La
pandemia sigue avanzando en África y está implicando a todos sus países. Al 18
de junio, la OMS certificaba 276.818 casos en total, 7.219 fallecimientos,
137.545 internados y 123.054 recuperados. En este escenario continental, emerge
con particular nitidez el problema de la exposición de los/as médicos/as,
enfermeros/as y demás personal sanitario que está en primera línea y privado de
instrumentos de protección.
Las
cifras en el continente son menores con respecto a las registradas en otras
regiones del mundo. Sin embargo son relevantes considerando las condiciones
generales y ya están comportando gravosas dificultades para las personas y las
sociedades. La pobreza y las presiones del día a día provocaron movilizaciones
y protestas por doquier, a veces violentas, que obligaron a los gobiernos a
aliviar las medidas de confinamiento y las restricciones, no pudiendo ofrecer
alternativas creíbles para las poblaciones constreñidas a arreglárselas como
pueden para poder vivir. Es una excepción un país como Argelia, donde la
pandemia otorgó un pretexto al régimen –en grandes dificultades por recientes
movilizaciones sociales– para estrechar más aún el cerco represivo.
En
general está planteada una situación de cese y espera en la que conviven
temores con esperanzas y se acumulan los interrogantes. A los relacionados con
la difusión de la pandemia, hasta el momento relativa si comparamos con otros
continentes, se suman otros, más pesados: ¿hasta cuándo podrá durar esta
situación, en la que la pandemia –si bien no está efectivamente
controlada– no se propaga? ¿Será posible
aguantar los embates del virus hasta que se descubran remedios y vacunas
eficaces y también disponibles para los más postergados de la Tierra?
Desde
los Estados y los organismos internacionales que “apoyan” (como la OMS)
ciertamente no llegan las respuestas, mientras las personas y los sectores que
más reaccionan están totalmente absorbidos por las emergencias cotidianas. En
la actual encrucijada, las sociedades africanas en gran medida se basan sobre
el potencial de resiliencia que se fue sedimentando a través de las tragedias y
los flagelos que marcaron la “deriva” del continente (guerras, catástrofes
naturales y no tanto, otras pandemias…), siempre luchando y resistiendo pero no
sabiendo bien cómo continuar, hoy más que antes.
Mamadou Ly
20/06/20