Reparto: Seydou Sarr, Moustapha Fall, Hichem Yacoubi, Issaka Sawadogo.
RAI Cinema, Italia, 2023.
Duración: 121 mins.
✒ Gustavo Pfeifer
Nominada al Oscar por mejor película extranjera, Yo, capitán tiene como protagonistas a Seydou y Moussa, dos jóvenes senegaleses de 16 años que, en busca de una vida mejor, emprenden un viaje a través del continente africano y del mar para llegar a Italia.
El periplo de estos chicos, que visten camisetas del Barcelona y de la NBA, y que sueñan con ser músicos en esa Europa que miran a través de sus celulares, se retratará con un realismo crudo, incluso para quienes ya se lo esperan. La película va en serio a la hora de hacer cuentas con los dramas infinitos por los que ellos (y millones de seres humanos de carne y hueso) tendrán que atravesar en el Sahara, en Libia, en el Mediterráneo.
Y aún así es evidente, desde la primera escena, la belleza atrapante y conmovedora, esperanzadora, de la película. La frescura de la actuación debut de Seydou, la versatilidad de la fotografía (que articula la intimidad de los personajes con paisajes imponentes y/o desgarradores) y la sensibilidad de la banda sonora le dan al relato un tono, al mismo tiempo, dulce y dramático.
Sin embargo, lo que hace brillar a Yo, capitán es lo que está detrás de todo esto: el enfoque, los contenidos. En esta historia, la inmigración no es un dato para el análisis sociopolítico. Es un hecho humano, motivado por elecciones de personas comunes, por anhelos de dignidad y de libertad, por sueños profundos aunque confusos, por la ingenuidad y por el coraje. Y sobre todo, por un tejido de pequeñas y apresuradas decisiones de rescate, de solidaridad, de colaboración y de cooperación que salvan vidas.
De esta manera, vemos también, en esta road movie de iniciación (cuyo guion está hecho de distintas historias de viajes reales), el crecimiento y la toma de conciencia de Seydou: cómo madura su sentido de bondad, cómo se radicaliza en él el valor de la vida, cómo sus decisiones van forjando su personalidad a lo largo del camino.
Mujeres en red
Kate Quinn
Penguin Random House
España, 2021
576 págs.
Una travesía inédita
Magallanes. La aventura más audaz de la humanidad
Stefan Zweig (Trad. Alfredo Cahn). Ed. Claridad, Buenos Aires, 1951. 314 págs.
Stefan Zweig nos cuenta en la imperdible introducción que su motivación para escribir este libro fue simplemente la vergüenza. En el año 1937, durante una travesía en un lujoso barco de Europa a Buenos Aires se aburrió de la monotonía y previsibilidad del viaje, lo que inmediatamente lo llevó a imaginarse en el lugar de los primeros exploradores que atravesaron los océanos del planeta.
La hazaña de Magallanes llamó su atención y su curiosidad. El libro nos embarca en un viaje espacio-temporal, partiendo de la Europa del siglo XVI para dar la vuelta al globo. Con una prosa ágil, digna de una novela de aventuras, se narran las peripecias del personaje: su servicio al rey portugués, el traslado a España, los complejos preparativos de la expedición y los dramas del viaje.
De los cinco barcos y las doscientas sesenta y cinco personas que partieron de Sevilla, sólo retornaron tres años después un galeón y dieciocho marineros. La escasez de recursos, el recelo de la tripulación –motines incluidos– y las condiciones de la navegación estuvieron a punto de hacer fracasar la expedición en varias oportunidades.
Durante el relato el autor explora los rasgos de personalidad y motivaciones de los individuos para interpretar el devenir de los hechos, que se contrastan con la documentación histórica disponible. No oculta las intrigas y oscuras negociaciones que fueron necesarias para obtener la financiación de la empresa y el permiso de la monarquía. Aunque por momentos prima un enfoque demasiado benévolo del propio Magallanes, tampoco omite las miserias y errores de quienes fueron parte de la historia.
