A 25 años de la masacre de Srebrenica: verdad y justicia para las víctimas contra todo tipo de negacionismo
Del 6 al 25 de julio de 1995, en la ciudad
bosnia de Srebrenica y alrededores, más de 8 mil personas, en su mayoría
varones, fueron exterminadas sin piedad por unidades del ejército serbio
conducidas por el general Ratko Mladic bajo la orden del presidente de la
república serbia de Bosnia-Herzegovina, Radovan Karadzic, al interior de un
plan genocida de limpieza étnica llevado a cabo por aquellos años por el
presidente serbio Milosevic.
Entre 1992 y 1995, cerca de 65 mil personas de
la comunidad bosnia musulmana, más de la mitad civiles, fueron asesinados, y
decenas de miles de mujeres fueron víctimas de la espeluznante y sistemática violación
étnica por parte del ejército y las milicias paramilitares serbias. Además de
la colaboración del ejército croata en el genocidio durante los primeros meses
de guerra, ha de subrayarse sin rodeos la complicidad generalizada de la
“comunidad internacional” con los masacradores serbios. En el caso de
Srebrenica, tres compañías holandesas de los cascos azules, fieles a la
política de la ONU que pocos meses después llevaría a los Acuerdos de Dayton
–los cuales estipularon la predominancia serbia en la región–, no solo dejaron
que la masacre ocurriera sino que incluso rechazaron dar refugio a centenares
de personas que buscaban huir de sus torturadores. La condena póstuma de los
tribunales internacionales contra Mladic, Karadzic y Milosevic en un intento de
“limpiarse la conciencia”, siguiendo el cliché de los Procesos de Núremberg, no
atenúa de ningún modo las responsabilidades directas e indirectas de los
Estados de la Unión Europea, de las potencias mundiales y de las instituciones
internacionales en la masacre, sobre la que aún hoy demandamos verdad y
justicia.
De la misma forma debe denunciarse y rechazarse
con indignación los intentos revisionistas del parlamento serbio, que en agosto
de 2018 pidió anular el informe del 2004 sobre el exterminio de Srebrenica y
que recientemente nombró dos comisiones, ambas guiadas por profesores israelíes
(!), para dar una pátina oficial a la intentona negacionista serbia nunca jamás
mitigada sino repropuesta peligrosamente y con renovado descaro en los últimos
años.
Renovemos hoy más que nunca nuestra máxima
solidaridad con la población bosnia, en plena coherencia con nuestro
posicionamiento en primera fila y en tiempo real contra el genocidio. De dicho
compromiso fue parte Socialismo Rivoluzionario (la vieja organización
italiana que ha confluido en la Corriente Humanista Socialista y de la
que nació La Comune) al dar vida a la manifestación nacional en
solidaridad con Bosnia del 19 de marzo de 1994 en Milán. Aquella fue una
valiente excepción en el país –y no solamente en él– respecto al silencio o la complicidad más o
menos explícita frente al genocidio por parte de amplios sectores de la
sociedad y de buena parte de las organizaciones y las corrientes de izquierda.
Karl Werner
13/07/20