, o por lo menos deja abiertos esos interrogantes en las y los espectadores interesados en formulárselos. Porque, en esos momentos, había otros caminos, incluso tomados por científicos no menos brillantes y expuestos, como el propio Einstein. ¿Qué hubiera pasado si los hombres y las mujeres de ciencia, muchos fugados de la barbarie nazi, cerraban filas y le decían no a la ingeniería de la muerte?

Publicado en Comuna Socialista 84 

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Sobre la serie de Fito Páez
Corazón creativo
 
Gustavo Pfeifer
 
El amor después del amor
Dirección: Felipe Gómez Aparicio, Gonzalo Tobal.
Guión: Francisco Varone, Lucila Podestá y Diego Fío.
Reparto: Iván Hochman, Micaela Riera, Gaspar Offenhenden, Martín Campilongo, Andy Chango, Julián Kartún, Daryna Butryk.
8 episodios-Netflix,
Argentina, 2023.
 
La nostalgia de “ver” a Fito Páez, Charly García, Luis Alberto Spinetta, Fabiana Cantilo y otros en una serie no garantizaba que esta biopic musical llegara a buen puerto. Sin embargo, resultó atrapante y, por momentos, muy emotiva. Su primer acierto estuvo en el casting: por el parecido y por la naturalidad de las actuaciones, especialmente Micaela Riera como Fabiana Cantilo y Gaspar Offenhenden como Fito de chico. La ambientación, los vestuarios y la fotografía construyen una verosímil Argentina rockera de los 80. La trama satisface: saca provecho de un recurso del género (comienza por el final, con el artista en su recital consagratorio) para construir una narración que va y viene en una historia que vamos (re)conociendo.
Lo que más valoro de la serie es que, quizás por el tono íntimo que adopta, logra hacer de la vida de Fito (virtuosa, pero contradictoria, atractiva solo hasta un cierto punto) un relato vivo, apasionado. Si bien ni él, ni Fabiana Cantilo ni el Charly García de los 80 eran artistas particularmente lúcidos respecto del momento histórico que estaban viviendo, la serie logra reflejar la vida de estos músicos que al menos perseguían cierta idea de autenticidad. Demasiado ligada a la excelencia técnica y no tanto a quiénes querían ser juntos, sí (y por eso no tan interesante como el rock de décadas anteriores), pero el amor por la música los unía y expresaba cierta camaradería y compañerismo dentro del rock, algo más difícil de encontrar hoy.
Además, por lo que muestra la serie, Fito sería un poco más sensible (incluso, parece, en el trato con las mujeres) que la mayoría de los rockstars. De hecho, hace poco le pidieron un mensaje para un joven músico: “Lo importante”, dijo, “es que lo hagamos por amor. Con ganas de conectarnos con los demás (...). El amor es lo más importante en la existencia de los seres humanos”. Algo que se expresa como tendencia en su discografía, al ser uno de los rockeros más “optimistas” entre sus pares, muchas veces presos de una mirada desesperanzada y negativa de la vida.
Pensemos ahora en el derrotero de la música actual, donde cada vez más el sonido brota de las máquinas, los “estilos” se escriben con la mano invisible del algoritmo y los “artistas” aspiran a ser burgueses ricos y decadentes. Es cierto, Fito Páez no es Jimi Hendrix y esa respuesta suena a frase bonita. Pero si escuchamos “Yo vengo a ofrecer mi corazón” y luego “Abecedario” de L-Gante, el contraste es fuerte.

07/06/23
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Una travesía inédita

Magallanes. La aventura más audaz de la humanidad

Stefan Zweig (Trad. Alfredo Cahn). Ed. Claridad, Buenos Aires, 1951. 314 págs.

Stefan Zweig nos cuenta en la imperdible introducción que su motivación para escribir este libro fue simplemente la vergüenza. En el año 1937, durante una travesía en un lujoso barco de Europa a Buenos Aires se aburrió de la monotonía y previsibilidad del viaje, lo que inmediatamente lo llevó a imaginarse en el lugar de los primeros exploradores que atravesaron los océanos del planeta.

La hazaña de Magallanes llamó su atención y su curiosidad. El libro nos embarca en un viaje espacio-temporal, partiendo de la Europa del siglo XVI para dar la vuelta al globo. Con una prosa ágil, digna de una novela de aventuras, se narran las peripecias del personaje: su servicio al rey portugués, el traslado a España, los complejos preparativos de la expedición y los dramas del viaje.

De los cinco barcos y las doscientas sesenta y cinco personas que partieron de Sevilla, sólo retornaron tres años después un galeón y dieciocho marineros. La escasez de recursos, el recelo de la tripulación –motines incluidos– y las condiciones de la navegación estuvieron a punto de hacer fracasar la expedición en varias oportunidades.

Durante el relato el autor explora los rasgos de personalidad y motivaciones de los individuos para interpretar el devenir de los hechos, que se contrastan con la documentación histórica disponible. No oculta las intrigas y oscuras negociaciones que fueron necesarias para obtener la financiación de la empresa y el permiso de la monarquía. Aunque por momentos prima un enfoque demasiado benévolo del propio Magallanes, tampoco omite las miserias y errores de quienes fueron parte de la historia.

Zweig desarrolla con maestría narrativa una aventura única, mostrando en el camino que sus protagonistas han sido personas de carne y hueso. En sus palabras: “A los más grandes hechos heroicos de la humanidad siempre les queda pegado un algo inconcebible, porque se elevan tan enormemente sobre el término medio terrestre; pero siempre la humanidad reconquista su fe en sí misma sólo por lo increíble que ha realizado.”

F.J.E.

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Mágico mundo interno

Un mago de Terramar

Ursula K. Le Guin. Ediciones Minotauro, Buenos Aires, 2017. 224 págs.

En las tardes de verano, quizás de vacaciones y rodeados de naturaleza, ¿hay algo mejor que sentarnos a leer un buen libro? Uno atrapante, entretenido, una historia que nos sorprenda. A veces la recomendación de un amigo o de un buen librero, o quizás aquel que pasó un año o dos en nuestro estante, esperando con paciencia el momento de encontrarnos.

A mí, este año, me tocó descubrir a Ursula K. Le Guin, la famosa escritora norteamericana de ciencia ficción y fantasía, autora de clásicos como La mano izquierda de la oscuridad (1969), a quien ya hemos tenido la oportunidad de celebrar en las páginas de este periódico, en 2018, a propósito de su fallecimiento.

El libro en cuestión se llama Un mago de Terramar (1968). En el vasto archipiélago de un mundo enteramente imaginado, un joven descubre que posee poderes únicos. ¿Cómo aprender a usarlos? Cuentan las leyendas que la capacidad de un mago reside en saber pronunciar el verdadero nombre de las cosas, de los animales, de las personas. ¿Cómo descubrirlos?

Y además, ya que desde pequeño, a cada paso adelante que da en el camino de la magia, una extraña y poderosa sombra lo persigue y lo acecha con una insistencia creciente, ¿cómo medir las consecuencias de esos descubrimientos en el frágil equilibrio de su mundo?

Así es como para Ged, joven curioso y entusiasta, el viaje hacia el conocimiento no podrá completarse si antes no se conquista algunos poderes mucho menos extravagantes que los sortilegios para invocar espectros o manipular los vientos, que tanto le agradan: la paciencia, la humildad, la amistad.

Esta novela, aunque pensada y escrita como una historia única, terminaría siendo apenas la primera entrega de una saga extensa, aclamada internacionalmente por sus personajes entrañables, su lenguaje en apariencia sencillo pero de una profunda poesía, y la presencia constante de una dimensión moral que jamás cae en moralismo. ¿Viajamos?  

GUSTAVO PFEIFER

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La ruta de la solidaridad

El ferrocarril subterráneo

Colson Whitehead. Random House, Barcelona, 2017, pags. 316.

Cora es una joven esclava negra en una de las muchas plantaciones de algodón de la primera mitad del
s.
XIX en Georgia. Como su madre y su abuela, está destinada a una vida de trabajo agotador y de total ausencia de libertad y dignidad: igual que los animales y las herramientas, es propiedad de la familia de blancos que posee esas tierras. Como los demás negros, está obligada a sufrir violencias continuas por parte de los patrones y, como mujer, también de hombres esclavos como ella. Por eso sueña con la huida hacia una vida libre: en efecto, junto a su amigo Caesar, consigue escapar y comienza un largo viaje hacia el norte, gracias al “ferrocarril subterráneo”. Este último, que fue una auténtica red humana de abolicionistas que ayudaban a los esclavos a huir y a reconstruirse una vida libre, es transformado por el autor en un verdadero ferrocarril que recorre miles de kilómetros bajo tierra y se convierte en una metáfora de la búsqueda de afirmación de una vida digna de ser vivida.

