Con la democracia, ¿se cura?

 

“Con la democracia se come, se educa, se cura” afirmaba el expresidente radical Raúl Alfonsín durante su primer discurso presidencial en 1983. Es extraño imaginar hoy, más de treinta y cinco años después, el entusiasmo difundido que generó esa frase teniendo en cuenta los resultados de dichas promesas.

La democracia no cura, ni previene; anestesia con sueños caducos de representatividad. Las principales democracias del mundo han ocultado datos sobre el coronavirus, que hubieran podido al menos mitigar los alcances de la pandemia, con el fin de no evidenciar su propia fragilidad sanitaria; y lo siguen haciendo (brindando datos mentirosos o imprecisos) para “cuidar” su imagen. La peculiar interpretación hodierna de Alberto Fernández de esta hipocresía se manifiesta en sus llamados, con enojo, a la responsabilidad social para “cuidarnos a todos”, mientras no dice ni una palabra, ¡nunca!, acerca del gravísimo aumento de la represión y la brutalidad policial, alentando así la certeza de impunidad de los uniformados.

La democracia no educa; instruye a las obligaciones ciudadanas. Y como esos deberes cada vez garantizan menos derechos, la crisis de la instrucción se traduce en divulgación de la incultura, ahora más que nunca facilitada por internet.

En democracia, las mayorías comen mal y poco; y las minorías devoran, olvidando rápidamente los sabores y aquello que estos evocan.

La convivencia democrática es, cada vez más, sinónimo de coexistencia indiferente con el machismo, el racismo y la represión; cual persistencia indeleble de los orígenes bélicos de este régimen. Pero la práctica de esta convivencia alienada y alienante no anula ni agota la búsqueda humana de sociabilidad, de relacionalidad, de encontrase a uno mismo a través de y con las otras y los otros. Esas búsquedas renacen en muchas expresiones de solidaridad y cooperación cotidianas; esas que, por ejemplo, expresan las/os médicas/os y enfermeras/os en el cuidado, la cura y el acompañamiento de los enfermos.

Esas aspiraciones emergentes requieren un pensamiento continuo y compartido acerca de nuevas concepciones y prácticas del vivir en común, basado en tensiones afectivas que puedan transformarse en ideas conscientes del bien y de la belleza del unirse y del compartir libremente, buscando los propios criterios de comunión, sin imposiciones desde arriba (aunque sean necesarias mediaciones temporales).

Convencidas y convencidos de explorar esta posibilidad, nos comprometemos en la construcción de agregaciones humanas que aspiren a la comunión, cultivándola como idea, asumiéndola como principio para que ilumine nuestra práctica cotidiana, hecha de algunos aciertos y de muchos errores, pero de una búsqueda teórica y práctica tenaz. Agregaciones que, a su vez, susciten el protagonismo amplio y solidario de las personas que quieran contribuir al mejoramiento de las condiciones de vida contra el machismo, la represión, el racismo y la explotación, en primer lugar estimulando el crecimiento de las conciencias.

Acerca de las distintas ideas y experiencias que componen este proyecto contamos en las páginas de nuestro periódico, así como de la Campaña de Autofinanciamiento que estamos iniciando con el objetivo de que estos proyectos puedan continuar y enriquecerse, ayudando a que, quienes lo elijan, puedan ser más humanos y aprender a cuidarse mejor, contra la maldad y la miseria.

 

Comité de Redacción de Comuna Socialista