Más de 8.000 personas han cruzado a nado el mar desde
Marruecos para llegar a Ceuta durante los últimos 4 días. Se estima que un
tercio han sido niños y niñas y jóvenes adolescentes, familias enteras y muchos
menores solos que se han lanzado al mar para buscar una vida mejor.
Esta llegada es una gran novedad aquí por sus
dimensiones.
Las alarmas estatales españolas y europeas no han
tardado en dispararse y han desvelado sus vergüenzas. El gobierno, con el
ministro Marlaska en primer lugar, asegura que ha deportado a la mitad de
personas (a fecha de hoy) y el presidente Sánchez asegura que “actuará bajo
cualquier circunstancia” mientras envía a la policía, la Guardia Civil y al
mismísimo Ejército, actuando como si se tratase de una invasión porque así la
entienden. Pero ¿invasión de quién? ¿De familias, niñas y niños?.
La UE ya ha dejado claro que “las fronteras españolas
son fronteras europeas”, es decir, os hemos dado el dinero suficiente para que
hagáis lo que sea necesario para que nadie entre, y más tras su última ofensiva
contra la inmigración centrada en los recursos de vigilancia en vez de en
salvamento, que además tiene uno de los focos principales en que Marruecos
garantice el control fronterizo a cambio de centenares de millones de euros que
están negociando.
Por otro lado, el gobierno marroquí no ha frenado en
esta ocasión el flujo de personas para presionar en la negociación. No duda en
utilizar la vida de la gente a cambio de conseguir más dinero alegando
represalias por la ofensa de que el gobierno español haya amparado al líder
saharaui del Frente Polisario en su sistema sanitario. Este es su cinismo, que
es también expresión de la incapacidad de ofrecer ninguna perspectiva para las miles
de personas en Fnideq, Beni Enzar o Farhana, especialmente mujeres, que ya
venían manifestándose, y que aguardaban para atravesar la frontera malviviendo
bajo la pandemia tras encontrarse sin trabajo de porteadoras, comerciantes o
empleadas de hogar, recibiendo miserias del Estado marroquí cuando no la
violencia y represión de su policía.
Cinismo y violencia contra la humanidad no solo del
Estado marroquí, sino también del Estado español y del resto de Estados que
tratan a las personas inmigrantes sin dignidad humana, que los hacinan en
centros o campamentos como ganado, que los deportan a otros países cual
mercancías y, cuando arriban a las costas fronterizas, los tratan como una
amenaza militar, cual “invasión”.
Esta llegada no tiene precedentes aquí y es una nueva
evidencia de la contradicción entre los Estados y la humanidad, una humanidad
en camino, como hemos ido explicando los últimos años; entre los Estados que
blindan sus fronteras contra la humanidad que busca afirmar su vida y que es
imparable, como demuestran los jóvenes, mujeres y hombres que han llegado
nadando. Estamos a su lado, así como también nos sentimos cerca de las personas
solidarias, la gente voluntariosa en Ceuta que lleva tiempo acogiendo y
denunciando la situación de la inmigración allí, especialmente del centro de
menores inmigrantes, tratando de hacernos saber que la humanidad que llega nos
incumbe.