
Por esta razón, es fundamental defenderlos. Pese a la
enorme y gravosa tarea que están llevando adelante, es conocida la falta de
insumos de higiene y seguridad con la que se desempeñan cotidianamente. Están
expuestos más que nadie al virus, y esto es en parte por la lógica de
asesinabilidad del Estado y de las patronales, que desde hace años vienen
destruyendo el sistema de salud o tratándolo, en el caso de la medicina
privada, como un negocio en el que reducir gastos es incrementar ganancias. A
su vez, si bien las burocracias sindicales aún no tienen la cara para dejarlos
de lado, sí lo están haciendo con los trabajadores y trabajadoras de otros
gremios, negociando y firmando con los empresarios rebajas salariales a sus
espaldas, como ya hemos denunciado días atrás en este blog. También es
imperioso defenderlos de las agresiones de los sectores más envenenados de
maldad. En las sociedades disgregadas en las que vivimos, elegir el bien y
reaccionar frente a los cobardes maltratos que están recibiendo muchos médicos
y enfermeras es fundamental. Es rescatar lo mejor de nosotros mismos.
Defenderlos es cuidarse, no solo porque ellos nos protegen con sus saberes y
prácticas, sino porque implica buscar salvarse del odio, del egoísmo y de la
indiferencia que se están propagando.
Esta fecha nos hace pensar en las muchas y muchos de los
de abajo que a lo largo de la historia han hecho de la solidaridad un motivo de
rescate humano a la búsqueda de una vida mejor, más allá de las fronteras. Hoy
es un recurso clave, pero para que no se diluya es necesario encuadrarla en una
visión más de conjunto. Un aspecto importante es la independencia de
pensamiento y de acción. La solidaridad puede crecer si se afirma y se suscita
de manera independiente, como parte de la convicción profunda de buscar
agregarse por fuera y contra las instituciones, que son las principales
responsables de la emergencia que estamos viviendo.
La Redacción
1 de mayo de 2020