El valor de esta novela no está solo en la denuncia de la crueldad de la esclavitud, sino también en la ligazón que Whitehead reconstruye y subraya entre la expropiación de las tierras a los pueblos nativos americanos y el esclavismo como bases para la construcción de la democracia americana. Democracia que, además, como nos cuenta el autor, también buscará con formas de violencia menos explícitas, pero no por eso menos brutales, impedir la autodeterminación de la población negra. Una novela que, al contar las peripecias de la protagonista y sus profundas reflexiones, nos permite continuar reflexionando sobre los nudos aun irresueltos de la historia norteamericana.

Sibilla Caroppo

Publicado en La Comune 365

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El juicio boomerang

El juicio de los 7 de Chicago

Dir. Aaron Sorkin, con Sacha Baron Cohen, Michael Keaton. Netflix, EE.UU., 2020 

¿Por qué vale la pena ver la película de los siete de Chicago? Porque es un homenaje sentido y respetuoso a las extraordinarias movilizaciones pacifistas que contribuyeron a la derrota de los patrones de la guerra en Vietnam. Porque es un retrato verosímil de las contradicciones en el seno de las instituciones judiciales, y no solamente en ellas, en los EE.UU. a fines de los años sesenta: entre quien quería vengarse y contrarrestar en todo sentido la radicalización juvenil y la lucha por los derechos civiles –policías brutales y jueces obtusos–, y quien, después de todo, estaba influenciado por aquellas lecciones de dignidad. Porque está bien narrado: un guion sólido; un montaje continuo que alterna entre el presente en una sala de tribunal, las memorias de los imputados y los documentos auténticos; y bien actuado: interpretaciones convincentes por parte de actores consagrados y otros más jóvenes, de gran versatilidad. Virtudes que hacen perdonar cualquier aproximación en la evaluación de los sujetos políticos organizados, como un poco de benevolencia en el tratamiento de los límites del movimiento estudiantil y una concesión al racialismo, en la variante de los Black Panthers. Sin embargo, hace que nos den ganas de ir a buscar lecturas y fuentes para saber más (por ejemplo, quiénes fueron los Yippies, del Youth International Party, que no eran los hippies). Y de cómo, años más tarde, fue posible la victoria del pequeño y orgulloso pueblo del Sudeste Asiático sobre la gran potencia presuntamente invencible. Incluso gracias a lo que ocurría en San Francisco, Washington, Chicago, y en el resto del mundo. 

Carla Longobardo

Publicado en La Comune 368

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Los arrepentidos de Silicon Valley


The Social Dilemma

Director: Jeff Orlowsky. Documental, Netflix, EE.UU., 2020

Un grito de alarma sobre el funcionamiento y el uso de las redes sociales de parte de programadores, directivos y empleados que trabajaron para las grandes agencias de Silicon Valley como Facebook, Twitter, Google y otras: esto es The Social Dilemma, el documental que salió en Netflix y en el que muchos trabajadores “recobran la razón” y explican, en largas entrevistas alternadas con una ficción explicativa, sus serias preocupaciones por cómo se conciben y se utilizan estos instrumentos.
De hecho, como sostiene con gran eficacia Tristan Harris (exresponsable de la ética del diseño de Google), esos no son equiparables a otros, por ejemplo una televisión o una bicicleta, como ha afirmado Steve Jobs. En estos dispositivos hay algo nuevo: están explícitamente concebidos y programados para crear dependencia y manipulación. Es decir, no solo los utilizamos sino que además quieren algo de nosotros. Como dicen los entrevistados, “si no pagás por el producto que estás utilizando, el producto sos vos”. Millones de personas, con sus datos y comportamientos, están enriqueciendo desenfrenadamente una manipulación de los amos de la web. Y no basta solamente con obtener nuestra atención para vendernos algo, sino que quieren “producir un cambio, gradual, en los comportamientos, en lo que se piensa, sin que se tenga de ello plena conciencia”.
Además son dispositivos que agilizan y promueven la difusión de las fake news y de las teorías conspirativas. “Hoy más que nunca estamos en la era de la desinformación”, denuncia Cathy O’Neil, una estudiosa de análisis de datos, mostrando claramente cuán absurdo es pensar en confiar la solución del problema a tecnólogos como Zuckerberg y a la inteligencia artificial, porque simplemente “es una mentira, la inteligencia artificial no está en grado de distinguir la verdad”. Son apuntes sobre los cuales vale la pena detenerse y seguir reflexionando, incluso si no compartimos la ilusión acerca de una posible reforma positiva de la web y de sus instrumentos que se nota en el documental y, sobre todo, si no nos reconocemos en la idea, que por momentos emerge de estas entrevistas, de una naturaleza humana asimilable a una computadora –como si fuéramos todos “programables”– y en la que hay poco espacio para lo que para nosotros es más decisivo y fundamental: la capacidad de elegir. Por lo tanto, más que un social dilemma, es un dilema humano que podemos empezar a afrontar, abrazando el consejo perentorio de Jaron Lanier, antiguo empleado de Microsoft: “Desconéctense”.

Simona Persico
Publicado en La Comune 364


Imaginar la aventura de la historia

Memorias de Adriano

Marguerite Yourcenar

Sudamericana, Buenos Aires, 1955 (Trad. Julio Cortázar), pp. 345 

La historia, ¿qué es, o más importante, qué queremos que sea? ¿Una sucesión de datos, hechos y fechas a memorizar, como tantas veces nos instruyen en las escuelas? ¿Un esquema fijo de períodos escalonados, que evolucionan objetivamente por las leyes del progreso, como quiere desde distintas posiciones la academia?

¿O podemos intentar pensarla, imaginarla, comprenderla de otra manera, como algo humano? ¿Sentirnos, en el presente, sus protagonistas, así como lo serán otras y otros después de nosotros, y como lo fueron tantos en el pasado? Y además, una pregunta que me hago muy seguido: ¿puede a veces la ficción, la literatura, sugerirnos el camino de este redescubrimiento? Con estas preguntas en mente es que Memorias de Adriano, novela de Marguerite Yourcenar, puede ser una lectura muy interesante. Publicado en París en 1951, este clásico de la literatura se imaginó como el “retrato de una voz”, la de un emperador romano que narra su vida (marcada por la pasión por los viajes, la sabiduría y el amor, pero también por no pocas luchas, guerras y otras desventuras estatales) en una larga carta destinada a su eventual sucesor, Marco Aurelio.

Una lectura bella no solo por su estilo: aquí la calidad de la escritura, el ritmo suave de una prosa meditada, que invita el lector a reflexionar luego de cada párrafo, a detenerse y contemplar cada frase, no se deben tanto al virtuosismo formal como a una atención creativa a cómo piensa una persona, es decir, al mundo interno del personaje evocado. Lo dice la propia escritora en su generoso Cuaderno de notas a las “Memorias de Adriano”, donde abre las puertas de su propio “taller” y donde descubrimos que su método de escritura fue, ante todo: “atender solo a lo más duradero, a lo más esencial que hay en nosotros, en las emociones de los sentidos o en las operaciones del espíritu, como puntos de contacto con esos hombres que, como nosotros, comieron aceitunas, bebieron vino, se embadurnaron los dedos con miel, lucharon contra el viento despiadado y la lluvia enceguecedora y buscaron en verano la sombra de un plátano y gozaron, pensaron, envejecieron y murieron”. “Todo ser que haya vivido la aventura humana vive en mí”, concluye.

Gracias a la sensibilidad de Yourcenar, podemos sumergirnos en esta aventura humana que es la historia, e imaginar con ella mucho de cómo se representaban su propia época quienes vivieron en la antigüedad. Aunque no sin nuestros recaudos. Al fin y al cabo, una pregunta resuena desde el principio de la lectura. ¿Podemos compartir con la escritora francesa, de una profundidad indudable, la identificación que siente y expresa por su Adriano (hombre refinado, curioso y pasional, menos violento que antecesores y sucesores, pero un emperador al fin de cuentas, es decir, con sus manos manchadas de sangre como todo príncipe)? 