Zweig desarrolla con maestría narrativa una aventura única, mostrando en el camino que sus protagonistas han sido personas de carne y hueso. En sus palabras: “A los más grandes hechos heroicos de la humanidad siempre les queda pegado un algo inconcebible, porque se elevan tan enormemente sobre el término medio terrestre; pero siempre la humanidad reconquista su fe en sí misma sólo por lo increíble que ha realizado.”
F.J.E.
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Mágico mundo interno
Un mago de Terramar
Ursula K. Le Guin. Ediciones Minotauro, Buenos Aires, 2017. 224 págs.
En las tardes de verano, quizás de vacaciones y rodeados de naturaleza, ¿hay algo mejor que sentarnos a leer un buen libro? Uno atrapante, entretenido, una historia que nos sorprenda. A veces la recomendación de un amigo o de un buen librero, o quizás aquel que pasó un año o dos en nuestro estante, esperando con paciencia el momento de encontrarnos.
A mí, este año, me tocó descubrir a Ursula K. Le Guin, la famosa escritora norteamericana de ciencia ficción y fantasía, autora de clásicos como La mano izquierda de la oscuridad (1969), a quien ya hemos tenido la oportunidad de celebrar en las páginas de este periódico, en 2018, a propósito de su fallecimiento.
El libro en cuestión se llama Un mago de Terramar (1968).
En el vasto archipiélago de un mundo enteramente imaginado, un joven descubre
que posee poderes únicos. ¿Cómo aprender a usarlos? Cuentan las leyendas que la
capacidad de un mago reside en saber pronunciar el verdadero nombre de
las cosas, de los animales, de las personas. ¿Cómo descubrirlos?
Y además, ya que desde pequeño, a cada paso adelante que da en
el camino de la magia, una extraña y poderosa sombra lo persigue y lo acecha
con una insistencia creciente, ¿cómo medir las consecuencias de esos
descubrimientos en el frágil equilibrio de su mundo?
Así es como para Ged, joven curioso y entusiasta, el viaje hacia
el conocimiento no podrá completarse si antes no se conquista algunos poderes
mucho menos extravagantes que los sortilegios para invocar espectros o
manipular los vientos, que tanto le agradan: la paciencia, la humildad, la
amistad.
Esta novela, aunque pensada y escrita como una historia única, terminaría siendo apenas la primera entrega de una saga extensa, aclamada internacionalmente por sus personajes entrañables, su lenguaje en apariencia sencillo pero de una profunda poesía, y la presencia constante de una dimensión moral que jamás cae en moralismo. ¿Viajamos?
GUSTAVO PFEIFER
La ruta de la solidaridad
El
ferrocarril subterráneo
Colson Whitehead. Random
House, Barcelona, 2017, pags. 316.
Cora
es una joven esclava negra en una de las muchas plantaciones de algodón de la
primera mitad del
s. XIX en Georgia.
Como su madre y su abuela, está destinada a una vida de trabajo agotador y de
total ausencia de libertad y dignidad: igual que los animales y las
herramientas, es propiedad de la familia de blancos que posee esas tierras.
Como los demás negros, está obligada a sufrir violencias continuas por parte de
los patrones y, como mujer, también de hombres esclavos como ella. Por eso
sueña con la huida hacia una vida libre: en efecto, junto a su amigo Caesar,
consigue escapar y comienza un largo viaje hacia el norte, gracias al “ferrocarril
subterráneo”. Este último, que fue una auténtica red humana de abolicionistas
que ayudaban a los esclavos a huir y a reconstruirse una vida libre, es transformado
por el autor en un verdadero ferrocarril que recorre miles de kilómetros bajo tierra
y se convierte en una metáfora de la búsqueda de afirmación de una vida digna
de ser vivida.
El valor de esta novela
no está solo en la denuncia de la crueldad de la esclavitud, sino también en la
ligazón que Whitehead reconstruye y subraya entre la expropiación de las
tierras a los pueblos nativos americanos y el esclavismo como bases para la construcción
de la democracia americana. Democracia que, además, como nos cuenta el autor, también
buscará con formas de violencia menos explícitas, pero no por eso menos
brutales, impedir la autodeterminación de la población negra. Una novela que,
al contar las peripecias de la protagonista y sus profundas reflexiones, nos
permite continuar reflexionando sobre los nudos aun irresueltos de la historia
norteamericana.
