Así nos ven (When they
see us)
Serie – 2019 - USA
Dirección: Ava DuVernay
Reparto: Jharrel Jerome, Aujanue Ellis, Asante Blackk,
Caleel Harris, Ethan Herisse, Marquis Rodriguez, Chris Chalk, Jovan Adepo, John
Leguizamon, Vera Farmiga, Felicity Huffman.
Disponible en Netflix
Esta miniserie, compuesta de cuatro partes, fue
estrenada en Netflix el año pasado. A partir de las numerosas y diversas
expresiones antirracistas en curso a partir del brutal asesinato de George
Floyd vuelve a resonar esta historia que ya durante su estreno causó bastante
conmoción.
La directora de Selma (2014) ha volcado su trayectoria
como realizadora a tratar la cultura afroamericana y el racismo en
Norteamérica, tanto en ficción como en documentales, y en esta ocasión eligió
narrar “los cinco de Central Park”, uno de los hechos de persecución policial y
racista más estremecedores ocurridos en Norteamérica. En 1989 cinco jóvenes
afroamericanos fueron condenados injustamente por la violación de una mujer en
el Central Park.
Los diversos episodios se encargan de relatar los
distintos momentos: la persecución de los jóvenes, el juicio, las penurias que
sufrieron durante un largo confinamiento y el escarnio mediático. En resumidas
cuentas, retrata y denuncia una maniobra orgánica para condenar a los cinco jóvenes
por ser negros, compuesta por policías, fiscales, abogados, periodistas y
empresarios como Trump (quien sacó una solicitada en los medios gráficos más
importantes de USA pidiendo el retorno de la pena de muerte) donde no faltó la
intimidación, la violencia y las evidencias plantadas.
Un caso impactante pero no excepcional para el
historial americano, sin dudas por los acontecimientos actuales, pero además
porque la memoria nos recuerda la brutalidad policial en la convulsionada
Detroit de 1967 (hechos que Katheryn Bigelow retrató en la poco valorada Detroit,
2017), la violencia feroz alrededor del caso Rodney King y tantas otras
expresiones de racismo institucional pero también latentes y legitimadas por
sectores de la sociedad americana.
Una serie posicionada que ostenta habilidad narrativa
y periodística, un relato crudo y desgarrador interesante de conocer a pesar de
las limitaciones representativas del discurso de denuncia.
La serie está acompañada por un programa realizado por
su productora; Oprah Winfrey presenta: Así nos ven ahora. El mismo está
disponible también en Netflix donde es posible conocer las reflexiones de la
directora y el reparto de actores, pero sobre todo las voces de los verdaderos
protagonistas de los sucesos de Central Park.
Dunkerque (Dunkirk)
2017 - USA
Dir. Christopher Nolan
107 minutos
“Lucharemos en las playas…”
Con su última película,
Christopher Nolan, nos sumerge en los hechos ocurridos en Dunkerque (1940)
durante la Segunda Guerra Mundial a través de una experiencia reflexiva y
sensorial. La mirada humana que elije para estructurar narrativamente el film
encuentra raíces autobiográficas “mi abuelo murió en Dunkerque, crecí con su
historia” pero también en una convincente argumentación ética “el espíritu de Dunkerque es
internacional, no pertenece solo a los británicos. La historia identifica un
sentido particular de respuesta comunitaria ante unas circunstancias que uno
encuentra una y otra vez en varias culturas alrededor del mundo. Ese es el
aspecto optimista y esperanzador de la naturaleza humana, por eso podemos
confiar en nosotros cuando nos encontramos en circunstancias dramáticas.
Dunkerque es un ejemplo de la mejor respuesta que el ser humano tiene ante el
terror.”
El
film transita tres líneas temporales; una semana, un día y una hora
desarrollando, por tierra, mar y aire respectivamente, tres historias ilustrativas
del extraordinario salvataje de los cientos de miles de soldados británicos,
franceses y belgas arrinconados en la costa norte francesa producto de la
ofensiva relámpago de las fuerzas nazis.
Los
tres puntos de vista se entrecruzan y se mezclan; a través de un diseño de
sonido y una fotografía naturalista, Nolan nos induce a la confusión y el
terror provocado por las trompetas de
Jericó anunciando la proximidad del calvario, nos hace sentir la
desesperación de una pareja de soldados intentando escapar de la muerte segura,
nos entusiasma con la valentía de un aviador de la R.A.F. que procura, con poco
combustible, derribar los stukas alemanes que bombardeaban sin piedad y
finalmente nos anima a compenetrarnos con la determinación de un grupo de
pescadores que en su propia embarcación se dirigen rumbo a Dunkerque con el fin
de evacuar a cuanto soldado fuera posible.
La
perspectiva humana, como la define el director, y las consideraciones que el
film desarrolla sobre los acontecimientos de Dunkerque nos invitan a ir más
allá de las hipótesis y las especulaciones sobre la estrategia de Hitler, fuese
un posible pacto con Inglaterra o fuese dar paso, conflicto interno mediante,
al protagonismo macabro de la Luftwaffe para asestar el golpe final. Lo cierto
es que Hitler y sus acólitos (sea cual sea el motivo que determinó el freno del
ataque terrestre) no contemplaban que una evacuación masiva fuera posible. Y
este es el gran acontecimiento humano que también sorprendió a los más
optimistas militares británicos y al mismo Churchill que suponían un éxito de
la operación Dinamo si lograban rescatar a 40.000 soldados.
Los
cuarenta mil se convirtieron en 338.226 evacuados en tan solo diez días.
Sucedió lo indescifrable para los patrones de la técnica y la maquinaria del
terror y era la esperanza que tomaba cuerpo en miles de ingleses y se traducía
en una determinación más potente e infranqueable. Destruir la moral y el coraje
del pueblo inglés parecía más complicado que traspasar la línea Maginot.
