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Cuidar
a los otros es un gran valor. Las mujeres lo saben, es la labor cotidiana que
llevan adelante en todo el mundo. Así las cosas, no debería resultar extraño
que aquellos que el Estado denomina “trabajos esenciales” sean protagonizados fundamentalmente
por el género femenino, más cercano a la vida desde siempre. El 60% del
personal de la salud son mujeres, y una abrumadora mayoría femenina es las que
asiste a personas en situación de riesgo y atiende comedores populares y
merenderos. Entre los miles de voluntarios inscriptos en CABA, son
fundamentalmente las jóvenes quienes se dedican a tareas de atención y
contención de adultos mayores, mucho más que la así llamada ayuda “logística”.
Cuidar y curar: más del 70% de las donaciones de plasma provienen de donantes
mujeres. ¿Qué decir del sector docente que, desde hace meses, hace malabares
para educar/entretener a los millones de niños/as en sus casas? ¿Y quiénes son
las que llevan adelante la vida en los hogares, incluso en situaciones de
extrema vulnerabilidad? Ahora bien, para el Estado las fuerzas de seguridad
también son “esenciales”, pero no para cuidar la vida –71 personas fueron
asesinadas en manos de estas fuerzas durante la cuarentena– sino para
garantizar su dominio. No casualmente, en este “rubro”, las mujeres representan
solo el 23% (CABA). Aprender a identificar, valorar y mejorar, la labor
femenina cotidiana que supone el cuidado integral de las personas –liberándolas
del sometimiento a las reglas patriarcales– puede ser un beneficio para todos.
A.G.