Sibilla Caroppo
Publicado en La Comune 365
*
El
juicio boomerang
El juicio de los 7 de Chicago
Dir. Aaron Sorkin, con Sacha Baron Cohen, Michael Keaton. Netflix, EE.UU., 2020
¿Por qué vale la pena ver la película de los siete de Chicago? Porque es un homenaje sentido y respetuoso a las extraordinarias movilizaciones pacifistas que contribuyeron a la derrota de los patrones de la guerra en Vietnam. Porque es un retrato verosímil de las contradicciones en el seno de las instituciones judiciales, y no solamente en ellas, en los EE.UU. a fines de los años sesenta: entre quien quería vengarse y contrarrestar en todo sentido la radicalización juvenil y la lucha por los derechos civiles –policías brutales y jueces obtusos–, y quien, después de todo, estaba influenciado por aquellas lecciones de dignidad. Porque está bien narrado: un guion sólido; un montaje continuo que alterna entre el presente en una sala de tribunal, las memorias de los imputados y los documentos auténticos; y bien actuado: interpretaciones convincentes por parte de actores consagrados y otros más jóvenes, de gran versatilidad. Virtudes que hacen perdonar cualquier aproximación en la evaluación de los sujetos políticos organizados, como un poco de benevolencia en el tratamiento de los límites del movimiento estudiantil y una concesión al racialismo, en la variante de los Black Panthers. Sin embargo, hace que nos den ganas de ir a buscar lecturas y fuentes para saber más (por ejemplo, quiénes fueron los Yippies, del Youth International Party, que no eran los hippies). Y de cómo, años más tarde, fue posible la victoria del pequeño y orgulloso pueblo del Sudeste Asiático sobre la gran potencia presuntamente invencible. Incluso gracias a lo que ocurría en San Francisco, Washington, Chicago, y en el resto del mundo.
Carla Longobardo
Publicado en La Comune 368
*
Los arrepentidos de Silicon Valley
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Imaginar la aventura de la historia
Memorias de Adriano
Marguerite Yourcenar
Sudamericana,
Buenos Aires, 1955 (Trad. Julio Cortázar), pp. 345
La
historia, ¿qué es, o más importante, qué queremos que sea? ¿Una sucesión de
datos, hechos y fechas a memorizar, como tantas veces nos instruyen en las
escuelas? ¿Un esquema fijo de períodos escalonados, que evolucionan
objetivamente por las leyes del progreso, como quiere desde distintas
posiciones la academia?
¿O
podemos intentar pensarla, imaginarla, comprenderla de otra manera, como algo
humano? ¿Sentirnos, en el presente, sus protagonistas, así como lo serán otras
y otros después de nosotros, y como lo fueron tantos en el pasado? Y además,
una pregunta que me hago muy seguido: ¿puede a veces la ficción, la literatura,
sugerirnos el camino de este redescubrimiento? Con estas preguntas en mente es
que Memorias de Adriano, novela de Marguerite Yourcenar, puede ser una
lectura muy interesante. Publicado en París en 1951, este clásico de la
literatura se imaginó como el “retrato de una voz”, la de un emperador romano
que narra su vida (marcada por la pasión por los viajes, la sabiduría y el
amor, pero también por no pocas luchas, guerras y otras desventuras estatales)
en una larga carta destinada a su eventual sucesor, Marco Aurelio.
Una
lectura bella no solo por su estilo: aquí la calidad de la escritura, el ritmo
suave de una prosa meditada, que invita el lector a reflexionar luego de cada
párrafo, a detenerse y contemplar cada frase, no se deben tanto al virtuosismo
formal como a una atención creativa a cómo piensa una persona, es decir, al
mundo interno del personaje evocado. Lo dice la propia escritora en su generoso
Cuaderno de notas a las “Memorias de Adriano”, donde abre las puertas de
su propio “taller” y donde descubrimos que su método de escritura fue, ante
todo: “atender solo a lo más duradero, a lo más esencial que hay en nosotros,
en las emociones de los sentidos o en las operaciones del espíritu, como puntos
de contacto con esos hombres que, como nosotros, comieron aceitunas, bebieron
vino, se embadurnaron los dedos con miel, lucharon contra el viento despiadado
y la lluvia enceguecedora y buscaron en verano la sombra de un plátano y
gozaron, pensaron, envejecieron y murieron”. “Todo ser que haya vivido la
aventura humana vive en mí”, concluye.
