En Niza, un atentado terrorista, cuya matriz jihadista parece estar confirmada, terminó con la vida de tres personas (dos de ellas decapitadas) en la iglesia de Notre-Dame.
Es un crimen que hace recordar, por el lugar y las
modalidades, otros horrores recientes sufridos por la población francesa a
causa del terrorismo jihadista. El 14 de julio de 2016, también en Niza, 86
personas habían sido asesinadas y 456 heridas por un camión en la rambla de la
ciudad; o el atentado perpetrado en una iglesia en Saint-Étienne-du-Rouvray, en
el que fue degollado un sacerdote, el padre Jacques Hamel, el 26 de julio del
mismo año.
Pero los hechos hacen pensar rápidamente en el caso
más reciente, el de Samuel Paty, el docente decapitado el 16 de octubre en
Conflans-Sainte-Honorine. Un crimen terrible, en el que la barbarie terrorista
se combinó con la de la campaña de odio en las redes sociales que preparó y, de
algún modo, “autorizó” su ejecución.
Denunciamos fuertemente el recurrente peligro
jihadista, estos crímenes y la lógica que los anima. Hay en ellos un ataque al
ejercicio de la libertad de expresión, como en el caso de Charlie Hebdo y de
Samuel Paty, pero hay también, al golpear lugares de culto, una campaña de odio
dirigida a atacar la libertad de culto, a contraponer a las personas por su
credo religioso.
En este cuadro, es muy grave la “campaña
antifrancesa” iniciada por Erdogan en medio de los dos atentados. Estamos
frente al presidente de un Estado, el turco, históricamente responsable de
genocidios hacia los pueblos armenio y kurdo, con una actuación cada vez más
liberticida y que hoy, erigiéndose como paladín de la “reconquista” de un Islam
presuntamente ofendido, provee una cobertura al terrorismo asesino (más allá de
que ahora se haya apresurado en condenar el atentado en Niza).
Sin embargo esto no significa para nosotros avalar
la conducta de Macron. Al contario. Defender la libertad de expresión no quiere
decir, en absoluto, reconocerse en la República francesa, cuya identidad e
historia sanguinaria están hechas de guerras y belicismo, discriminaciones y
racismo.
Frente a este recrudecimiento del terrorismo
jihadista, defendemos más que nunca la vida, la libertad de expresión y de
culto contra todo tipo de violencia y ataque liberticida.
Denunciamos, por lo tanto, a toda autoridad estatal
o religiosa que instigue al asesinato o a la persecución y represión de las
personas por el ejercicio de la libertad de expresión y de culto.
29/10/2020