Gustavo Pfeifer


Nación de inmigración 

(Immigration Nation)

Serie Documental – Netflix, EE.UU., 2020

Directores: Shaul Schwarz, Christina Clusiau

Este documental de seis capítulos sobre la inmigración en EE.UU. sorprende. En primer lugar, por mostrar las entrañas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), el organismo responsable de perseguir y deportar a los inmigrantes sin papeles. El gobierno trató de censurar diversas partes y aplazar su estreno hasta después de las elecciones presidenciales. Fijémonos cuán petulantes (y un poco estúpidas) son las autoridades del organismo que en 2017, cuando se comenzó a registrar el material, pensaron que iban a quedar bien parados.
Los últimos no fueron años cualquiera para la política migratoria de los EE.UU. La era Trump es la de la caza al inmigrante, desde la política Remain in Mexico hasta la ignominia de la separación de familias. El documental muestra al ICE como un sistema deshumanizado que compartimenta las tareas y hace pensar a todos sus empleados que solo están cumpliendo órdenes. Pero a medida que avanzamos y que nos encontramos con el cínico vocero de la institución, con el agente que se burla de los detenidos, con el burócrata de escritorio votante de Trump, va quedando claro que no es así, que siempre hay un margen para las elecciones éticas y morales.
Es un documental de contrastes, en primer lugar humanos. Brilla la perspectiva de las y los inmigrantes mismos, personas comunes que viven un drama, que ven que “el sueño americano es una pesadilla”, pero que, al mismo tiempo, muestran una suerte de serenidad de fondo. Es que no solo saben que no están haciendo nada malo (a pesar de que deban llevar tobilleras electrónicas) sino que están haciendo bien, al buscar una vida digna o mejorar el futuro y bienestar de sus seres queridos.
Contrastes humanos que también hacen ver otras caras del corroído EE.UU. de Trump. Si hay un contingente de inmigrantes llevados a un centro de detención, hay una inusual manifestación de gente solidaria en una calle de Nueva York reclamando por su libertad. Si hay empresarios inescrupulosos que roban el salario de obreros indocumentados en Florida, hay valientes activistas y asociaciones de abogados dispuestos a ayudar. Si hay inmigrantes que arriesgan su vida cruzando a pie el desierto de Arizona, hay un dúo de amigas bondadosas que dejan bidones de agua y comida bajo los arbustos. Los realizadores nos muestran todo esto, bien posicionados, con maestría y calidad, quizás en algún capítulo generando demasiadas expectativas en lo que pueda provenir del voto o de la perspectiva de la integración democrática, históricamente fallida y promotora de nuevas desilusiones.
Por momentos, genera incomodidad, sensación de injusticia, puede hacernos llorar de la indignación. Sin embargo, a veces, viendo este documental, se dibuja una mueca de sonrisa en el rostro y se abre paso una convicción: puede haber Trump, ICE, muros y trabas judiciales, pero estamos ante un movimiento humano absolutamente imparable porque está impulsado por las mismas tensiones íntimas que hacen humana a la humanidad. 

Ignacio Ríos


Tocando el cielo 

(Winged Migration)

Documental - 2001 – Francia

Directores: Jacques Perrin, Michel Debats, Jacques Cluzaud

Con este documental, nos preparamos para una fascinante road movie del espacio celeste con sus más variopintos personajes. Un espectáculo plagado de acrobacias aéreas y maniobras acuáticas; vuelos aleatorios y ondulados que sortean el peligro, planeos sostenidos y descensos a toda velocidad en escenarios majestuosos. Pero no es el despliegue de dispositivos tecnológicos y aparatos electrónicos lo que nos cautiva en esta historia. Es la propia naturaleza y un grupo de sus singulares habitantes: las aves migratorias. Durante sus noventa minutos vemos desfilar por la pantalla grullas, gansos, ánsares, charranes, alcatraces, albatros, pelícanos, petirrojos, águilas y pingüinos.
Es muy poco lo que nos dice la voz en off. Acertadamente, los directores consideraron que los registros fílmicos junto a una banda sonora extraordinaria ilustraban con creces sus épicos itinerarios. Acompañamos la algarabía contagiosa del despegue que luego se compagina al sigiloso vuelo nocturno y descubrimos su fascinante topografía gracias a soberbios travelling laterales y primeros planos.
Estas pequeñas nómadas están bien equipadas: sus huesos neumáticos, su sofisticado plumaje y su gran sentido de la orientación les permiten realizar verdaderas odiseas continentales para aparearse y anidar en climas propicios.
Con el correr de los minutos nos invade la curiosidad: ¿cómo son capaces de orientarse, una y otra vez, en recorridos que se cuentan por miles de kilómetros sin desviarse del camino? Se guían de múltiples maneras, la posición del sol y las estrellas son una de ellas, pero también sus magnetorreceptores les permiten leer los campos magnéticos de la tierra actuando como verdaderas brújulas además de memorizar puntos de referencia geográficos.
Estos largos y trabajosos viajes contemplan paradas fijas para descansar, alimentarse y recobrar fuerzas para luego retomar sus rutas. Las locaciones de descanso, que se encuentran a lo largo de los corredores migratorios, varían según las especies. Estos lugares son indispensables para la vida de estas aves y se encuentran gravemente comprometidos por el uso y abuso antrópico, como la superpoblación de playas que concluye en la destrucción de nidos y la contaminación de los suelos por desperdicios. El playero rojizo, por ejemplo, ha visto a su población reducirse en un 80 por ciento llegando al peligro de extinción, amenaza que se contrasta gracias a las valientes, loables y siempre necesarias tareas de conservación.
No se trata de un documental con propósitos educativos. Aun así, mostrándonos el periplo que realizan sus protagonistas, año tras año, nos ilustra sobre el mundo que habitamos y la vida que nos rodea. La belleza que nos propone contemplar no nos sustrae del mundo, por el contrario, nos sumerge en una travesía emocionante que nos incita a conocer y admirar, a cuidar y apreciar la vida de estas viajeras incansables; de estas criaturas aladas, sorprendentes e indómitas, que habitan casi todas las partes del planeta. 

Moonbird


Juguetes hechos de palabras

Zoo loco
María Elena Walsh. 
Buenos Aires: Sudamericana, 2014.


¿Qué es la poesía? ¿Un frío y complejo sistema de recursos lingüísticos o el conjunto de canciones que llevamos dentro? ¿Una maraña de significantes a los que nos cuesta dar un sentido o el tierno fruto de la interacción entre dos mundos: el exterior y el de nuestras percepciones, sentimientos, pensamientos más íntimos? Puede ser que la sintamos como algo difícil, lejano o aburrido. En esos momentos, basta preguntarle a los más chicos: ¿qué tienen que ver las palabras con el juego? O al niño que todavía somos: ¿qué tiene que ver el lenguaje con la experimentación del mundo y de nosotros mismos, o con la creación de un mundo único, propio, que podemos compartir con aquellos que se identifican en nosotros?
Publicado en 1964, Zoo loco es un pequeño gran libro. En el variopinto carrousel de talentos de María Elena Walsh, con la que han crecido ya varias generaciones de niñas y niños, es un caballito al pueden montar tanto los chicos como los grandes. 
Cuenta M. E. en su prólogo: “Los ingleses son personas muy serias pero aficionadas a decir disparates. En inglés se ha escrito una gran poesía, y al pie de ella, como los yuyos junto a los árboles, florecen unas curiosas historietas en verso que se llaman limericks. Nadie sabe bien quién los inventó. Lo cierto es que, a través de los siglos, parece que mucha gente se ha divertido enhebrando, escuchando y repitiendo estos cuentitos que se componen, nadie sabe por qué, de dos versos largos, dos cortos y otro largo. La gente se divierte mucho con estos juguetes hechos de palabras, por eso se me ocurrió intentar hacer algunos en castellano. Todos se refieren a animales, no sé por qué. El título del libro, eso sí sé por qué. ¿Han visto ustedes algo más loco que un zoo? ¿Les parece “lógico” que la jirafa tenga un cuello como para usar mil ochocientas cuarenta y muchas corbatas?”

 Un gato concertista toca Liszt,
una Lechuza va y le dice:
-“Chist, me aburres por demás,
cambia ya de compás
que tengo ganas de bailar el twist”.

 El libro es, entonces, un zoo hecho de rimas y de risas, y evoca a las distintas voces de la literatura: la anécdota oral, origen de todo relato; la imaginación que cabalga hasta el reino libre de la fantasía y del humor; la musicalidad latente en cada verso; la invitación a contemplar la belleza de las palabras que ha creado la humanidad, o que acaban de ser creadas en el juego.
 
Un Noguipín, un Greti, un Lodricoco.
Un Toquimos, un Mapu, una Rratoco.
Una Faraji, un Toga,
un Rrope, una Tavioga,
un Llobaca un Norrizo y un Teyoco.
  

Gustavo Pfeifer


Recomendado para los Seminarios “Las Personas y las Ideas”

El quinto día
Novela
Frank Schätzing
Ed. Planeta, 2006, pp. 972


Si aman el mar o solo les da curiosidad por los numerosos y grandes misterios que custodia, si les preocupa cómo lo estamos tratando porque de allí provenimos, allí está el origen de la vida y en los mares se juega mucho del futuro de la humanidad: entonces este eco-thriller les podrá gustar y el hecho de que sea voluminoso (¡cerca de mil páginas!) no los va a espantar sino más bien prolongará su agradable lectura. Si además tienen ganas de saber más sobre el agua, que ocupa 7/10 de la superficie del planeta, y sobre las criaturas que alberga, está Noticias desde un universo desconocido (Planeta, 2007) en el que el mismo autor cuenta el backstage de la novela, es decir, las investigaciones que realizó para escribirla, ofreciendo de esta manera un interesante y suscitante texto popular de divulgación científica.

P.N.