Y de
una derrota militar nace una victoria humana que se transformó en una herida de
muerte para el Tercer Reich por más que la guerra continuaría por cinco largos
años. Era el poderío de la motivación por defender la vida y derrotar a toda
costa, incluso a costa de la propia vida, al monstruo nazi. Así, cientos de
civiles pusieron a disposición sus embarcaciones y se pusieron a disposición
ellos mismos para protagonizar directamente un hecho heroico que poco tiene de
milagro, poco tiene de externo e inexplicable. Las razones residen allí, en el
factor humano, en el despliegue de una fuerza vital extraordinaria que
determinó el curso de la guerra y por ello el destino de la humanidad.
El puerto (Le Havre)
2011 - Finlandia
Director: Aki Kaurismäki
Reparto: André Wilms, Kati Outinen, Jean-Pierre Darroussin, Blondin
Miguel, Elina Salo, Jean-Pierre Léaud, Evelyne Didil
Una
fábula color turquesa construida a orillas del Canal de la Mancha. Le Havre es
el escenario donde el universo hierático de los personajes de Kaurismäki cobra vida nuevamente.
Marcel
Marx es un lustrabotas que recorre la ciudad con su amigo Chang para ganarse
unos pocos euros, vuelve a casa cada noche con su picardía a cuestas logrando
hacerse de pan y verduras dejando una lista de deudas más larga que el río
Congo. En casa lo espera su esposa, la inalterable Arletty, que parece no tener
más remedio que transcurrir el tiempo.
Un
evento inesperado convertirá la temperatura glacial de la cinta en notable
ternura; sin perder nunca el registro insólito que caracteriza el cine de Kaurismäki.
En
una de las rondas nocturnas el vigilante del puerto descubre que uno de los
tantos contenedores que descansan en el depósito marítimo no estaba henchido de
mercancías sino de refugiados provenientes de Gabón. Mujeres, hombres, niños y
ancianos esperando llegar a la costa inglesa. No se hace esperar la persecución
policial, la militarización de la zona para “prevenir” terroristas, la prensa
hambrienta de sensacionalismo. La atmósfera extraña, excesiva y artificial que
construye el director no tiene otra intención que dejar en ridículo a los
defensores de las inhumanas políticas antiinmigratorias. A la escena se suma el
misterioso inspector Monet, interpretado por el siempre formidable Jean-Pierre Darroussin,
convidando aires de polar francés en cada una de sus apariciones.
Del
container logra escapar el pequeño Idrissa. Son pocas las posibilidades que
tendrá de evadir a las fuerzas del orden, pero es el afortunado encuentro con
Marcel lo que cambiará su destino. A continuación, florecerá una fantástica
aventura de amistad y solidaridad que protagonizará Marcel junto a sus vecinos
Ivette, Claire y Chang para proteger y ayudar a Idrissa.
La
insistencia de Kaurismäki en suspender el tiempo de los planos más de lo habitual tiene un
sentido moral más que representar un recurso estético en sí mismo. Nos obliga a
tomarnos el tiempo de observar a sus personajes, de auscultar su dignidad, de
mirar a los ojos a quien ha sufrido y lleva consigo el sueño de una vida mejor.
Una cinematografía en penumbra que se hace eco de las tragedias y las
laceraciones que embisten a la humanidad en los tiempos que corren. Pero como
en toda penumbra la sombra es parcial; es en los intersticios de luz de un
barrio proletario y de sus habitantes solidarios donde se proyecta la
esperanza.
Frantz
2016 – Francia
Dir. François Ozon
Reparto: P. Beer, P. Niney, J. von Bulow, M.
Gruber,
E. Stotzer, C. Clair, A. de Lencquesaing, A. von
Lucke.
El gran mérito de François Ozon es sin dudas su
elección. Realizar una remake de un excepcional relato antibélico que en 1932 Ernst Lubitsch llevó a
la gran pantalla con el título Broken Lullaby (Remordimiento) basado en una obra de Maurice Rostand.
La primera versión ostenta una convicción
profundamente humanista. El relato se centra en la Primera Guerra, pero el
discurso que Lubistch elabora cinematográficamente es un manifiesto contra la
persecución y la legitimación de la muerte propia de la inmoralidad bélica,
materializado en las contradicciones y los dilemas humanos de un soldado
francés que vuelve de las trincheras. Se trató de una señal de alerta de lo que
se desplegaría en poco tiempo. Fueron solo meses los que separaron el estreno
del film y el arribo del nazismo al poder.
Ochenta y cuatro años después François Ozon propone Frantz con su propio estilo y mirada y con la
lucidez de saber que la historia no podía ser narrada con las mismas
prerrogativas. Para Lubitsch y su Broken Lullaby la segunda guerra todavía era una posibilidad y el nazismo comenzaba a
envenenar las sociedades. La Frantz
de Ozon emerge con la consciencia de los ultrajes bélicos, el horror del
nazismo y las bombas atómicas.
Anna recorre las calles
de la pequeña ciudad alemana de Quedlinburg observando con resignación lo que
deja a su paso; el día después de la guerra, la reconstrucción de la normalidad
cotidiana. Esa tranquilidad forzada a la que opone resistencia porque no
significa otra cosa que olvidar a Frantz, un joven soldado alemán caído en las
trincheras de la Primera Guerra Mundial. Cada día se repite y Anna (Paula Beer)
conduce su tristeza hacia la tumba de Frantz. Pero alguien más lo llora. Un
francés, un extranjero, un enemigo.
¿Quién ese oficial
francés que misteriosamente visita la tumba de Frantz? ¿Qué se propone ese
joven que también sirvió en la guerra, pero del bando contrario? ¿Por qué
Adrien Revoire (Pierre Niney) sufre la pérdida de Frantz tanto como Anna?
