El racismo sigue asesinando en EE.UU: democracia sin respiro


El uniforme azul que usan durante el día se transforma en la sábana blanca detrás de la cual se esconden a la noche: así los agentes de la policía norteamericana se convierten en asesinos de afroamericanos, y no importa si son o no formalmente afiliados al Ku Klux Klan. Matan a 500 de ellos por semestre y la última ejecución le quitó la vida a George Floyd, asfixiado por un policía que apretó su cuello durante siete minutos, sin disminuir la presión aun cuando la víctima le suplicase que lo dejara respirar. Las protestas, en su mayoría pacíficas no obstante la violencia de los militares y civiles racistas, se han extendido desde Minneapolis a todo el país. En algunos casos incluso cargadas de rabia pero ¿cómo podría ser de otra forma? Por todos lados aparecen los carteles y slogans de Black Lives Matter (la vida de los negros importa) levantados y gritados por personas de distintas etnias, no solo afroamericanos. Mientras Trump se llena la boca con palabras de apoyo a las protestas de la población de Hong Kong contra el coloso liberticida chino, su policía asesina a personas a sangre fría solo porque son negras, impone el toque de queda y amenaza con enviar el ejército a Minneapolis declarándose pronto a disparar a los manifestantes y lanzar los perros contra ellos. Esta es su democracia.
La nación líder del sistema democrático global se fundó sobre la sangre de los nativos y esclavos. El racismo que está en la base de la democracia norteamericana y de todas las democracias y Estados se vuelve asesino en la decadencia de un sistema deteriorado y cada vez más deshumano. La Norteamérica de Trump es racista en su esencia, ni siquiera Obama pudo extirpar este flagelo originario radicado profundamente en el tejido de la sociedad y del Estado democrático estadounidense. 
Está quien de frente a lo que sucede aun se obstina en afirmar que la democracia no tiene nada que ver con todo esto, o más aun que “la democracia es un respiro: en cambio es un hecho que el respiro lo quita hasta matar. Y este es también el respiro que la falta a las instituciones democráticas, imposibilitadas de hacer cuentas con las propias taras originarias. La justicia y el respeto por la vida que buscamos, para ser satisfechos, deben poder mirar más allá, hacia otras lógicas y posibilidades de convivencia. La solidaridad humana y el antirracismo radical que nacen del humanismo socialista que nos anima son motivo de compromiso y de búsqueda de unión con todas las personas y sectores solidarios, porque la vida de todos es importante e insustituible; defenderla significa mejorar también la nuestra.

La Comune
31 de mayo 2020
13 horas