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Ayer y hoy: el juicio a Eichmann
Hace
cincuenta y nueve años, por esta época del año, empezaba en Jerusalén el juicio
a Adolf Eichmann, mente organizadora del exterminio de los judíos y de los
romaníes en la Europa ocupada por el nazismo. Por primera vez desde los juicios
de Nüremberg, que se había llevado a cabo a fines de la guerra, los
sobrevivientes testimoniaban sobre el horror vivido; el juicio, que tuvo un eco
gigantesco en todo el planeta, concluyó con la condena a muerte del acusado.
Los objetivos eran mostrar al mundo que las víctimas juzgaban a sus verdugos y
legitimar al Estado de Israel como juez supremo en nombre del pueblo judío. La
crónica de las 120 jornadas del juicio confeccionada por Hannah Arendt fue
publicada en las páginas del New Yorker
y luego en una selección de textos excepcional que recibió como título La banalidad del mal.
De
manera análoga hoy en Alemania –donde
una ley estatal permite procesar a todos los acusados de crímenes contra la
humanidad, independientemente de dónde hayan sido cometidos– son juzgados dos
criminales del régimen sirio. Como muchos otros juicios, este permitirá a las
víctimas y a las asociaciones que los representan dar testimonio sobre los
crímenes y el horror del sanguinario Al Assad y los verdugos que lo siguen.
Pero de ninguna manera (ya sucedió esto en todos los procesos de este tipo desarrollados
desde la posguerra hasta hoy) las víctimas obtendrán una justicia humana y, por
lo tanto, auténtica. Mientras tanto el Estado alemán podrá autoabsolverse de
las propias complicidades con el régimen sirio, aspecto no menor vista la
lógica a la que responden estos juicios.
F.B.
30/04/20