Por estos días de incremento del control
represivo estatal, Sergio Berni está tomando protagonismo, ya sea por
intermedio de arengas bélicas a la policía bonaerense, de gritos y bravuconadas
en los controles de tránsito o incluso por criticar a Alberto Fernández, dando
la impresión en algunos desprevenidos de que no está “alineado” con el perfil
del gobierno. Sin embargo, tal como lo demuestra su cargo nada menor al frente
de la seguridad de la provincia de Buenos Aires, es todo lo contrario: Berni es
un personaje autoritario, un amante de la represión y de los palazos a los
sectores populares, que es absolutamente congruente con el kirchnerismo (está
al servicio de los Kirchner desde hace décadas) y también con el peronismo más
en general. Dicho movimiento político fue fundado por un militar con parte de
su formación en la Italia fascista, fiel representante de las germanófilas
fuerzas armadas argentinas (las mismas que rechazaron declarar la guerra a la
Alemania de Hitler). Perón era un conservador nacionalista, hispanista y
ultra-católico. Desde su primer gobierno, no solo se apoyó en la clase
trabajadora sino también en el Ejército, al que dio grandes beneficios hasta el
punto de destinar el 50% del presupuesto nacional a los gastos militares y
policiales.
Más allá de sus diferentes pasajes y de
las diversas tendencias que se albergaron en su seno, el peronismo siempre fue
un movimiento autoritario y regimentador. Berni, ex carapintada y espía de las
luchas de los mineros de Río Turbio, que también participó de la represión al
Parque Indoamericano en 2010, es un digno exponente que, además, puede seguir
subiendo en el escalafón.
I.R.
03/07/20