Otra
de las cifras que debería preocuparnos por estos días es el aumento en un 45%
de las denuncias por racismo contra personas de origen asiático, según datos
del Inadi. Es una expresión –particularmente triste, odiosa e ignorante– de las
diferentes discriminaciones que circulan por las sociedades que muchas veces
tienden a reproducir la violencia y el odio que emana de las instituciones
opresivas. Por otro lado, continúan los hostigamientos contras los y las
trabajadoras de la salud y también se producen casos de discriminación contra
madres solas que entienden que no tienen otro remedio que llevar a sus hijos/as
a realizar las compras u otros quehaceres esenciales.
Son
expresiones preocupantes. Pero, sobre todo, en la situación tan especial que
atravesamos, estamos ante la posibilidad de hacer pesar la solidaridad, la
ayuda recíproca y la búsqueda de comprensión y de conocimiento de los demás
que, por ejemplo, nos lleve a tratar de entender y estar disponible en vez de
acusar sin evaluar. Esa es la manera más duradera, estable y humanamente
efectiva, en todo caso, para afrontar los casos de descuido e
irresponsabilidad, que por cierto los hay. Tengamos en cuenta que, por el
anonimato y el individualismo tan propios de las sociedades masificadas de la
actualidad, las personas no están acostumbradas a pedir ayuda aunque la
necesiten. Cada una y cada uno puede ser promotor, aunque sea en pequeña
escala, de comportamientos benéficos, solidarios y generosos, por la calle,
entre los/as vecinos/as, en los comercios, en los transportes públicos, lo que
incluye ciertamente combatir y denunciar estas expresiones de racismo y
discriminación.
I.R.
24-04-20