Gracias a la sensibilidad de Yourcenar, podemos sumergirnos en esta aventura humana que es la historia, e imaginar con ella mucho de cómo se representaban su propia época quienes vivieron en la antigüedad. Aunque no sin nuestros recaudos. Al fin y al cabo, una pregunta resuena desde el principio de la lectura. ¿Podemos compartir con la escritora francesa, de una profundidad indudable, la identificación que siente y expresa por su Adriano (hombre refinado, curioso y pasional, menos violento que antecesores y sucesores, pero un emperador al fin de cuentas, es decir, con sus manos manchadas de sangre como todo príncipe)?
Gustavo Pfeifer
Nación de inmigración
(Immigration Nation)
Serie Documental – Netflix, EE.UU., 2020
Directores: Shaul Schwarz, Christina Clusiau
Tocando el cielo
(Winged Migration)
Documental - 2001 – Francia
Directores: Jacques Perrin, Michel Debats, Jacques
Cluzaud
*
Juguetes hechos de palabras
*
P.N.
(Crip Camp: a disability revolution)
Documental – 2020 - USA
Directores: James Lebrecht, Nicole Newnham
Disponible en Netflix
La
última producción de los Obama, de la mano de Lebrecht y Newnham, nos
transporta a un extraordinario campamento como el título en castellano nos
anticipa. En los años setenta, la sensibilidad creativa de un grupo de jóvenes encabezado
por Larry Allison reversionó Camp Jened, un campamento veraniego para
jóvenes con diversos problemas físicos y mentales.
Un
sinfín de audios e imágenes, que ostentan un notable trabajo de restauración y
edición, nos cautivan y nos invitan a conocer el éxito de esta iniciativa de encuentro
y recreación con sabor a Woodstock. El éxito de la colonia Jened no
solo se produjo por convertirse en una suerte de refugio de la discriminación y
la condescendencia que estos jóvenes padecían en los ámbitos familiares, escolares
y sociales. Fue sin dudas un lugar de sustracción donde era posible
experimentar libremente amistades y amores, valerse y conocer de lo que sí eran
capaces; donde afanosamente poder descubrir que la corporeidad no solo era el
lugar del dolor y la disfunción, podía ser una fuente de conocimiento,
sensualidad y placer compartido, de exploración y conquista de la propia
integridad. Música, juegos, deporte al aire libre, momentos de discusión y organización
de tareas formaban parte del programa cotidiano.
El
verano iba llegando a su fin y el retorno a la vida cotidiana era doloroso para
casi todos los participantes. Pasaron los años. Algunos volvieron, otros no. Para
sus protagonistas la vida continuaba con sus pesares, incertidumbres y anhelos,
pero simplemente nada fue igual después de Jened. Para algunos fue tan
determinante que ese atisbo de libertad concreta y dignidad compartida no tenía
por qué ser solo un estupendo paréntesis en la memoria.
En
consonancia a los tiempos que corrían y en un momento de especial ebullición
juvenil algunos de los frecuentadores de Jened se reencontraron en la
exigencia íntima de radicalizar aquello que habían experimentado y aprendido
allí. De la mano de Judith Heumann dieron vida a un movimiento por los derechos
civiles de personas con discapacidad. A contar este recorrido se dedica la
segunda parte del documental. Resta decir que una banda sonora vibrante
acompaña y se ensambla con la vitalidad contagiosa de las luchas que
emprendieron (como la valiente ocupación de un edificio público durante once
días), de las exigencias de dignidad que las motivaron y, por último, pero no
menos especial, de las fantásticas personalidades que las protagonizaron.
