Formosa: democracia totalitaria

 

En la provincia de Formosa, gobernada hace 25 años por el peronista Gildo Insfrán, bajo el paraguas de la “política sanitaria” contra el COVID-19 se perpetran incontables atropellos a los derechos humanos. Organizaciones sociales denuncian condiciones inhumanas de hacinamiento y maltratos en los centros de aislamiento, persecuciones policiales, encarcelamientos arbitrarios y centenares de personas varadas en las fronteras. El gobierno nacional orquestó una cerrada defensa del “compañero Gildo” y llegó a declarar sin tapujos –como dijo el senador José Mayans– que “en pandemia no hay derechos”. Pero frente a la magnitud de las evidencias, el ejecutivo nacional tuvo que reacomodar su discurso y reconocer “algunas irregularidades” en la política sanitaria de la provincia, aunque sin dejar de reivindicarla por su supuesta efectividad. Resulta insostenible ya el hipócrita discurso peronista como paladín de los derechos humanos, evidenciando el ADN bélico y autoritario de la corriente fundada por el General. 

Lo que sucede en Formosa no es una excepción a la regla. Durante los meses de pandemia y aislamiento social obligatorio, en nombre de la “defensa de la vida”, el Estado nacional y las fuerzas represivas provinciales fueron protagonistas de un sinfín de manifestaciones de violencia, torturas en las comisarías, detenciones ilegales y hasta desapariciones seguidas de muerte como el caso de Facundo


Castro en Buenos Aires y Luis Espinoza en Tucumán. Es que los Estados, responsables directos del origen y agravamiento de la emergencia sanitaria, conciben el “cuidado” de la población a través del control y del disciplinamiento custodiándola a punto de pistola. En el caso de las democracias –aquí y en todo el mundo– se trata de una expresión sin máscaras de su carácter totalitario. No podemos delegar nuestro cuidado en instituciones que, al mismo tiempo, realizan negocios descarados y especulaciones políticas en la carrera por la imprescindible vacuna contra el COVID-19. La defensa de la vida y de la libertad frente a la pandemia depende de las personas que enfrentan la emergencia como el personal médico, las mujeres y de aquellos/as que sostienen redes de apoyo y ayuda mutua en las zonas más vulnerables. Un punto de partida fundamental para empezar a elegir, juntas y juntos, un camino posible de mejoramiento radical de la vida en común.

Ana Gilly