EE.UU.: el violento racismo de la policía democrática


No cesan las protestas que explotaron en Minneapolis después de la despiadada ejecución de George Floyd, afroamericano de 46 años, asesinado el 26 de mayo durante una detención policial por un agente que había salido impune de otros episodios similares. La víctima fue ahogada por el policía que le oprimió la garganta durante siete minutos a pesar de que le rogaban que soltase a Floyd, que no estaba logrando respirar.
La prensa norteamericana e internacional acentúa la violencia de las protestas, las cuales se fueron extendiendo a otras ciudades de EE.UU. entre ellas Nueva York, con la participación de personas de diferentes etnias, incluso con muchos jóvenes blancos. Vergonzosamente calla acerca del hecho de que el origen de la violencia más feroz proviene de las instituciones represivas. Trump define como criminales a los manifestantes los cuales, movidos por la ira, llegaron a incendiar una estación de policía– mientras que son los policías los asesinos. El alcalde de Minneapolis invitó a la ciudad al reverendo Jesse Jackson, punto de referencia de la comunidad afroamericana, para que contribuya a apagar las protestas. Los activistas de Black lives matter (“Las vidas de los negros importan”) se están movilizando pero incluso parecen desorientados frente a la crueldad del enésimo crimen policial y a la radicalidad necesaria para enfrentarse a todo lo que se deriva de esta situación: emerge claramente que la defensa de la vida humana es incompatible con el racismo, imposible de erradicar, de las fuerzas represivas norteamericanas. En EE.UU. –que está en la cima del sistema democrático global– la cuestión étnica está a la orden del día y cotidianamente reaparece la violencia extrema del racismo homicida de la policía contra los afroamericanos: cada seis meses, los agentes asesinan a 500 de ellos. Si sos negro, podés ser privado de la vida de improviso y sin razón alguna, quizás a manos de un policía impune que ya había asesinado. Lo que le pasó a George Floyd no es ningún incidente; una familia, una comunidad y todos lo que llevamos a la humanidad en el corazón sufrieron la pérdida de una vida. Para superarlo es necesario encontrar la fuerza de cambiar todo.

Barbara Spampinato
29/05/20