Recomendado para los Seminarios “Las Personas y las Ideas”

Tierra, la película de nuestro planeta
Documental - 2007
Dirección: Alastair Fothergill, Mark Linfield
Disponible en YouTube


Como suele suceder con los films ecologistas de buenas intenciones (este también tiene ese defecto) se tienden a parificar las responsabilidades humanas sobre la crisis climática. Teniendo presente este problema, el documental nos propone un fantástico viaje por el planeta Tierra: un recorrido de norte a sur que nos permite apreciar los confines naturales más extraordinarios. A través de un registro fílmico excepcional, nos adentraremos en las transformaciones naturales que suceden el curso de las cuatro estaciones y descubriremos cómo inciden las nefastas consecuencias del terricidio en curso.

J.J.



Así nos ven 
(When they see us)
Serie – 2019 - USA 
Dirección: Ava DuVernay
Reparto: Jharrel Jerome, Aujanue Ellis, Asante Blackk, Caleel Harris, Ethan Herisse, Marquis Rodriguez, Chris Chalk, Jovan Adepo, John Leguizamon, Vera Farmiga, Felicity Huffman.
Disponible en Netflix


Esta miniserie, compuesta de cuatro partes, fue estrenada en Netflix el año pasado. A partir de las numerosas y diversas expresiones antirracistas en curso a partir del brutal asesinato de George Floyd vuelve a resonar esta historia que ya durante su estreno causó bastante conmoción.
La directora de Selma (2014) ha volcado su trayectoria como realizadora a tratar la cultura afroamericana y el racismo en Norteamérica, tanto en ficción como en documentales, y en esta ocasión eligió narrar “los cinco de Central Park”, uno de los hechos de persecución policial y racista más estremecedores ocurridos en Norteamérica. En 1989 cinco jóvenes afroamericanos fueron condenados injustamente por la violación de una mujer en el Central Park.
Los diversos episodios se encargan de relatar los distintos momentos: la persecución de los jóvenes, el juicio, las penurias que sufrieron durante un largo confinamiento y el escarnio mediático. En resumidas cuentas, retrata y denuncia una maniobra orgánica para condenar a los cinco jóvenes por ser negros, compuesta por policías, fiscales, abogados, periodistas y empresarios como Trump (quien sacó una solicitada en los medios gráficos más importantes de USA pidiendo el retorno de la pena de muerte) donde no faltó la intimidación, la violencia y las evidencias plantadas.
Un caso impactante pero no excepcional para el historial americano, sin dudas por los acontecimientos actuales, pero además porque la memoria nos recuerda la brutalidad policial en la convulsionada Detroit de 1967 (hechos que Katheryn Bigelow retrató en la poco valorada Detroit, 2017), la violencia feroz alrededor del caso Rodney King y tantas otras expresiones de racismo institucional pero también latentes y legitimadas por sectores de la sociedad americana.
Una serie posicionada que ostenta habilidad narrativa y periodística, un relato crudo y desgarrador interesante de conocer a pesar de las limitaciones representativas del discurso de denuncia.
La serie está acompañada por un programa realizado por su productora; Oprah Winfrey presenta: Así nos ven ahora. El mismo está disponible también en Netflix donde es posible conocer las reflexiones de la directora y el reparto de actores, pero sobre todo las voces de los verdaderos protagonistas de los sucesos de Central Park.


Dunkerque 
(Dunkirk)
2017 - USA
Dir. Christopher Nolan
107 minutos


“Lucharemos en las playas…”

Con su última película, Christopher Nolan, nos sumerge en los hechos ocurridos en Dunkerque (1940) durante la Segunda Guerra Mundial a través de una experiencia reflexiva y sensorial. La mirada humana que elije para estructurar narrativamente el film encuentra raíces autobiográficas “mi abuelo murió en Dunkerque, crecí con su historia” pero también en una convincente argumentación ética “el espíritu de Dunkerque es internacional, no pertenece solo a los británicos. La historia identifica un sentido particular de respuesta comunitaria ante unas circunstancias que uno encuentra una y otra vez en varias culturas alrededor del mundo. Ese es el aspecto optimista y esperanzador de la naturaleza humana, por eso podemos confiar en nosotros cuando nos encontramos en circunstancias dramáticas. Dunkerque es un ejemplo de la mejor respuesta que el ser humano tiene ante el terror.”
El film transita tres líneas temporales; una semana, un día y una hora desarrollando, por tierra, mar y aire respectivamente, tres historias ilustrativas del extraordinario salvataje de los cientos de miles de soldados británicos, franceses y belgas arrinconados en la costa norte francesa producto de la ofensiva relámpago de las fuerzas nazis.
Los tres puntos de vista se entrecruzan y se mezclan; a través de un diseño de sonido y una fotografía naturalista, Nolan nos induce a la confusión y el terror provocado por las trompetas de Jericó anunciando la proximidad del calvario, nos hace sentir la desesperación de una pareja de soldados intentando escapar de la muerte segura, nos entusiasma con la valentía de un aviador de la R.A.F. que procura, con poco combustible, derribar los stukas alemanes que bombardeaban sin piedad y finalmente nos anima a compenetrarnos con la determinación de un grupo de pescadores que en su propia embarcación se dirigen rumbo a Dunkerque con el fin de evacuar a cuanto soldado fuera posible.
La perspectiva humana, como la define el director, y las consideraciones que el film desarrolla sobre los acontecimientos de Dunkerque nos invitan a ir más allá de las hipótesis y las especulaciones sobre la estrategia de Hitler, fuese un posible pacto con Inglaterra o fuese dar paso, conflicto interno mediante, al protagonismo macabro de la Luftwaffe para asestar el golpe final. Lo cierto es que Hitler y sus acólitos (sea cual sea el motivo que determinó el freno del ataque terrestre) no contemplaban que una evacuación masiva fuera posible. Y este es el gran acontecimiento humano que también sorprendió a los más optimistas militares británicos y al mismo Churchill que suponían un éxito de la operación Dinamo si lograban rescatar a 40.000 soldados.
Los cuarenta mil se convirtieron en 338.226 evacuados en tan solo diez días. Sucedió lo indescifrable para los patrones de la técnica y la maquinaria del terror y era la esperanza que tomaba cuerpo en miles de ingleses y se traducía en una determinación más potente e infranqueable. Destruir la moral y el coraje del pueblo inglés parecía más complicado que traspasar la línea Maginot.
Y de una derrota militar nace una victoria humana que se transformó en una herida de muerte para el Tercer Reich por más que la guerra continuaría por cinco largos años. Era el poderío de la motivación por defender la vida y derrotar a toda costa, incluso a costa de la propia vida, al monstruo nazi. Así, cientos de civiles pusieron a disposición sus embarcaciones y se pusieron a disposición ellos mismos para protagonizar directamente un hecho heroico que poco tiene de milagro, poco tiene de externo e inexplicable. Las razones residen allí, en el factor humano, en el despliegue de una fuerza vital extraordinaria que determinó el curso de la guerra y por ello el destino de la humanidad.


El puerto 
(Le Havre)
2011 - Finlandia
Director: Aki Kaurismäki
Reparto: André Wilms, Kati Outinen, Jean-Pierre Darroussin, Blondin Miguel, Elina Salo, Jean-Pierre Léaud, Evelyne Didil



Una fábula color turquesa construida a orillas del Canal de la Mancha. Le Havre es el escenario donde el universo hierático de los personajes de Kaurismäki cobra vida nuevamente.
Marcel Marx es un lustrabotas que recorre la ciudad con su amigo Chang para ganarse unos pocos euros, vuelve a casa cada noche con su picardía a cuestas logrando hacerse de pan y verduras dejando una lista de deudas más larga que el río Congo. En casa lo espera su esposa, la inalterable Arletty, que parece no tener más remedio que transcurrir el tiempo.
Un evento inesperado convertirá la temperatura glacial de la cinta en notable ternura; sin perder nunca el registro insólito que caracteriza el cine de Kaurismäki.  
En una de las rondas nocturnas el vigilante del puerto descubre que uno de los tantos contenedores que descansan en el depósito marítimo no estaba henchido de mercancías sino de refugiados provenientes de Gabón. Mujeres, hombres, niños y ancianos esperando llegar a la costa inglesa. No se hace esperar la persecución policial, la militarización de la zona para “prevenir” terroristas, la prensa hambrienta de sensacionalismo. La atmósfera extraña, excesiva y artificial que construye el director no tiene otra intención que dejar en ridículo a los defensores de las inhumanas políticas antiinmigratorias. A la escena se suma el misterioso inspector Monet, interpretado por el siempre formidable Jean-Pierre Darroussin, convidando aires de polar francés en cada una de sus apariciones.  
Del container logra escapar el pequeño Idrissa. Son pocas las posibilidades que tendrá de evadir a las fuerzas del orden, pero es el afortunado encuentro con Marcel lo que cambiará su destino. A continuación, florecerá una fantástica aventura de amistad y solidaridad que protagonizará Marcel junto a sus vecinos Ivette, Claire y Chang para proteger y ayudar a Idrissa.    
La insistencia de Kaurismäki en suspender el tiempo de los planos más de lo habitual tiene un sentido moral más que representar un recurso estético en sí mismo. Nos obliga a tomarnos el tiempo de observar a sus personajes, de auscultar su dignidad, de mirar a los ojos a quien ha sufrido y lleva consigo el sueño de una vida mejor. Una cinematografía en penumbra que se hace eco de las tragedias y las laceraciones que embisten a la humanidad en los tiempos que corren. Pero como en toda penumbra la sombra es parcial; es en los intersticios de luz de un barrio proletario y de sus habitantes solidarios donde se proyecta la esperanza.



