
Denuncia
justa e importante pero insuficiente. La anexión de Cisjordania no es un rayo
en un cielo sereno ni tampoco la traición a un “proceso de paz” nacido ya sin
vida hace 23 años; de realizarse, sería el último paso en orden cronológico de
un largo recorrido, no solo de opresión, sino de negación del pueblo palestino,
uno comenzado por la limpieza étnica sobre la que se fundó el Estado de Israel
en 1948. Este último movimiento de Netanyahu deja más al desnudo todas sus
mentiras: en las tierras que ocupa desde hace 53 años (la Guerra de los Seis
Días de 1967), Israel ya ejercita un pleno dominio apenas mediado por el
corrupto e impotente “autogobierno” de la Autoridad Nacional Palestina. La democracia
israelí no entra en contradicción con la negación de todo derecho para los
palestinos, más bien se realiza.
Giovanni Marino
15/06/20