Historia de un matrimonio
(Marriage Story)
2019 – USA
Dir. Noah Baumbach
Intérpretes: Scarlett
Johansson, Adam Driver, Laura Dern, Azhy Robertson
Con un diseño de producción cautivante
e interpretaciones exquisitas Baumbach vuelve a la carga con los temas que más
circulan por su filmografía: matrimonio, divorcio y familia (especialmente en
conflicto). El ánimo, tono y discurso pueden variar pero resulta inalterable la
atmósfera neoyorquina; Manhattan, Brooklyn… esas repúblicas plagadas de frustraciones estetizadas y de verborragia
psicoanalizada, donde se respira un progresismo escéptico que no abandona la
idea del sueño americano pero del que siempre sospecha.
En Marriage Story, con una narrativa más humana que intimista, se
distancia del naturalismo indie que
imprimió en las festivaleras Frances Ha
y Mistress America y del cinismo
irritante de The squid and the wale.
Esta vez se embarca en el
ocaso de un matrimonio concentrándose especialmente en el proceso de divorcio. Sabemos
que Charlie (Driver) y Nicole (Johansson) alguna vez se amaron y se unieron,
pero ni siquiera forzados por un ejercicio terapéutico frente a un mediador de
divorcios son capaces de dirigirse la palabra.
El director manifiesta sus
conjeturas. El matrimonio en definitiva no exige dedicación por conocer a la
persona que se ama, se edifica sobre renuncias y concesiones –no dichas- que se
van transformando en frustración para Nicole y en indiferencia para Charlie;
este ni siquiera logra identificar los motivos de distancia y desencuentro y
menos aún comprender que las exigencias de Nicole simplemente no son las mismas
que las suyas.
Les resulta imposible hablar
de lo que sienten y de cómo cambiaron los sentimientos, cuando lo intentan, en
el mejor de los casos, no logran imaginarse más allá de la experiencia de la
relación, de la compatibilidad de gustos o del grado de tolerancia a las
imperfecciones, en el peor de los casos llegan a tratarse de manera despiadada.
La incapacidad de hablar se va
transformando en un padecimiento desesperado que concluye en la intervención de
inescrupulosos abogados de divorcio; una representación descarnada de la
regulación institucional de las relaciones humanas. Los irresueltos sentimentales
se transforman en un miserable campo de batalla, donde los hijos se convierten
en un patrimonio en disputa y donde el que tiene la mayor osadía de destrucción
es el que ostenta la victoria. Ninguno de los dos pretendía llegar a esas
circunstancias, porque son buenas personas y se quieren, pero tampoco se
explican cómo podría ser de otra manera, a lo sumo aspiran a infligirse el
menor dolor posible.
A pesar de las buenas
intenciones del director, las generalizaciones que extrae sobre el mundo
sentimental no son muy diversas de films recientes como My happy family proveniente de la lejana Georgia y un poco más allá
en el tiempo Escenas de la vida conyugal
de Bergman y Kramer vs. Kramer de
alguna manera sentaron un fuerte precedente sobre el tema. La manera de
tratarlo, aún conteniendo estilos narrativos tan diversos entre sí, no escapa a
la idea del amor entendido en términos de la experiencia de éxitos y fracasos
relacionales. En definitiva, es la historia de un matrimonio, no la de un amor.
El director elige criticar la institución y las consecuencias de su fracaso,
pero en última instancia es legítima, por lo tanto, inevitable la resignación.
Ahora interrogarse sobre los amores, los sentimientos que se transforman y sus posibles
expresiones relacionales siguen siendo aún un misterio casi inabordable.