Su profundo pesar lo
conduce hasta ella y hasta Hanz y Magda, padres de Frantz. Sobre un metraje en
blanco y negro, con delicados interludios a colores, se desparraman los
recuerdos, las convicciones y las culpas, las verdades disfrazadas, la
insistencia en entender lo que la guerra profana y sobre todo el deseo, urgente
y visceral, de encontrar aquello que es más justo, aquello que es más esencial
en la vida. Aunque
las verdades que se irán develando sean aún más dolorosas e injustas que la
pérdida sufrida. El universo de Anna, que aparenta ser contemplativo y
morigerado, es el que abraza con mayor profundidad un viaje de reconstrucción
auténtica de su identidad.
Frantz era lo que dejó.
Un cuarto deshabitado. Una tumba vacía. Era la ausencia de un hijo y de un
amor. La silenciosa tragedia que debían soportar los que quedaron. Pero la
inesperada llegada del joven francés representa para Anna, Hanz y Magda un
misterioso recurso para devolver la presencia de Frantz, la presencia de la
vida. Entre relatos y cartas, entre su amor por París y la prosa de Verlaine,
sobresale su menosprecio por la guerra y su enceguecida lógica de enemistad.
Frantz se alista a la guerra obligado por su padre. Aquel deber casi natural de
defender la madre patria comienza a horadar la consciencia de Hanz Hoffmeister;
la rivalidad empieza a ser jurisdicción de los opresores que impusieron la
guerra, ya no de su propia humanidad. Frantz lo sabía. Según recuerda su madre
“Frantz odiaba la guerra. Todos los días decía que los franceses eran sus
hermanos”.
Adrien Revoire hubiera
deseado lo que habitaba en su imaginación; recorrer los pasillos del Louvre
contemplando cuadros junto a su amigo Frantz, espejarse en su amor por la
música y la poesía, reconocerse en su ímpetu vital. Por eso su remordimiento y
su memoria. En los resquicios del padecimiento que experimentan de un lado y
del otro, de los Hoffmeister, de Anna y Adrien, es la conciencia la que
comienza a cambiar. Todos se recuestan como pueden sobre el lado humano, sobre
aquel bando donde no se celebra la victoria ni se vindica la derrota porque el
amor dejar de ser el que se profesa a las banderas y a las fronteras y comienza
a componerse del reconocimiento de la propia humanidad con la de los
otros.
Hurry Sundown
1967 – USA
Dirección: Otto Preminger
Reparto: Michael Caine,
Jane Fonda, Faye Dunaway, John Phillip Law, Burges Meredith.
Preminger construye un fuerte relato de denuncia con
impronta melodramática, Georgia es el escenario sureño donde el abuso de poder,
el racismo y la corrupción riman perfectamente con los aires de recomposición
democrática luego de la segunda guerra.
Desde la primera escena emerge sutil pero potente la
desconfianza sobre las buenas intenciones que sostenían la recuperación
americana de posguerra. Planos aéreos que registran una espectacular voladura
de parcelas de tierra nos sitúan en un prominente proyecto económico, resuena
emotivamente la parafernalia bélica, pero en realidad es el implosivo progreso
que llega a los confines del sur americano para quedarse con su miserable
cultura y sus personajes más abyectos.
Henry Warren es un arribista manipulador que tiene el
propósito de convencer a los dueños de dos granjas empobrecidas de vender sus
tierras a un acaudalado empresario para completar las parcelas que necesita en
función de desarrollar un emprendimiento agricultor de conservas. El gran
problema con el que se encuentra Warren es que los granjeros en cuestión no
desean vender sus tierras. Siendo uno de los rancheros negro el conflicto y la
animosidad se intensifican.
El gobernador segregacionista de Alabama no le
permitió a Preminger filmar en ese estado por lo que debió optar como locación
principal la ciudad Baton Rouge, capital de Louisiana. La producción estuvo
plagada de problemas, además de la tensa relación del directo con el cast
recibieron amenazas de diverso tipo por parte del Ku Klux Klan. Una vez
finalizada la película, la censura religiosa, que por aquellos años seguía
pesando sobre el cine, le dio la categoría C que no significaba otra cosa que
la condena del film.
Tal
vez la vehemencia con la que Preminger deseaba imprimir su alegato antirracista
termina provocando desprolijidades narrativas, especialmente en los últimos
pasajes del film donde, torpe y precipitado, el “mensaje” atropella el
tratamiento de los acontecimientos y las consecuencias humanas que derivan de
ellos.
De
todas maneras no le resta mérito; fue un intento dedicado y auténtico de
denuncia del racismo más infame pero también del más soterrado entre los
pliegues de la condescendencia progresista.
JoJo Rabbit
2019 - USA
Dirección y Guión: Taika Waititi
Intérpretes: Roman
Griffin Davis, Scarlett Johansson, Thomasin McKenzie, Taika Waititi, Sam
Rockwell, Rebel Wilson, Archie Yates.
Con escasa timidez, Waititi, nos sumerge en el
registro satírico de su cinta desde los primeros segundos. La música de los Beatles
suena a todo vapor ilustrando musicalmente el fanatismo popular alemán en
diversas demostraciones públicas del nazismo. No es difícil perdernos unos
cuantos minutos preguntándonos hacía donde se dirigirá la película, una
inquietud similar a la que nos sometía Pascualino Settebelleze de
Wertmuller, pero esta, lamentablemente, llegando a conclusiones cuestionables.
Con el estreno de Jo Jo Rabbit todavía algunos
se preguntan si es posible, si es moralmente correcto, construir un relato con
elementos cómicos sobre tragedias insondables. La aburrida y sobresaltada
mirada moralista no es muy diferente de la que nos dice que es una cinta poco
irreverente porque un verdadero film, políticamente incorrecto, nos tiene que
dejar necesariamente sumidos en la amargura y la desesperanza.