Frantz
2016 – Francia
Dir. François Ozon
Reparto: P. Beer, P. Niney, J. von Bulow, M. Gruber,
E. Stotzer, C. Clair, A. de Lencquesaing, A. von Lucke.


El gran mérito de François Ozon es sin dudas su elección. Realizar una remake de un excepcional relato antibélico que en 1932 Ernst Lubitsch llevó a la gran pantalla con el título Broken Lullaby (Remordimiento) basado en una obra de Maurice Rostand. 
La primera versión ostenta una convicción profundamente humanista. El relato se centra en la Primera Guerra, pero el discurso que Lubistch elabora cinematográficamente es un manifiesto contra la persecución y la legitimación de la muerte propia de la inmoralidad bélica, materializado en las contradicciones y los dilemas humanos de un soldado francés que vuelve de las trincheras. Se trató de una señal de alerta de lo que se desplegaría en poco tiempo. Fueron solo meses los que separaron el estreno del film y el arribo del nazismo al poder. 
Ochenta y cuatro años después François Ozon propone Frantz con su propio estilo y mirada y con la lucidez de saber que la historia no podía ser narrada con las mismas prerrogativas. Para Lubitsch y su Broken Lullaby la segunda guerra todavía era una posibilidad y el nazismo comenzaba a envenenar las sociedades. La Frantz de Ozon emerge con la consciencia de los ultrajes bélicos, el horror del nazismo y las bombas atómicas.

Anna recorre las calles de la pequeña ciudad alemana de Quedlinburg observando con resignación lo que deja a su paso; el día después de la guerra, la reconstrucción de la normalidad cotidiana. Esa tranquilidad forzada a la que opone resistencia porque no significa otra cosa que olvidar a Frantz, un joven soldado alemán caído en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Cada día se repite y Anna (Paula Beer) conduce su tristeza hacia la tumba de Frantz. Pero alguien más lo llora. Un francés, un extranjero, un enemigo. 
¿Quién ese oficial francés que misteriosamente visita la tumba de Frantz? ¿Qué se propone ese joven que también sirvió en la guerra, pero del bando contrario? ¿Por qué Adrien Revoire (Pierre Niney) sufre la pérdida de Frantz tanto como Anna?
Su profundo pesar lo conduce hasta ella y hasta Hanz y Magda, padres de Frantz. Sobre un metraje en blanco y negro, con delicados interludios a colores, se desparraman los recuerdos, las convicciones y las culpas, las verdades disfrazadas, la insistencia en entender lo que la guerra profana y sobre todo el deseo, urgente y visceral, de encontrar aquello que es más justo, aquello que es más esencial en la vida. Aunque las verdades que se irán develando sean aún más dolorosas e injustas que la pérdida sufrida. El universo de Anna, que aparenta ser contemplativo y morigerado, es el que abraza con mayor profundidad un viaje de reconstrucción auténtica de su identidad.
Frantz era lo que dejó. Un cuarto deshabitado. Una tumba vacía. Era la ausencia de un hijo y de un amor. La silenciosa tragedia que debían soportar los que quedaron. Pero la inesperada llegada del joven francés representa para Anna, Hanz y Magda un misterioso recurso para devolver la presencia de Frantz, la presencia de la vida. Entre relatos y cartas, entre su amor por París y la prosa de Verlaine, sobresale su menosprecio por la guerra y su enceguecida lógica de enemistad. Frantz se alista a la guerra obligado por su padre. Aquel deber casi natural de defender la madre patria comienza a horadar la consciencia de Hanz Hoffmeister; la rivalidad empieza a ser jurisdicción de los opresores que impusieron la guerra, ya no de su propia humanidad. Frantz lo sabía. Según recuerda su madre “Frantz odiaba la guerra. Todos los días decía que los franceses eran sus hermanos”.
Adrien Revoire hubiera deseado lo que habitaba en su imaginación; recorrer los pasillos del Louvre contemplando cuadros junto a su amigo Frantz, espejarse en su amor por la música y la poesía, reconocerse en su ímpetu vital. Por eso su remordimiento y su memoria. En los resquicios del padecimiento que experimentan de un lado y del otro, de los Hoffmeister, de Anna y Adrien, es la conciencia la que comienza a cambiar. Todos se recuestan como pueden sobre el lado humano, sobre aquel bando donde no se celebra la victoria ni se vindica la derrota porque el amor dejar de ser el que se profesa a las banderas y a las fronteras y comienza a componerse del reconocimiento de la propia humanidad con la de los otros.



Hurry Sundown
1967 – USA
Dirección: Otto Preminger
Reparto: Michael Caine, Jane Fonda, Faye Dunaway, John Phillip Law, Burges Meredith.


Preminger construye un fuerte relato de denuncia con impronta melodramática, Georgia es el escenario sureño donde el abuso de poder, el racismo y la corrupción riman perfectamente con los aires de recomposición democrática luego de la segunda guerra.
Desde la primera escena emerge sutil pero potente la desconfianza sobre las buenas intenciones que sostenían la recuperación americana de posguerra. Planos aéreos que registran una espectacular voladura de parcelas de tierra nos sitúan en un prominente proyecto económico, resuena emotivamente la parafernalia bélica, pero en realidad es el implosivo progreso que llega a los confines del sur americano para quedarse con su miserable cultura y sus personajes más abyectos.
Henry Warren es un arribista manipulador que tiene el propósito de convencer a los dueños de dos granjas empobrecidas de vender sus tierras a un acaudalado empresario para completar las parcelas que necesita en función de desarrollar un emprendimiento agricultor de conservas. El gran problema con el que se encuentra Warren es que los granjeros en cuestión no desean vender sus tierras. Siendo uno de los rancheros negro el conflicto y la animosidad se intensifican.
El gobernador segregacionista de Alabama no le permitió a Preminger filmar en ese estado por lo que debió optar como locación principal la ciudad Baton Rouge, capital de Louisiana. La producción estuvo plagada de problemas, además de la tensa relación del directo con el cast recibieron amenazas de diverso tipo por parte del Ku Klux Klan. Una vez finalizada la película, la censura religiosa, que por aquellos años seguía pesando sobre el cine, le dio la categoría C que no significaba otra cosa que la condena del film.
Tal vez la vehemencia con la que Preminger deseaba imprimir su alegato antirracista termina provocando desprolijidades narrativas, especialmente en los últimos pasajes del film donde, torpe y precipitado, el “mensaje” atropella el tratamiento de los acontecimientos y las consecuencias humanas que derivan de ellos.
De todas maneras no le resta mérito; fue un intento dedicado y auténtico de denuncia del racismo más infame pero también del más soterrado entre los pliegues de la condescendencia progresista. 


JoJo Rabbit
2019 - USA
Dirección y Guión: Taika Waititi
Intérpretes: Roman Griffin Davis, Scarlett Johansson, Thomasin McKenzie, Taika Waititi, Sam Rockwell, Rebel Wilson, Archie Yates.


Con escasa timidez, Waititi, nos sumerge en el registro satírico de su cinta desde los primeros segundos. La música de los Beatles suena a todo vapor ilustrando musicalmente el fanatismo popular alemán en diversas demostraciones públicas del nazismo. No es difícil perdernos unos cuantos minutos preguntándonos hacía donde se dirigirá la película, una inquietud similar a la que nos sometía Pascualino Settebelleze de Wertmuller, pero esta, lamentablemente, llegando a conclusiones cuestionables.
Con el estreno de Jo Jo Rabbit todavía algunos se preguntan si es posible, si es moralmente correcto, construir un relato con elementos cómicos sobre tragedias insondables. La aburrida y sobresaltada mirada moralista no es muy diferente de la que nos dice que es una cinta poco irreverente porque un verdadero film, políticamente incorrecto, nos tiene que dejar necesariamente sumidos en la amargura y la desesperanza.
El mejor cine nos enseña lo contrario y Jo Jo Rabbit nos recuerda que la mejor comedia nunca ha sido el terreno de la neutralidad ética. Nos lo enseñaron Lubitsch, los Monty Python, por momentos Mel Brooks y Quentin Tarantino en la época que nos toca. Algunos supieron explicar con idoneidad y osadía que en la representación la Historia y las historias se pueden reescribir, pueden concurrir a finales muy diversos.
Transcurrió un largo tiempo desde que, por las pantallas de los cines americanos, se paseaba un “Hitler” por las calles de Varsovia para probar su pericia interpretativa en la imperecedera comedia Ser no ser (1942). La estupenda sensibilidad de Lubitsch captó, contemporáneamente al decurso de la II guerra, la íntima exigencia de dignidad y esperanza humana como capital supremo para denunciar y combatir el nazismo.
En Jo Jo Rabbit vuelven tantas cosas de la tradición más noble que no deja dudas sobre su posicionamiento y al mismo tiempo reniega de la tentación pedagógica de explicar dramáticamente la tragedia o de negarla (recuérdese La vita è bella). En Jo Jo Hitler vuelve, esta vez como el amigo imaginario de un niño alemán que aspira a ser el mejor boy scout que el nazismo supo imaginar, aunque no es capaz de agredir ni a un conejo. La inmensa reserva moral descansa sobre su madre Rosie (una magnifica Johansson) que con la extraordinaria creatividad que proviene del amor por la vida y la libertad pondrá en dificultades las aspiraciones del pequeño Betzler, dificultades que se acentuarán en su encuentro con Elsa, una joven refugiada judía que nos recuerda la excepcional vivacidad de Anne Frank.
Las intenciones del director maorí son nobles, honestas. En Jo Jo Rabbit al monstruo se lo mira de frente y se le lanza una extraordinaria y mortal carcajada, no solo para confinarlo a la ridiculización; todos sus personajes, por afirmación o por contraste, necesitan repetirle que no lo lograron, que no pudieron aplastar a la humanidad a pesar de la enjundia que tuvieron para diseminar el horror. Por todo esto vale la pena verla, disfrutarla y defenderla.


