El 24 de marzo es una buena
ocasión para reflexionar sobre la memoria y descubrir que recordar es un acto
electivo y dinámico en cada ser humano, aunque se empeñen en presentarlo como
estático u objetivo. Por eso, frente a la última dictadura, podemos
conformarnos con la “memoria del horror”, con esa memoria oficial propia de las
instituciones estatales que victimiza a los desaparecidos y pone en el centro
solo el genocidio y el dolor. O bien podemos ir más allá de esta visión
simplemente histórica y cronológica de la memoria o institucional; podemos
pensarla como una facultad que se puede orientar partiendo del presente, de
cara a un futuro mejor juntas/os, y con este objetivo rastrear las mejores
búsquedas de justicia y libertad de los protagonistas de los ‘60 y ‘70 (aunque
entrampadas en la política) para proyectarlas en una clave alternativa. Esta
memoria viva, afirmativa, puede reconocer las huellas de solidaridad que
vivimos tantos protagonistas de esas décadas, rehabilitando este recurso
precioso que nos caracteriza y une como seres humanos –que no desaparece bajo
las dictaduras– desafiando a quienes dicen que son las instituciones las que
cohesionan una sociedad. Un recurso que a la vez nos permite proyectar nuevas
agregaciones humanas basadas en valores benéficos como alternativa a las
sociedades estatales decadentes.
La solidaridad bajo la
dictadura fue decisiva, alojando a compañeras/os perseguidos, cuidándonos
recíprocamente la vida en citas y reuniones en clandestinidad, compartiendo
sociabilidad y materialidad en las cárceles, alternando compañeras/os en los
reclamos en facultades o trabajos para cuidar a nuestros mejores referentes.
Elecciones que permitieron, frente a la complicidad de otros amplios sectores
de la sociedad, salvar muchas vidas y seguir cultivando una esperanza.
“Recordar es una elección
relativa a los principios y objetivos que se persiguen”(1): por eso es
importante rehabilitar el sentido electivo de la memoria, no separada de las
otras facultades. Porque puede ayudarnos a reconocer los mejores recursos
humanos que tenemos para cambiar, pensando la memoria como recurso de bien, que
nos permite denunciar más eficazmente el mal. La manipulación intencional de la
memoria, como memoria únicamente del horror, es funcional a los poderes
opresivos. Nos conduce a una visión meramente resistencialista, nos empuja a
elegir el mal menor entre las distintas opciones democráticas. Y no nos permite
ver con claridad las líneas de continuidad entre democracias y dictaduras.
Esta reflexión puede ser
también un motivo de bien. Así lo es hoy para mí, porque me permite rehabilitar
mi propio recorrido en una clave afirmativa como fundadora, junto a mis
compañeras/os de la Corriente Humanista Socialista y de Comuna
Socialista, de una nueva perspectiva de autoemancipación, por fuera de la
concepción de "generación derrotada" –en relación al socialismo– que
prevalece en tantos protagonistas de aquellos años.
Cristina
Gabelloni
*Dirigente y fundadora de Comuna Socialista y militante del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) durante la última dictadura militar.
(1) Beltrame Fabio, “Primo Levi a cent'anni dalla nascita. La memoria è scelta”, en La Comune n.346.