Venezuela: Una crisis que nos concierne a todos/as


En Venezuela, el enfrentamiento entre la oposición de Juan Guaidó y el régimen de Nicolás Maduro parece estar entrando en su recta final. Ya ha habido cinco muertos y decenas de heridos pero existe el peligro de que la situación pueda desembocar en una sangrienta guerra civil. Ya se trata de una amenazadora crisis internacional: Trump apoya a Guaidó  e incluso no excluye una intervención militar; Putin –posicionado con Maduro– amenaza con graves consecuencias si la Casa Blanca envía tropas. Los dos contendientes en Venezuela son variantes del poder negativo y opresivo, como también confirma su accionar. De hecho Guaidó, detrás de sus hipócritas llamados a la libertad, en realidad representa los intereses de las despiadadas y codiciosas clases dominantes tradicionales y ha convocado a los militares a alzarse y a ponerse de su lado, además de realizar cínicamente un llamado a una “revuelta pacífica” de la población exponiéndola a la feroz represión del régimen y tratándola así como carne de cañón. De tal manera, deliberadamente está creando las condiciones para que pueda arribarse a una guerra civil y abriendo la puerta inclusive a una posible intervención militar de los EE.UU –que auspició explícitamente– asumiendo así una muy grave responsabilidad frente a los pueblos de Venezuela y de toda América Latina. Maduro garantiza los intereses de los nuevos y voraces sectores enriquecidos durante los últimos años de “república bolivariana”. Está denunciando un intento de golpe, asegura que los militares están de su parte y llama a sus seguidores y bandas armadas a movilizarse para la represión. Ambos se referencian en la democracia y en la legalidad constitucional y consideran decisivo el posicionamiento de las fuerzas armadas para asegurarse la victoria. Su método es el de prevalecer bélicamente sobre el enemigo al precio de la sangre. De esta manera confirman en qué medida la esencia de los estados y de la política, incluyendo su versión democrática, es la violencia concentrada y la guerra, las cuales resurgen al agravarse las dificultades. Por lo tanto, justamente en la fase de crisis y decadencia que viven la política y la democracia –es decir, cuando los mecanismos democráticos de mediación y resolución funcionan cada vez menos y cuando la capacidad de cooptar a las poblaciones es cada vez más limitada– se presenta al desnudo lo que siempre fue el núcleo duro de la opresión, es decir, el recurso a la guerra: crecientemente lo que decide y cuenta para los poderes negativos es la fuerza militar, la violencia y la capacidad de asesinar y aterrorizar.  Por el contrario, una auténtica perspectiva de liberación contra toda opresión debe basarse sobre el redescubrimiento y la afirmación de las mejores cualidades humanas. Por ello es indispensable tomar partido activamente contra esta sanguinaria y peligrosa escalada.





¡Contra todo tipo de intervención del ejército venezolano en la crisis!





¡Contra las amenazas de Trump y de toda intervención militar extranjera!





¡Ni Guaidó ni Maduro! ¡Basta de violencia! ¡No a la guerra civil!





Lamentablemente
gran parte de la población actualmente se pone del lado de uno o de otro de los
contendientes, cuando en realidad la única posibilidad con la que cuenta la
gente común para contener y superar esta crisis sangrienta y peligrosa es la de
sustraerse a este enfrentamiento y dar inicio a un recorrido alternativo en
contenidos y autodeterminado, en oposición a la espiral de violencia, uno hecho
de protagonistas y no de sometidos a los intereses políticos de los
contendientes.





¡Por la unidad y la libre autodeterminación del pueblo venezolano!





¡Por la plena independencia del pueblo venezolano de toda injerencia extranjera!





¡Por el desarrollo entre la gente común de una iniciativa independiente, autoorganizada, pacífica y por su autodefensa!





Ya
desde hace tiempo Venezuela constituye una emergencia humana internacional: la
población del país está al límite, sin bienes de primera necesidad ni garantías
sanitarias mientras que la diplomacia y los políticos combaten entre sí
utilizando, sin ningún pudor, las ayudas humanitarias como herramientas
extorsivas; casi cuatro millones de personas han dejado el país en los últimos
años para sustraerse de una situación insostenible y hoy son refugiados, sobre
todo en los países vecinos, expuestos al racismo y necesitados de acogida.





¡Ayuda humanitaria para la población venezolana sin condiciones ni chantajes!





¡Acogida humana y digna para todos los refugiados de Venezuela!





3 de Mayo de 2019, 22:00 hs