Desde hace unos días, la ciudad de Oregon es
teatro de manifestaciones y, por desgracia, de enfrentamientos entre los
activistas antirracistas y la policía federal. Pero cuando hablamos de esta
última, no nos imaginemos algo cinematográficamente ordenado y limpio, al
estilo FBI, sino más bien una horda infame de violentos y racistas, rejuntada a
toda prisa por deseo del gobierno central. Los matones de Trump están usando
gases lacrimógenos, cachiporras y proyectiles de goma, a tal punto que no sólo
el alcalde y el gobernador del estado, sino incluso la policía de la ciudad
tomaron distancia y pidieron con firmeza el retiro de las tropas de ocupación.
Junto a los “border patrol” (la policía de frontera encargada de reprimir a los
que buscan emigrar hacia los EE.UU. y a los que se solidarizan con ellos),
fuerzas federales no mejor identificadas, con uniformes camuflados anónimos y
que cargan a personas detenidas sin razón alguna a sus camionetas sin
identificar, están llevando a cabo, hace ya una semana, una acción de represión
violenta e indiscriminada.
Quienes no tienen miedo de que se las
reconozca, en cambio, son las madres y abuelas de Portland que, respondiendo al
llamado de la primera entre ellas, Bev Barnum, se posicionaron para construir
juntas “el muro de las mamás” para intentar proteger a quienes protestan y son
agredidos por los federales y privados de todo derecho. Ellas visten camisetas
amarillas y se ubican juntas y por delante de los manifestantes, siendo cada
noche más numerosas y motivadas.
Los
agentes especiales, que aparecieron en Portland desde los primeros días de
julio bajo mandato presidencial, también debían ser una jugada de carácter
electoral para Trump, lo que confirma el hecho de que elecciones y lógicas de
guerra tienen una relación cada vez más estrecha, exacerbada por el criminal
que reside en la Casa Blanca. No es del todo fácil prever
cómo podrá desarrollarse este peligroso escenario; lo que es seguro es que un
enfrentamiento en todos los niveles atraviesa los EE.UU., que están cediendo
bajo el peso de lo irresoluble de las mismas cuestiones humanas sobre las que
desde siempre se basaron: el racismo y la violencia.
Barbara Spampinato
30/07/20