*
El otro lado de la esperanza
(Toivon tuolla puolen)Año: 2017
País: Finlandia
Director: Aki Kaurismäki
Reparto: Sakari Kuosmanen, Sherwan Haji, Kati Outinen, Tommi Korpela, Janne Hyytiäinen, Ilkka Koivula, Kaija Pakarinen, Nuppu Koivu, Tuomari Nurmio, Niroz Haji
La última película de Kaurismäki vuelve a concentrarse en los refugiados. Es la segunda entrega de las características trilogías con las que el director finlandés suele organizar su cine. Film que ha presentado en los principales festivales europeos expresando una sensibilidad auténtica sobre este drama: “hemos olvidado que los refugiados son gente que ama y necesita ser amada, que tiene una historia y unos sentimientos, y que sufre. Y sufre sobre todo a causa de nuestra indiferencia, y al trato inhumano que les damos.” Pero su película no es un simple llamado a la indignación o un decálogo de padecimientos. Si bien es categórico respecto de la dinámica xenófoba que regurgita detrás de la aparente paz y prosperidad finlandesa -que se expresa desde la burocracia institucional de los centros de acogida, los controles policiales, hasta la avanzada de ataques neofascista contra los inmigrantes- logra condensar la atención de la trama en las más variopintas expresiones solidarias. Y lo hace, siempre fiel a sus mundos anacrónicos poblados de personajes extravagantes, a través de las vicisitudes de Khaled, un refugiado sirio que luego de un peregrinar desgarrador logra llegar al puerto de Helsinki escondido en un buque carguero. Su historia se cruza con la de Waldemar Wikstrom, quien decide transformar completamente su soporífera vida, yéndose de su casa, dejando su insípido trabajo de vendedor de camisas y embarcándose en la compra de un decadente restaurante con sus empleados incluidos. Todos ellos conformarán esa pandilla de desafortunados típicas de las fábulas de Kaurismäki de las que brota un profundo sentido de dignidad humana, de hospitalidad y de ayuda desinteresada.
(Sophie Scholl: Die letzten tage)
Año: 2005
País: Alemania
Director: Marc Rothemund
Reparto: Julia Jentsch,
André Hennicke, Alexander Held, Johanna Gastdorf, Fabian Hinrichs
El núcleo duro estaba conformado
por Hans Scholl, Sophie Scholl, Alexander Schmorell, Christoph Probst, Willi
Graf y algunos intelectuales, teólogos, filósofos, profesores de la universidad
de Múnich, que colaboraban directamente con ellos.
El intento de adoctrinamiento
sufrido durante los meses de servicio social, que por obligación debían hacer
para poder matricularse en la universidad, fue un pasaje de radicalización. La
persecución a judíos, gitanos, el aniquilamiento de personas con enfermedades
mentales, las espantosas noticias que recibían de Polonia, la realidad de los
guetos y los campos de concentración aceleraron en ellos un profundo fervor de
compromiso moral contra el nazismo.
Los miembros más abnegados se conocieron
a través de veladas literarias y tertulias culturales clandestinas donde leían
y comentaban las obras prohibidas por el régimen. Allí se encontraron con otros
jóvenes sensibles, teólogos y filósofos cristianos con los que sentían una
necesidad común de reaccionar contra la guerra del régimen totalitario.
Se dedicaron a emitir
llamamientos que distribuían por correo postal durante el día y durante la
madrugada lo hacían casa por casa, al mismo tiempo que realizaban pintadas por
toda la ciudad. Algunos de ellos se trasladaban a otras ciudades para reclutar
jóvenes, para promover nuevas células de resistencia, para conseguir
financiamiento de personas que tal vez no se animaban a distribuir las
declaraciones, por el riesgo que implicaba, pero que colaboraban con dinero,
con papel, con estampillas, con sobres y con hectógrafos.
Es un buen film que invita a seguir
conociendo la coherencia y el coraje extraordinario de este grupo de jóvenes que
expresó una lucidez analítica que vislumbraba el amargo destino de la humanidad
sino se combatía y derrotaba al nacionalsocialismo combinado con un inquebrantable
sentido de solidaridad moralmente constituido en la defensa de la vida a
cualquier costo.
Como ilustra su título, el
film se adentra en la primera detención y enjuiciamiento de algunos de los
componentes del grupo de resistencia al nazismo conocido como La Rosa Blanca. A este primer juicio le
sucedieron otros donde la mayoría de sus miembros corrieron con la misma suerte,
la ejecución inmediata. Hitler, a través de sus execrables representantes del Tribunal
Popular, buscó desesperadamente desmantelar la amenaza que representaban las
voces de estos jóvenes alemanes, en su mayoría católicos y protestantes, que se
dedicaron con increíble coraje a denunciar las atrocidades cometidas por el
nazismo y a incitar la reacción inmediata del pueblo alemán ante la barbarie.