El mejor cine nos enseña lo contrario y Jo Jo
Rabbit nos recuerda que la mejor comedia nunca ha sido el terreno de la
neutralidad ética. Nos lo enseñaron Lubitsch, los Monty Python, por momentos
Mel Brooks y Quentin Tarantino en la época que nos toca. Algunos supieron
explicar con idoneidad y osadía que en la representación la Historia y las
historias se pueden reescribir, pueden concurrir a finales muy diversos.
Transcurrió un largo tiempo desde que, por las
pantallas de los cines americanos, se paseaba un “Hitler” por las calles de
Varsovia para probar su pericia interpretativa en la imperecedera comedia Ser
no ser (1942). La estupenda sensibilidad de Lubitsch captó,
contemporáneamente al decurso de la II guerra, la íntima exigencia de dignidad
y esperanza humana como capital supremo para denunciar y combatir el nazismo.
En Jo Jo Rabbit vuelven tantas cosas de la
tradición más noble que no deja dudas sobre su posicionamiento y al mismo
tiempo reniega de la tentación pedagógica de explicar dramáticamente la
tragedia o de negarla (recuérdese La vita è bella). En Jo Jo Hitler
vuelve, esta vez como el amigo imaginario de un niño alemán que aspira a ser el
mejor boy scout que el nazismo supo imaginar, aunque no es capaz de
agredir ni a un conejo. La inmensa reserva moral descansa sobre su madre Rosie
(una magnifica Johansson) que con la extraordinaria creatividad que proviene
del amor por la vida y la libertad pondrá en dificultades las aspiraciones del
pequeño Betzler, dificultades que se acentuarán en su encuentro con Elsa, una
joven refugiada judía que nos recuerda la excepcional vivacidad de Anne Frank.
Las intenciones del director maorí son nobles,
honestas. En Jo Jo Rabbit al monstruo se lo mira de frente y se le lanza
una extraordinaria y mortal carcajada, no solo para confinarlo a la
ridiculización; todos sus personajes, por afirmación o por contraste, necesitan
repetirle que no lo lograron, que no pudieron aplastar a la humanidad a pesar
de la enjundia que tuvieron para diseminar el horror. Por todo esto vale la
pena verla, disfrutarla y defenderla.
Los verdugos también mueren (Hangmen also die!)
1943 – USA
Dirección, producción y guión: Fritz Lang
Reparto: Brian Donlevy,
Walter Brennan, Anna Lee, Gene Lockhart, Dennis O´Keefe
Por razones temáticas y personales más que por un continuum narrativo, Hangmen also die! integra una especie de
cuadríptico junto a Man hunt (1941), Ministry of fear (1945) y Cloak and dagger (1946) donde Lang
aborda la cuestión del nazismo.
En esta ocasión, nos sitúa en la Praga de 1942, pocos
minutos han pasado del atentando efectivo contra Reinhard Heydrich, jefe de la
ocupación nazi en la entonces Checoslovaquia. Verdugo y Carnicero de Praga fueron
algunos de los apodos que acuñó Heydrich, uno de los personajes más siniestro
del nazismo. El atentado aconteció pero las vicisitudes que desarrolla la
película son ficcionales.
La Gestapo al no poder quebrar a las pocas personas
sospechosas de colaboración con el autor del atentado desata una persecución
masiva sobre la población y toma cientos de rehenes. Una partida de ellos
diariamente es fusilada. A cada barracón de detenidos se les obliga a “pedir”
por radio que el asesino se entregue a fin de interrumpir las ejecuciones.
Apelar a la delación y a la desconfianza era el
terreno preferido de los enemigos. Los carniceros imponen una disyuntiva para
devastar la humanidad de la resistencia; salvar al autor del asesinato de
Heydrich o salvar a los cientos de rehenes. Lo que sigue es una gran puesta en
escena de sus protagonistas para engañar a los nazis y sus informantes locales.
Fritz Lang no supo o no quiso hacer comedia, pero ciertamente comparte con la
extraordinaria To be or not to be
(Lubitsch, 1942), a través de su sello inquietante y sombrío, una evocación de
lo que la dignidad humana es capaz de gestar.
En el arcón de la mejor cinematografía, por suerte,
podemos encontrar grandes relatos contra el régimen totalitario. Este se
destaca especialmente por evocar el lenguaje del underground, ese que se gestaba en lugares insólitos, eludiendo el
radar de la Gestapo; lenguaje que no encontraba muchas veces tiempo suficiente
para las palabras y recurría desesperadamente a una mirada cómplice de
solidaridad como directriz para reaccionar, para no inculpar bajo tortura, para
mentir por la verdad. Esta película cuenta la historia de la verdulera del barrio
y el mozo del restaurante, de la administrativa de la fábrica, el jefe de
cocina y del portero del edificio, del mayordomo y el médico del hospital, de
los que buscaron torcer el curso de los acontecimientos y boicotear la
ocupación fascista.
En definitiva, a este relato antinazi –durante el
nazismo en acto, valga la pena considerar- podemos reprocharle una tentación
desdichada. Lang, en la escritura del guión, contó con la colaboración de
Bertolt Brecht. El mismo que sigue emocionando con sus didascálicos poemas en
los cuales, y no por casualidad, se olvidó de mencionar a los perseguidos por
el estalinismo, régimen al que rendía pleitesía.
Severo, desgarrador, categórico. El director vienés no
solo estaba recreando una atmósfera expresionista que tanto le fascinaba y que
tanto repitió en sus noir. La ficción
tomaba nota del miedo y el dilema moral que se respiraba. El coraje era una
verdadera encrucijada para miles, cientos de miles de personas que debieron
optar por el bien, es decir por la esperanza y la confianza en los otros para
enfrentar la barbarie.
