Frente a la huelga policial: Posicionarnos por la vida y la libertad

La huelga policial, que recorre desde hace días varias provincias y que tiene su epicentro en la de Buenos Aires, devela una profundización del carácter totalitario de la democracia sistémica. La emergencia humana producto de la pandemia ha disparado y hecho más dramática la evidencia de una crisis cada vez más profunda que atraviesa a la sociedad y a las propias instituciones del Estado. Un sector de las más peligrosas de éstas viene reclamando (y finalmente ha logrado) un aumento salarial así como la no represalia a los protagonistas de esta huelga. Se han oído también reclamos de impunidad para los sospechados de matar a Facundo Castro y para los miles de agentes investigados y/o desplazados por la ex gobernadora Vidal.  

El ímpetu de los uniformados viene en alza desde el inicio de la cuarentena, cuando el Ejecutivo los transformó en los dueños de la calle. Son 48 las personas asesinadas por la policía en Buenos Aires solo en los diez meses de gestión de Sergio Berni como Ministro de Seguridad. El hecho de que autoritarios descontrolados como este ex-carapintada, o antes Patricia Bullrich, sean los elegidos por los poderosos para gestionar la supuesta seguridad ciudadana habla a las claras de la peligrosidad que esta democracia representa para la gente común, para los últimos. Evidencia, también, el fin del discurso de los derechos humanos en manos del kirchnerismo, fracción del peronismo que a la postre hace honor a este movimiento histórico de origen castrense y caracterizado por el sometimiento de los sectores populares a la tutela estatal y por la represión a cualquier expresión humana de tipo independiente.

Este ímpetu se sostiene, a su vez, en que las fuerzas del orden son las encargadas de la defensa de la sacrosanta propiedad privada, ese principio al que la burguesía y muchísima gente se aferra en medio de la debacle de la mayoría de las “verdades” de la democracia. ¿Cuál es la diferencia que a propósito de esto manifiestan populistas y liberales? Ninguna. Sí expresan matices a propósito de la capacidad de gestionar la relación con las personas con mayores necesidades materiales. Pero sobre todo expresan sintonía a la hora de querer apropiarse de las rentas más jugosas, esas que casi siempre están en el origen de las grandes riquezas. La política, al igual que la justicia y que las propias fuerzas represivas, se disputan el reparto del “bien más preciado”, el botín que proviene de las peores excrecencias humanas, como el narcotráfico, la prostitución y la trata de personas. Este es el panorama decadente que este sistema tiene para ofrecer a la sociedad. Incluso, y en esto el peronismo ha sido especialmente hábil, involucrando a las propias personas que sufren en la opresión.


Párrafo aparte merece el rol lamentablemente cómplice y sometido de la mayoría de los organismos de derechos humanos, quienes, por acción u omisión, defienden a fascistas como Milani y Berni, y callan frente a los asesinatos por gatillo fácil de jóvenes como Facundo Astudillo Castro. La podredumbre moral es connatural a la lógica de la política, que es la continuación de la guerra por otros medios. La izquierda que se presenta como radical, no representa ninguna alternativa ética, ninguna superioridad espiritual (parafraseando a Rosa Luxemburg), en tanto fomenta la mencionada co-participación popular en los mecanismos opresivos, como el parlamentarismo y la exaltación del trabajo productivo como parámetro moral. ¿Es verdaderamente relevante la discusión acerca de si los policías son trabajadores o no? ¿Cuánto ayuda este enfoque al mejoramiento de la conciencia y de las condiciones de vida de las personas más postergadas?

Es necesario reaccionar frente a este panorama. Posicionarse junto a las personas comunes que eligen, de diferentes maneras, una perspectiva de bien común, de libertad y de solidaridad con los más humildes, incluso si los hubiera entre algunos policías más sensibles, como ocurre en Estados Unidos desde el asesinato de George Floyd, aunque por el momento esta posibilidad parece muy lejana. Esto implica enfrentar a quienes defienden a los halcones de la muerte de las fuerzas del orden, a los fanáticos de la impunidad, a los que reprimen a trabajadores y a los inmigrantes, a los que matan a los jóvenes y humillan a las mujeres que denuncian la violencia de género. Como humanistas socialistas luchamos para que se afirme la prioridad y defensa de la vida, del bien común, la libertad de expresión, de circulación y el respeto por la libertad de las mujeres, así como de organizarse por fuera y contra todas estas lógicas mortíferas.

Comuna Socialista