Los verdugos también mueren 
(Hangmen also die!)
1943 – USA
Dirección, producción y guión: Fritz Lang
Reparto: Brian Donlevy, Walter Brennan, Anna Lee, Gene Lockhart, Dennis O´Keefe


Por razones temáticas y personales más que por un continuum narrativo, Hangmen also die! integra una especie de cuadríptico junto a Man hunt (1941), Ministry of fear (1945) y Cloak and dagger (1946) donde Lang aborda la cuestión del nazismo.
En esta ocasión, nos sitúa en la Praga de 1942, pocos minutos han pasado del atentando efectivo contra Reinhard Heydrich, jefe de la ocupación nazi en la entonces Checoslovaquia. Verdugo y Carnicero de Praga fueron algunos de los apodos que acuñó Heydrich, uno de los personajes más siniestro del nazismo. El atentado aconteció pero las vicisitudes que desarrolla la película son ficcionales.
La Gestapo al no poder quebrar a las pocas personas sospechosas de colaboración con el autor del atentado desata una persecución masiva sobre la población y toma cientos de rehenes. Una partida de ellos diariamente es fusilada. A cada barracón de detenidos se les obliga a “pedir” por radio que el asesino se entregue a fin de interrumpir las ejecuciones.
Apelar a la delación y a la desconfianza era el terreno preferido de los enemigos. Los carniceros imponen una disyuntiva para devastar la humanidad de la resistencia; salvar al autor del asesinato de Heydrich o salvar a los cientos de rehenes. Lo que sigue es una gran puesta en escena de sus protagonistas para engañar a los nazis y sus informantes locales. Fritz Lang no supo o no quiso hacer comedia, pero ciertamente comparte con la extraordinaria To be or not to be (Lubitsch, 1942), a través de su sello inquietante y sombrío, una evocación de lo que la dignidad humana es capaz de gestar.
En el arcón de la mejor cinematografía, por suerte, podemos encontrar grandes relatos contra el régimen totalitario. Este se destaca especialmente por evocar el lenguaje del underground, ese que se gestaba en lugares insólitos, eludiendo el radar de la Gestapo; lenguaje que no encontraba muchas veces tiempo suficiente para las palabras y recurría desesperadamente a una mirada cómplice de solidaridad como directriz para reaccionar, para no inculpar bajo tortura, para mentir por la verdad. Esta película cuenta la historia de la verdulera del barrio y el mozo del restaurante, de la administrativa de la fábrica, el jefe de cocina y del portero del edificio, del mayordomo y el médico del hospital, de los que buscaron torcer el curso de los acontecimientos y boicotear la ocupación fascista.
En definitiva, a este relato antinazi –durante el nazismo en acto, valga la pena considerar- podemos reprocharle una tentación desdichada. Lang, en la escritura del guión, contó con la colaboración de Bertolt Brecht. El mismo que sigue emocionando con sus didascálicos poemas en los cuales, y no por casualidad, se olvidó de mencionar a los perseguidos por el estalinismo, régimen al que rendía pleitesía.
Severo, desgarrador, categórico. El director vienés no solo estaba recreando una atmósfera expresionista que tanto le fascinaba y que tanto repitió en sus noir. La ficción tomaba nota del miedo y el dilema moral que se respiraba. El coraje era una verdadera encrucijada para miles, cientos de miles de personas que debieron optar por el bien, es decir por la esperanza y la confianza en los otros para enfrentar la barbarie.
Con este film, es el caso de valorar un Fritz Lang imprescindible. Incluso discordante en materia evocativa respecto de su amplia filmografía. Mientras acontecía la noche más oscura Lang estaba seguro de lo que quería contar; ni el peor de los terrores podía impedir que la humanidad renaciera.


Nace una estrella 
(A star is born)
2018 – USA
Dirección: Bradley Cooper
Reparto: Bradley Cooper, Lady Gaga, Sam Elliott, Andrew Dice Clay


A star is born goza de salud, de genuina salud cinematográfica. Una realización que no deja de sorprender por su frescura a pesar de ser la tercera remake de este octogenario melodrama, sus dos primeros exponentes se desenvuelven en el mundo del cine (1937 y 1954), la adaptación del ´76 y la que nos compete en el mundo musical.
No es poco en los tiempos que corren. Se va cerrando la temporada de premiaciones y el reconocimiento unánime de la crítica, la taquilla –y ahora de las streaming- se encargó de subrayar la vigencia que tiene el gusto por la sordidez y el cinismo, en versión qualité de la mano del griego Lanthimos con su film The Favourite pasando por la ferviente recepción de la sobrevalorada Roma de Cuarón, dotada de un preciosismo audiovisual abrumador pero de un vacío argumental que, por más disfrazado de neorrealismo esté, no deja de ser una experiencia más sensorial que reflexiva porque poco tiene para contar.
En la flamante cuarta entrega Bradley Cooper se inicia en la dirección pero no conforme oficia también de coguionista, coautor musical, coproductor y actor protagónico. Una osadía que supera con creces.
La idea original fue concebida, en los años treinta, por William A. Wellman, uno de los directores más sensibles y agudos que dio la factoría clásica de Hollywood. Si nos trasladamos a los años de la Gran Depresión la primera versión de esta historia representó una crítica enérgica a la cultura de la hipocresía y del oportunismo que se gestaba con el star system.
Un drama que nunca apela al conflicto shakesperiano donde la competencia, la traición y los celos se presentan como agentes inevitables de los dilemas humanos. Jackson Maine, un músico country exitoso, en curva descendiente debido a sus adicciones, conoce circunstancialmente a una joven ignota pero increíblemente talentosa, el amor por la música los aproxima y Maine elige ser generosamente promotor de su meteórica carrera. A medida que avanza la trama, el ocaso de Maine se precipita de manera inversamente proporcional a la popularidad que ella comienza a saborear. Pero no es el vínculo amoroso, que honestamente los une, la razón del drama. Por el contrario, el afecto, el reconocimiento y la preocupación que se prodigan es el recodo auténtico (aunque efímero) donde ampararse. Jack es un náufrago que desea no serlo pero sus intenciones dan de bruces con sus propias fragilidades y con el entorno inescrupuloso y mezquino que rodea a la fama.
Cooper supo hacer uso de un hálito clásico compaginándolo a su original y sensible visión, el resultado: una atmósfera potente pero reposada, alejada lo suficiente de la emotividad barroca propia de cierto melodrama y logrando especialmente en las interpretaciones una solidez inusitada. Sin exageraciones ni romantización de la fatalidad.
Lady Gaga, si bien novata en el terreno lejos está de representar a la cantante que actúa; la joven Ally que encarna es tan delicadamente conmovedora como Judy Garland –en la segunda versión- lo supo ser en su Vicky Lester.
Historia que durante más de 80 años se fue moldeando en las manos de grandes guionistas, directores y actores que la han recreado de acuerdo a sus estilos narrativos y a la época: el mencionado Wellman, George Cuckor, Dorothy Parker, Joan Didion, Janet Gaynor, Fredric March, la Streisand y Kristofferson y felizmente ahora podemos incluir a Bradley Cooper acompañado por una notable Lady Gaga.
 

Paths of glory
1957 – USA
Stanley Kubrick
Reparto: Kirk Douglas, George McReady, Adolphe Mejou. 