Con este film, es el caso de valorar un Fritz Lang
imprescindible. Incluso discordante en materia evocativa respecto de su amplia
filmografía. Mientras acontecía la noche más oscura Lang estaba seguro de lo
que quería contar; ni el peor de los terrores podía impedir que la humanidad
renaciera.
Nace una estrella (A star is born)
2018 – USA
Dirección: Bradley Cooper
Reparto: Bradley Cooper, Lady Gaga, Sam Elliott,
Andrew Dice Clay
A
star is born goza de salud, de genuina salud cinematográfica. Una
realización que no deja de sorprender por su frescura a pesar de ser la tercera
remake de este octogenario melodrama,
sus dos primeros exponentes se desenvuelven en el mundo del cine (1937 y 1954),
la adaptación del ´76 y la que nos compete en el mundo musical.
No es poco en los tiempos que corren. Se va cerrando
la temporada de premiaciones y el reconocimiento unánime de la crítica, la
taquilla –y ahora de las streaming-
se encargó de subrayar la vigencia que tiene el gusto por la sordidez y el
cinismo, en versión qualité de la
mano del griego Lanthimos con su film The
Favourite pasando por la ferviente
recepción de la sobrevalorada Roma de
Cuarón, dotada de un preciosismo audiovisual abrumador pero de un vacío
argumental que, por más disfrazado de neorrealismo esté, no deja de ser una
experiencia más sensorial que reflexiva porque poco tiene para contar.
En la flamante cuarta entrega Bradley Cooper se inicia
en la dirección pero no conforme oficia también de coguionista, coautor
musical, coproductor y actor protagónico. Una osadía que supera con creces.
La idea original fue concebida, en los años treinta,
por William A. Wellman, uno de los directores más sensibles y agudos que dio la
factoría clásica de Hollywood. Si nos trasladamos a los años de la Gran Depresión la primera versión de
esta historia representó una crítica enérgica a la cultura de la hipocresía y
del oportunismo que se gestaba con el star
system.
Un drama que nunca apela al conflicto shakesperiano
donde la competencia, la traición y los celos se presentan como agentes
inevitables de los dilemas humanos. Jackson Maine, un músico country exitoso,
en curva descendiente debido a sus adicciones, conoce circunstancialmente a una
joven ignota pero increíblemente talentosa, el amor por la música los aproxima
y Maine elige ser generosamente promotor de su meteórica carrera. A medida que
avanza la trama, el ocaso de Maine se precipita de manera inversamente
proporcional a la popularidad que ella comienza a saborear. Pero no es el
vínculo amoroso, que honestamente los une, la razón del drama. Por el
contrario, el afecto, el reconocimiento y la preocupación que se prodigan es el
recodo auténtico (aunque efímero) donde ampararse. Jack es un náufrago que
desea no serlo pero sus intenciones dan de bruces con sus propias fragilidades
y con el entorno inescrupuloso y mezquino que rodea a la fama.
Cooper supo hacer uso de un hálito clásico
compaginándolo a su original y sensible visión, el resultado: una atmósfera
potente pero reposada, alejada lo suficiente de la emotividad barroca propia de
cierto melodrama y logrando especialmente en las interpretaciones una solidez
inusitada. Sin exageraciones ni romantización de la fatalidad.
Lady Gaga, si bien novata en el terreno lejos está de
representar a la cantante que actúa; la joven Ally que encarna es tan delicadamente conmovedora como Judy Garland
–en la segunda versión- lo supo ser en su Vicky
Lester.
Historia que durante más de 80 años se fue moldeando
en las manos de grandes guionistas, directores y actores que la han recreado de
acuerdo a sus estilos narrativos y a la época: el mencionado Wellman, George
Cuckor, Dorothy Parker, Joan Didion, Janet Gaynor, Fredric March, la Streisand
y Kristofferson y felizmente ahora podemos incluir a Bradley Cooper acompañado
por una notable Lady Gaga.
Paths of glory
1957 – USA
Stanley Kubrick
Reparto: Kirk Douglas,
George McReady, Adolphe Mejou.
Sin dudas es unas de las mejores películas que la
filmografía de Kubrick puede ofrecer. Antesala de su gran Espartaco y con tan solo 29 años diseño este alegato antibélico
poderoso, honesto y necesario. Una obra cuidadosamente elaborada empezando por
un guión sólido, pasando por una maestría cinematográfica sin igual y siguiendo
por interpretaciones memorables en manos de Kirk Douglas, George McReady y
Adolphe Mejou.
Kubrick nos impone una historia que confiesa los más
íntimos caprichos de los señores de la guerra por conservar el poder. El relato
transcurre durante la Primera Guerra a través de una cámara vertiginosa que con
largos travellings recorre una y otra vez las nauseabundas trincheras de un
regimiento francés. La misión imposible que proviene de los cómodos y seguros
despachos militares es la de tomar por asalto la Colina de las hormigas,
ocupada por los alemanes. Misión que solo tiene sentido para los altos mandos
del Estado Mayor francés, en especial para el oprobioso general Mireau –interpretado
de manera excepcional por McReady- y su ambición por conquistar una promoción
militar.
Curiosamente estamos ante un film de guerra que no
muestra a los enemigos que acechan al otro lado de la trinchera -¡no divisamos
a ningún alemán durante todo el metraje!- porque precisamente se concentra en
los enemigos que orquestan miserablemente la carnicería bélica en la propia
trinchera. Un tratamiento sumamente incómodo para los paladines del patriotismo
y heroísmo de esta guerra infausta.
