Pero, ¿escuchamos bien lo que dijo Bergoglio en
la homilía en Santa Marta ayer, o era demasiado temprano? “Rogamos por los
hombres y las mujeres que tienen la vocación de la política… La política es una
alta forma de caridad...” ¡¿La política?! ¿¿La que hizo que prevalezcan Trump y
Bolsonaro, Xi Jiping y Putin, Orban, Johnson y Salvini, pero también todos sus
supuestos opositores que se pasean en los mismos recintos?? ¿La política, es
decir, esa dimensión hipócrita, congénitamente divisionista y prepotente, en la
cual “el fin justifica los medios”, inseparable de la violencia concentrada que
todas las instituciones y los Estados ejercitan? ¿La máscara de la guerra sería
una forma alta de… amor generoso y desinteresado? Impacta escuchar que lo diga
justamente uno que no deja de dar pruebas de diversidad respecto de los
políticos. Pero no sorprende. El engaño de la política como “compromiso por el
bien común” es entonado por un amplísimo coro. Compuesto obviamente de quienes
defienden iniquidades y privilegios, así como de muchos que de buena fe se
ilusionan con enfrentar a los poderosos en su propio terreno. El mejor de los
jefes religiosos, que resalta en el escenario mundial por sensibilidad humana y
escucha de los últimos, no se sustrae del homenaje a una de las primeras
fuentes de la corrupción, de la especulación, del estrago a los seres vivientes
y al planeta –algo que sin embargo en otras ocasiones combate con
vigor.
C.L. - 21 de abril de 2020