Sin dudas es unas de las mejores películas que la filmografía de Kubrick puede ofrecer. Antesala de su gran Espartaco y con tan solo 29 años diseño este alegato antibélico poderoso, honesto y necesario. Una obra cuidadosamente elaborada empezando por un guión sólido, pasando por una maestría cinematográfica sin igual y siguiendo por interpretaciones memorables en manos de Kirk Douglas, George McReady y Adolphe Mejou. 
Kubrick nos impone una historia que confiesa los más íntimos caprichos de los señores de la guerra por conservar el poder. El relato transcurre durante la Primera Guerra a través de una cámara vertiginosa que con largos travellings recorre una y otra vez las nauseabundas trincheras de un regimiento francés. La misión imposible que proviene de los cómodos y seguros despachos militares es la de tomar por asalto la Colina de las hormigas, ocupada por los alemanes. Misión que solo tiene sentido para los altos mandos del Estado Mayor francés, en especial para el oprobioso general Mireau –interpretado de manera excepcional por McReady- y su ambición por conquistar una promoción militar.  
Curiosamente estamos ante un film de guerra que no muestra a los enemigos que acechan al otro lado de la trinchera -¡no divisamos a ningún alemán durante todo el metraje!- porque precisamente se concentra en los enemigos que orquestan miserablemente la carnicería bélica en la propia trinchera. Un tratamiento sumamente incómodo para los paladines del patriotismo y heroísmo de esta guerra infausta.
El fracaso de la misión supondrá el castigo ejemplar entre los soldados donde no faltará una corte marcial inventada para exaltar la impunidad y legitimar la opresión pero también donde comenzará a tomar fuerza un espíritu de dignidad y justicia en manos del coronel Dax (Douglas).
Sus minutos finales, probablemente, estén entre los más conmovedores que nos ha ofrecido el cine.


Sully: hazaña en el Hudson
2016 – Estados Unidos
Dir.: Clint Eastwood
Reparto: Tom Hanks, Aaron Eckhart, Laura Linney, Anna Gunn, Autumn Reeser.
Disponible en Netflix


Eastwood demuestra, a través de los años, una cierta inclinación por las biografías. Lo novedoso y singular sigue siendo su manera de narrarlas. En esta ocasión elige un acontecimiento por lo menos extraordinario. El exitoso amerizaje sobre el río Hudson (NY) del vuelo 1549 comandado por el Capitán Chelsey “Sully” Sullenberg en enero de 2009. Luego de semejante hazaña, Sully y su equipo, debieron atravesar las terroríficas audiencias de la Junta Nacional de Seguridad del Transporte donde ponen en cuestión su accionar.
La precisión y la majestuosidad con que Eastwood elabora los distintos pasajes narrativos sobre el amerizaje hacen que un hecho harto conocido (y con posibilidades de recurrir a imágenes de archivo) no pierda emoción y suspenso. Para ello, la producción adquirió un avión exactamente igual al tripulado en el vuelo 1549 de US Airway y contó con un férreo guión de Todd Komarnicki basado en el libro “El deber supremo” escrito por el capitán Chelsey Sullenberg y Jeffrey Zaslow.
Esta intención de veracidad y exactitud de Eastwood se conjuga (podríamos decir que siempre) con una mirada propia sobre los hechos; lejos ya de una búsqueda de objetividad parte de su interpretación sobre lo ocurrido. Nuevamente Eastwood emplea una ecuación muy propia de su cinematografía: mostrar la realidad no alcanza, hay que interpretarla. Y para ello es necesario volver a lo propiamente humano y su universo moral. En este caso ¿cómo puede determinarse si la elección de amerizar fue la mejor maniobra? Más aún ¿qué intenciones debían preceder a una buena maniobra? ¿Salvar la vida de cientos de personas y evitar una tragedia de grandes proporciones en plena ciudad de Nueva York o salvar una máquina valuada en 60 millones de dólares? A partir de aquí se diferencian los recursos morales, poniendo en evidencia los que se preocupan por deshumanizar la elección de Sully a través de estadísticas, simulaciones y tecnicismos en pos de defender los intereses económicos de la compañía área y la empresa aseguradora. 
En el crepúsculo de la película podríamos anhelar que triunfe la versión de Sully a través de una exposición técnica sin fisuras que demuestre lo acertada que fue su determinación de amerizar en detrimento de volver a algún aeropuerto de la zona. Empero el decurso del film y del propio Sully (brillantemente encarnado por Tom Hanks) nos conduce por otros caminos: ¿son acaso los resultados que provienen de las máquinas las que estipulan si la decisión humana fue la correcta o es el factor humano en juego el que determina si la decisión fue la adecuada? Esta es la mirada que defiende Sully y es la que defiende Clint Eastwood.
Eastwood crea un espejo de los héroes de otro tiempo. Aquellos que nutrían el cine de varias décadas atrás. Sin embargo, sus héroes no son inmaculados. La heroicidad es de carne y huesos; personas que se transforman y que dudan en base a interrogarse sobre lo que está bien y lo que está mal en función de la vida. Sully lo hace. Se pregunta, aun habiendo salvado la vida de 155 personas, si podría haber hecho algo mejor.


Conciencias muertas 
(The Ox-Bow Incident)
USA - 1943
Dirección: William A. Wellman
Reparto: Henry Fonda, Dana Andrews, Anthony Quinn, William Eythe, Harry Davenport


Se trata de una obra maestra del western que supo, en el momento de máximo esplendor del género, poner en contradicción a aquellos ideales que trascendían casi naturalmente en los relatos del lejano oeste. Así como sucedió con otros géneros del clásico, el western no ha sido lineal, más allá de ciertas convenciones narrativas también ha sido una tribuna donde brillantes directores han retratado con sensibilidad y profundidad temas relativos a la condición humana de maneras muy diversas. Wellman es uno de ellos y lo ha hecho de manera rutilante a través de este imperecedero film que el tiempo no parece deteriorar. Lejos estuvo de ubicarse como un iconoclasta, como tal vez ha sido Nicholas Ray o luego Sergio Leone; irrumpió y agitó algunas marcas narrativas propias de las historias del oeste fundamentalmente a partir de su mirada aguda e inquieta sobre dilemas humanos.
La historia comienza en el año 1885 con la llegada de dos forasteros a un pequeño pueblo de Nevada quienes inmediatamente se ven involucrados en la reacción organizada de algunos de sus habitantes frente a un robo violento de ganado. Forman una escuadrilla de matones para dar caza a los culpables, liderada por aquellos que esperan con fruición el espectáculo del linchamiento pero también constituida por aquellos que expresan una compasión diversa pero no se animan a defenderla frente a la mayoría. Finalmente, son las víctimas de esta banda miserable quienes por su integridad ilustran una humanidad diferente poniendo en contradicción a cada uno de ellos. 
En este film la violencia deja de ser excitante y recreativa como sucede en tantos westerns porque el director se concentra en narrar las razones que la motivan; es la violencia del racismo y la prepotencia, de la venganza y la frustración, donde la mítica valentía del cowboy es proporcional a la cantidad de veces que es capaz de apretar el gatillo.
The Ox-Bow Incident ostenta un metraje llamativamente breve en el que logra ahondar con lucidez sobre el sentido de la justicia y el valor de la conciencia; curiosamente, el director, no se empecina en que sus personajes se debatan entre el bien y el mal de manera arquetípica más bien los apremia a indagar en la idea de humanidad que anida en la conciencia y de cómo esta constituye una guía que ilumina -o ensombrece- la propia moral.

Campamento extraordinario 

(Crip Camp: a disability revolution)
Documental – 2020 - USA
Directores: James Lebrecht, Nicole Newnham
Disponible en Netflix


La última producción de los Obama, de la mano de Lebrecht y Newnham, nos transporta a un extraordinario campamento como el título en castellano nos anticipa. En los años setenta, la sensibilidad creativa de un grupo de jóvenes encabezado por Larry Allison reversionó Camp Jened, un campamento veraniego para jóvenes con diversos problemas físicos y mentales.
Un sinfín de audios e imágenes, que ostentan un notable trabajo de restauración y edición, nos cautivan y nos invitan a conocer el éxito de esta iniciativa de encuentro y recreación con sabor a Woodstock. El éxito de la colonia Jened no solo se produjo por convertirse en una suerte de refugio de la discriminación y la condescendencia que estos jóvenes padecían en los ámbitos familiares, escolares y sociales. Fue sin dudas un lugar de sustracción donde era posible experimentar libremente amistades y amores, valerse y conocer de lo que sí eran capaces; donde afanosamente poder descubrir que la corporeidad no solo era el lugar del dolor y la disfunción, podía ser una fuente de conocimiento, sensualidad y placer compartido, de exploración y conquista de la propia integridad. Música, juegos, deporte al aire libre, momentos de discusión y organización de tareas formaban parte del programa cotidiano.
El verano iba llegando a su fin y el retorno a la vida cotidiana era doloroso para casi todos los participantes. Pasaron los años. Algunos volvieron, otros no. Para sus protagonistas la vida continuaba con sus pesares, incertidumbres y anhelos, pero simplemente nada fue igual después de Jened. Para algunos fue tan determinante que ese atisbo de libertad concreta y dignidad compartida no tenía por qué ser solo un estupendo paréntesis en la memoria.
En consonancia a los tiempos que corrían y en un momento de especial ebullición juvenil algunos de los frecuentadores de Jened se reencontraron en la exigencia íntima de radicalizar aquello que habían experimentado y aprendido allí. De la mano de Judith Heumann dieron vida a un movimiento por los derechos civiles de personas con discapacidad. A contar este recorrido se dedica la segunda parte del documental. Resta decir que una banda sonora vibrante acompaña y se ensambla con la vitalidad contagiosa de las luchas que emprendieron (como la valiente ocupación de un edificio público durante once días), de las exigencias de dignidad que las motivaron y, por último, pero no menos especial, de las fantásticas personalidades que las protagonizaron.