El fracaso de la misión supondrá el castigo ejemplar
entre los soldados donde no faltará una corte marcial inventada para exaltar la
impunidad y legitimar la opresión pero también donde comenzará a tomar fuerza
un espíritu de dignidad y justicia en manos del coronel Dax (Douglas).
Sus minutos finales, probablemente, estén entre los
más conmovedores que nos ha ofrecido el cine.
Sully: hazaña en el Hudson
2016 – Estados Unidos
Dir.: Clint Eastwood
Reparto: Tom Hanks,
Aaron Eckhart, Laura Linney, Anna Gunn, Autumn Reeser.
Disponible en Netflix
Eastwood demuestra, a través de los años, una cierta
inclinación por las biografías. Lo novedoso y singular sigue siendo su manera
de narrarlas. En esta ocasión elige un acontecimiento por lo menos
extraordinario. El exitoso amerizaje sobre el río Hudson (NY) del vuelo 1549
comandado por el Capitán Chelsey “Sully” Sullenberg en enero de 2009. Luego de
semejante hazaña, Sully y su equipo, debieron atravesar las terroríficas
audiencias de la Junta Nacional de Seguridad del Transporte donde ponen en
cuestión su accionar.
La precisión y la majestuosidad con que Eastwood
elabora los distintos pasajes narrativos sobre el amerizaje hacen que un hecho
harto conocido (y con posibilidades de recurrir a imágenes de archivo) no
pierda emoción y suspenso. Para ello, la producción adquirió un avión
exactamente igual al tripulado en el vuelo 1549 de US Airway y contó con un
férreo guión de Todd Komarnicki basado en el libro “El deber supremo” escrito
por el capitán Chelsey Sullenberg y Jeffrey Zaslow.
Esta intención de veracidad y exactitud de Eastwood se
conjuga (podríamos decir que siempre) con una mirada propia sobre los hechos;
lejos ya de una búsqueda de objetividad parte de su interpretación sobre lo
ocurrido. Nuevamente Eastwood emplea una ecuación muy propia de su
cinematografía: mostrar la realidad no alcanza, hay que interpretarla. Y para
ello es necesario volver a lo propiamente humano y su universo moral. En este
caso ¿cómo puede determinarse si la elección de amerizar fue la mejor maniobra?
Más aún ¿qué intenciones debían preceder a una buena maniobra? ¿Salvar la vida
de cientos de personas y evitar una tragedia de grandes proporciones en plena
ciudad de Nueva York o salvar una máquina valuada en 60 millones de dólares? A
partir de aquí se diferencian los recursos morales, poniendo en evidencia los
que se preocupan por deshumanizar la elección de Sully a través de
estadísticas, simulaciones y tecnicismos en pos de defender los intereses
económicos de la compañía área y la empresa aseguradora.
En el crepúsculo de la película podríamos anhelar que
triunfe la versión de Sully a través de una exposición técnica sin fisuras que
demuestre lo acertada que fue su determinación de amerizar en detrimento de
volver a algún aeropuerto de la zona. Empero el decurso del film y del propio
Sully (brillantemente encarnado por Tom Hanks) nos conduce por otros caminos:
¿son acaso los resultados que provienen de las máquinas las que estipulan si la
decisión humana fue la correcta o es el factor humano en juego el que determina
si la decisión fue la adecuada? Esta es la mirada que defiende Sully y es la
que defiende Clint Eastwood.
Eastwood crea un espejo de los héroes de otro tiempo.
Aquellos que nutrían el cine de varias décadas atrás. Sin embargo, sus héroes
no son inmaculados. La heroicidad es de carne y huesos; personas que se
transforman y que dudan en base a interrogarse sobre lo que está bien y lo que
está mal en función de la vida. Sully lo hace. Se pregunta, aun habiendo
salvado la vida de 155 personas, si podría haber hecho algo mejor.
Conciencias muertas (The Ox-Bow Incident)
USA - 1943
Dirección: William A.
Wellman
Reparto: Henry Fonda,
Dana Andrews, Anthony Quinn, William Eythe, Harry Davenport
Se trata de una obra maestra del western que supo, en el
momento de máximo esplendor del género, poner en contradicción a aquellos
ideales que trascendían casi naturalmente en los relatos del lejano oeste. Así
como sucedió con otros géneros del clásico, el western no ha sido lineal, más
allá de ciertas convenciones narrativas también ha sido una tribuna donde
brillantes directores han retratado con sensibilidad y profundidad temas
relativos a la condición humana de maneras muy diversas. Wellman es uno de ellos
y lo ha hecho de manera rutilante a través de este imperecedero film que el
tiempo no parece deteriorar. Lejos estuvo de ubicarse como un iconoclasta, como
tal vez ha sido Nicholas Ray o luego Sergio Leone; irrumpió y agitó algunas
marcas narrativas propias de las historias del oeste fundamentalmente a partir
de su mirada aguda e inquieta sobre dilemas humanos.
La historia comienza en el año 1885 con la llegada de dos
forasteros a un pequeño pueblo de Nevada quienes inmediatamente se ven
involucrados en la reacción organizada de algunos de sus habitantes frente a un
robo violento de ganado. Forman una escuadrilla de matones para dar caza a los
culpables, liderada por aquellos que esperan con fruición el espectáculo del
linchamiento pero también constituida por aquellos que expresan una compasión
diversa pero no se animan a defenderla frente a la mayoría. Finalmente, son las
víctimas de esta banda miserable quienes por su integridad ilustran una
humanidad diferente poniendo en contradicción a cada uno de ellos.
En este film la violencia deja de ser excitante y
recreativa como sucede en tantos westerns porque el director se concentra en
narrar las razones que la motivan; es la violencia del racismo y la
prepotencia, de la venganza y la frustración, donde la mítica valentía del
cowboy es proporcional a la cantidad de veces que es capaz de apretar el
gatillo.
The Ox-Bow
Incident ostenta
un metraje llamativamente breve en el que logra ahondar con lucidez sobre el
sentido de la justicia y el valor de la conciencia; curiosamente, el director,
no se empecina en que sus personajes se debatan entre el bien y el mal de
manera arquetípica más bien los apremia a indagar en la idea de humanidad que
anida en la conciencia y de cómo esta constituye una guía que ilumina -o
ensombrece- la propia moral.
Campamento extraordinario
(Crip Camp: a disability revolution)
Documental – 2020 - USA
Directores: James Lebrecht, Nicole Newnham
Disponible en Netflix
La
última producción de los Obama, de la mano de Lebrecht y Newnham, nos
transporta a un extraordinario campamento como el título en castellano nos
anticipa. En los años setenta, la sensibilidad creativa de un grupo de jóvenes encabezado
por Larry Allison reversionó Camp Jened, un campamento veraniego para
jóvenes con diversos problemas físicos y mentales.
Un
sinfín de audios e imágenes, que ostentan un notable trabajo de restauración y
edición, nos cautivan y nos invitan a conocer el éxito de esta iniciativa de encuentro
y recreación con sabor a Woodstock. El éxito de la colonia Jened no
solo se produjo por convertirse en una suerte de refugio de la discriminación y
la condescendencia que estos jóvenes padecían en los ámbitos familiares, escolares
y sociales. Fue sin dudas un lugar de sustracción donde era posible
experimentar libremente amistades y amores, valerse y conocer de lo que sí eran
capaces; donde afanosamente poder descubrir que la corporeidad no solo era el
lugar del dolor y la disfunción, podía ser una fuente de conocimiento,
sensualidad y placer compartido, de exploración y conquista de la propia
integridad. Música, juegos, deporte al aire libre, momentos de discusión y organización
de tareas formaban parte del programa cotidiano.
El
verano iba llegando a su fin y el retorno a la vida cotidiana era doloroso para
casi todos los participantes. Pasaron los años. Algunos volvieron, otros no. Para
sus protagonistas la vida continuaba con sus pesares, incertidumbres y anhelos,
pero simplemente nada fue igual después de Jened. Para algunos fue tan
determinante que ese atisbo de libertad concreta y dignidad compartida no tenía
por qué ser solo un estupendo paréntesis en la memoria.
En
consonancia a los tiempos que corrían y en un momento de especial ebullición
juvenil algunos de los frecuentadores de Jened se reencontraron en la
exigencia íntima de radicalizar aquello que habían experimentado y aprendido
allí. De la mano de Judith Heumann dieron vida a un movimiento por los derechos
civiles de personas con discapacidad. A contar este recorrido se dedica la
segunda parte del documental. Resta decir que una banda sonora vibrante
acompaña y se ensambla con la vitalidad contagiosa de las luchas que
emprendieron (como la valiente ocupación de un edificio público durante once
días), de las exigencias de dignidad que las motivaron y, por último, pero no
menos especial, de las fantásticas personalidades que las protagonizaron.

Historia de un matrimonio
(Marriage Story)
2019 – USA
Dir. Noah Baumbach
Intérpretes: Scarlett
Johansson, Adam Driver, Laura Dern, Azhy Robertson
Con un diseño de producción cautivante
e interpretaciones exquisitas Baumbach vuelve a la carga con los temas que más
circulan por su filmografía: matrimonio, divorcio y familia (especialmente en
conflicto). El ánimo, tono y discurso pueden variar pero resulta inalterable la
atmósfera neoyorquina; Manhattan, Brooklyn… esas repúblicas plagadas de frustraciones estetizadas y de verborragia
psicoanalizada, donde se respira un progresismo escéptico que no abandona la
idea del sueño americano pero del que siempre sospecha.
En Marriage Story, con una narrativa más humana que intimista, se
distancia del naturalismo indie que
imprimió en las festivaleras Frances Ha
y Mistress America y del cinismo
irritante de The squid and the wale.
Esta vez se embarca en el
ocaso de un matrimonio concentrándose especialmente en el proceso de divorcio. Sabemos
que Charlie (Driver) y Nicole (Johansson) alguna vez se amaron y se unieron,
pero ni siquiera forzados por un ejercicio terapéutico frente a un mediador de
divorcios son capaces de dirigirse la palabra.
El director manifiesta sus
conjeturas. El matrimonio en definitiva no exige dedicación por conocer a la
persona que se ama, se edifica sobre renuncias y concesiones –no dichas- que se
van transformando en frustración para Nicole y en indiferencia para Charlie;
este ni siquiera logra identificar los motivos de distancia y desencuentro y
menos aún comprender que las exigencias de Nicole simplemente no son las mismas
que las suyas.
Les resulta imposible hablar
de lo que sienten y de cómo cambiaron los sentimientos, cuando lo intentan, en
el mejor de los casos, no logran imaginarse más allá de la experiencia de la
relación, de la compatibilidad de gustos o del grado de tolerancia a las
imperfecciones, en el peor de los casos llegan a tratarse de manera despiadada.
La incapacidad de hablar se va
transformando en un padecimiento desesperado que concluye en la intervención de
inescrupulosos abogados de divorcio; una representación descarnada de la
regulación institucional de las relaciones humanas. Los irresueltos sentimentales
se transforman en un miserable campo de batalla, donde los hijos se convierten
en un patrimonio en disputa y donde el que tiene la mayor osadía de destrucción
es el que ostenta la victoria. Ninguno de los dos pretendía llegar a esas
circunstancias, porque son buenas personas y se quieren, pero tampoco se
explican cómo podría ser de otra manera, a lo sumo aspiran a infligirse el
menor dolor posible.