Historia de un matrimonio 

(Marriage Story)
2019 – USA
Dir. Noah Baumbach
Intérpretes: Scarlett Johansson, Adam Driver, Laura Dern, Azhy Robertson

Con un diseño de producción cautivante e interpretaciones exquisitas Baumbach vuelve a la carga con los temas que más circulan por su filmografía: matrimonio, divorcio y familia (especialmente en conflicto). El ánimo, tono y discurso pueden variar pero resulta inalterable la atmósfera neoyorquina; Manhattan, Brooklyn… esas repúblicas plagadas de frustraciones estetizadas y de verborragia psicoanalizada, donde se respira un progresismo escéptico que no abandona la idea del sueño americano pero del que siempre sospecha.
En Marriage Story, con una narrativa más humana que intimista, se distancia del naturalismo indie que imprimió en las festivaleras Frances Ha y Mistress America y del cinismo irritante de The squid and the wale.
Esta vez se embarca en el ocaso de un matrimonio concentrándose especialmente en el proceso de divorcio. Sabemos que Charlie (Driver) y Nicole (Johansson) alguna vez se amaron y se unieron, pero ni siquiera forzados por un ejercicio terapéutico frente a un mediador de divorcios son capaces de dirigirse la palabra.
El director manifiesta sus conjeturas. El matrimonio en definitiva no exige dedicación por conocer a la persona que se ama, se edifica sobre renuncias y concesiones –no dichas- que se van transformando en frustración para Nicole y en indiferencia para Charlie; este ni siquiera logra identificar los motivos de distancia y desencuentro y menos aún comprender que las exigencias de Nicole simplemente no son las mismas que las suyas.
Les resulta imposible hablar de lo que sienten y de cómo cambiaron los sentimientos, cuando lo intentan, en el mejor de los casos, no logran imaginarse más allá de la experiencia de la relación, de la compatibilidad de gustos o del grado de tolerancia a las imperfecciones, en el peor de los casos llegan a tratarse de manera despiadada.
La incapacidad de hablar se va transformando en un padecimiento desesperado que concluye en la intervención de inescrupulosos abogados de divorcio; una representación descarnada de la regulación institucional de las relaciones humanas. Los irresueltos sentimentales se transforman en un miserable campo de batalla, donde los hijos se convierten en un patrimonio en disputa y donde el que tiene la mayor osadía de destrucción es el que ostenta la victoria. Ninguno de los dos pretendía llegar a esas circunstancias, porque son buenas personas y se quieren, pero tampoco se explican cómo podría ser de otra manera, a lo sumo aspiran a infligirse el menor dolor posible.
A pesar de las buenas intenciones del director, las generalizaciones que extrae sobre el mundo sentimental no son muy diversas de films recientes como My happy family proveniente de la lejana Georgia y un poco más allá en el tiempo Escenas de la vida conyugal de Bergman y Kramer vs. Kramer de alguna manera sentaron un fuerte precedente sobre el tema. La manera de tratarlo, aún conteniendo estilos narrativos tan diversos entre sí, no escapa a la idea del amor entendido en términos de la experiencia de éxitos y fracasos relacionales. En definitiva, es la historia de un matrimonio, no la de un amor. El director elige criticar la institución y las consecuencias de su fracaso, pero en última instancia es legítima, por lo tanto, inevitable la resignación. Ahora interrogarse sobre los amores, los sentimientos que se transforman y sus posibles expresiones relacionales siguen siendo aún un misterio casi inabordable. 

El otro lado de la esperanza 

(Toivon tuolla puolen)
Año: 2017
País: Finlandia
Director: Aki Kaurismäki
Reparto: Sakari Kuosmanen, Sherwan Haji, Kati Outinen, Tommi Korpela, Janne Hyytiäinen, Ilkka Koivula, Kaija Pakarinen, Nuppu Koivu, Tuomari Nurmio, Niroz Haji
  
La última película de Kaurismäki vuelve a concentrarse en los refugiados. Es la segunda entrega de las características trilogías con las que el director finlandés suele organizar su cine. Film que ha presentado en los principales festivales europeos expresando una sensibilidad auténtica sobre este drama: “hemos olvidado que los refugiados son gente que ama y necesita ser amada, que tiene una historia y unos sentimientos, y que sufre. Y sufre sobre todo a causa de nuestra indiferencia, y al trato inhumano que les damos.” Pero su película no es un simple llamado a la indignación o un decálogo de padecimientos. Si bien es categórico respecto de la dinámica xenófoba que regurgita detrás de la aparente paz y prosperidad finlandesa -que se expresa desde la burocracia institucional de los centros de acogida, los controles policiales, hasta la avanzada de ataques neofascista contra los inmigrantes- logra condensar la atención de la trama en las más variopintas expresiones solidarias. Y lo hace, siempre fiel a sus mundos anacrónicos poblados de personajes extravagantes, a través de las vicisitudes de Khaled, un refugiado sirio que luego de un peregrinar desgarrador logra llegar al puerto de Helsinki escondido en un buque carguero. Su historia se cruza con la de Waldemar Wikstrom, quien decide transformar completamente su soporífera vida, yéndose de su casa, dejando su insípido trabajo de vendedor de camisas y embarcándose en la compra de un decadente restaurante con sus empleados incluidos. Todos ellos conformarán esa pandilla de desafortunados típicas de las fábulas de Kaurismäki de las que brota un profundo sentido de dignidad humana, de hospitalidad y de ayuda desinteresada.

     

Sophie Scholl, los últimos días 

(Sophie Scholl: Die letzten tage)
Año: 2005
País: Alemania
Director: Marc Rothemund
Reparto: Julia Jentsch, André Hennicke, Alexander Held, Johanna Gastdorf, Fabian Hinrichs

El núcleo duro estaba conformado por Hans Scholl, Sophie Scholl, Alexander Schmorell, Christoph Probst, Willi Graf y algunos intelectuales, teólogos, filósofos, profesores de la universidad de Múnich, que colaboraban directamente con ellos.
El intento de adoctrinamiento sufrido durante los meses de servicio social, que por obligación debían hacer para poder matricularse en la universidad, fue un pasaje de radicalización. La persecución a judíos, gitanos, el aniquilamiento de personas con enfermedades mentales, las espantosas noticias que recibían de Polonia, la realidad de los guetos y los campos de concentración aceleraron en ellos un profundo fervor de compromiso moral contra el nazismo.
Los miembros más abnegados se conocieron a través de veladas literarias y tertulias culturales clandestinas donde leían y comentaban las obras prohibidas por el régimen. Allí se encontraron con otros jóvenes sensibles, teólogos y filósofos cristianos con los que sentían una necesidad común de reaccionar contra la guerra del régimen totalitario.
Se dedicaron a emitir llamamientos que distribuían por correo postal durante el día y durante la madrugada lo hacían casa por casa, al mismo tiempo que realizaban pintadas por toda la ciudad. Algunos de ellos se trasladaban a otras ciudades para reclutar jóvenes, para promover nuevas células de resistencia, para conseguir financiamiento de personas que tal vez no se animaban a distribuir las declaraciones, por el riesgo que implicaba, pero que colaboraban con dinero, con papel, con estampillas, con sobres y con hectógrafos.
Es un buen film que invita a seguir conociendo la coherencia y el coraje extraordinario de este grupo de jóvenes que expresó una lucidez analítica que vislumbraba el amargo destino de la humanidad sino se combatía y derrotaba al nacionalsocialismo combinado con un inquebrantable sentido de solidaridad moralmente constituido en la defensa de la vida a cualquier costo.

Como ilustra su título, el film se adentra en la primera detención y enjuiciamiento de algunos de los componentes del grupo de resistencia al nazismo conocido como La Rosa Blanca. A este primer juicio le sucedieron otros donde la mayoría de sus miembros corrieron con la misma suerte, la ejecución inmediata. Hitler, a través de sus execrables representantes del Tribunal Popular, buscó desesperadamente desmantelar la amenaza que representaban las voces de estos jóvenes alemanes, en su mayoría católicos y protestantes, que se dedicaron con increíble coraje a denunciar las atrocidades cometidas por el nazismo y a incitar la reacción inmediata del pueblo alemán ante la barbarie.