A pesar de las buenas
intenciones del director, las generalizaciones que extrae sobre el mundo
sentimental no son muy diversas de films recientes como My happy family proveniente de la lejana Georgia y un poco más allá
en el tiempo Escenas de la vida conyugal
de Bergman y Kramer vs. Kramer de
alguna manera sentaron un fuerte precedente sobre el tema. La manera de
tratarlo, aún conteniendo estilos narrativos tan diversos entre sí, no escapa a
la idea del amor entendido en términos de la experiencia de éxitos y fracasos
relacionales. En definitiva, es la historia de un matrimonio, no la de un amor.
El director elige criticar la institución y las consecuencias de su fracaso,
pero en última instancia es legítima, por lo tanto, inevitable la resignación.
Ahora interrogarse sobre los amores, los sentimientos que se transforman y sus posibles
expresiones relacionales siguen siendo aún un misterio casi inabordable.

El otro lado de la
esperanza
(Toivon tuolla puolen)
Año: 2017
País: Finlandia
Director: Aki Kaurismäki
Reparto:
Sakari Kuosmanen, Sherwan Haji, Kati Outinen, Tommi Korpela, Janne Hyytiäinen,
Ilkka Koivula, Kaija Pakarinen, Nuppu Koivu, Tuomari Nurmio, Niroz Haji
La
última película de Kaurismäki vuelve a concentrarse en los refugiados. Es la segunda entrega de
las características trilogías con las que el director finlandés suele organizar
su cine. Film que ha presentado en los principales festivales europeos
expresando una sensibilidad auténtica sobre este drama: “hemos olvidado que los
refugiados son gente que ama y necesita ser amada, que tiene una historia y
unos sentimientos, y que sufre. Y sufre sobre todo a causa de nuestra
indiferencia, y al trato inhumano que les damos.” Pero su película no es un
simple llamado a la indignación o un decálogo de padecimientos. Si bien es categórico
respecto de la dinámica xenófoba que regurgita detrás de la aparente paz y
prosperidad finlandesa -que se expresa desde la burocracia institucional de los
centros de acogida, los controles policiales, hasta la avanzada de ataques
neofascista contra los inmigrantes- logra condensar la atención de la trama en
las más variopintas expresiones solidarias. Y lo hace, siempre fiel a sus
mundos anacrónicos poblados de personajes extravagantes, a través de las
vicisitudes de Khaled, un refugiado sirio que luego de un peregrinar
desgarrador logra llegar al puerto de Helsinki escondido en un buque carguero. Su
historia se cruza con la de Waldemar Wikstrom, quien decide transformar
completamente su soporífera vida, yéndose de su casa, dejando su insípido
trabajo de vendedor de camisas y embarcándose en la compra de un decadente restaurante
con sus empleados incluidos. Todos ellos conformarán esa pandilla de
desafortunados típicas de las fábulas de Kaurismäki de las que brota un profundo
sentido de dignidad humana, de hospitalidad y de ayuda desinteresada.
Sophie Scholl, los últimos
días
(Sophie Scholl: Die letzten tage)
Año: 2005
País: Alemania
Director: Marc Rothemund
Reparto: Julia Jentsch,
André Hennicke, Alexander Held, Johanna Gastdorf, Fabian Hinrichs
El núcleo duro estaba conformado
por Hans Scholl, Sophie Scholl, Alexander Schmorell, Christoph Probst, Willi
Graf y algunos intelectuales, teólogos, filósofos, profesores de la universidad
de Múnich, que colaboraban directamente con ellos.
El intento de adoctrinamiento
sufrido durante los meses de servicio social, que por obligación debían hacer
para poder matricularse en la universidad, fue un pasaje de radicalización. La
persecución a judíos, gitanos, el aniquilamiento de personas con enfermedades
mentales, las espantosas noticias que recibían de Polonia, la realidad de los
guetos y los campos de concentración aceleraron en ellos un profundo fervor de
compromiso moral contra el nazismo.
Los miembros más abnegados se conocieron
a través de veladas literarias y tertulias culturales clandestinas donde leían
y comentaban las obras prohibidas por el régimen. Allí se encontraron con otros
jóvenes sensibles, teólogos y filósofos cristianos con los que sentían una
necesidad común de reaccionar contra la guerra del régimen totalitario.
Se dedicaron a emitir
llamamientos que distribuían por correo postal durante el día y durante la
madrugada lo hacían casa por casa, al mismo tiempo que realizaban pintadas por
toda la ciudad. Algunos de ellos se trasladaban a otras ciudades para reclutar
jóvenes, para promover nuevas células de resistencia, para conseguir
financiamiento de personas que tal vez no se animaban a distribuir las
declaraciones, por el riesgo que implicaba, pero que colaboraban con dinero,
con papel, con estampillas, con sobres y con hectógrafos.
Es un buen film que invita a seguir
conociendo la coherencia y el coraje extraordinario de este grupo de jóvenes que
expresó una lucidez analítica que vislumbraba el amargo destino de la humanidad
sino se combatía y derrotaba al nacionalsocialismo combinado con un inquebrantable
sentido de solidaridad moralmente constituido en la defensa de la vida a
cualquier costo.
Como ilustra su título, el
film se adentra en la primera detención y enjuiciamiento de algunos de los
componentes del grupo de resistencia al nazismo conocido como La Rosa Blanca. A este primer juicio le
sucedieron otros donde la mayoría de sus miembros corrieron con la misma suerte,
la ejecución inmediata. Hitler, a través de sus execrables representantes del Tribunal
Popular, buscó desesperadamente desmantelar la amenaza que representaban las
voces de estos jóvenes alemanes, en su mayoría católicos y protestantes, que se
dedicaron con increíble coraje a denunciar las atrocidades cometidas por el
nazismo y a incitar la reacción inmediata del pueblo alemán ante la barbarie.