Una buena reacción y un dilema en Perú

Por Ignacio Ríos. 

En Perú se reconoció oficialmente que la cantidad de víctimas mortales por coronavirus era en realidad el triple de lo que se estaba diciendo, por lo que se convirtió en el país con más muertos por cantidad de habitantes del mundo. En este contexto dramático, el 22 de mayo hubo, en Lima y otras ciudades, importantes movilizaciones contra Keiko Fujimori, la candidata de la derecha en las próximas elecciones presidenciales del 6 de junio. Fueron animadas por estudiantes, trabajadores, organizaciones feministas, asociaciones culturales y víctimas de la dictadura de Alberto Fujimori, su padre, actualmente detenido por violaciones a los derechos humanos. Durante su siniestro mandato (1990-2000), decenas de miles de personas fueron asesinadas y desaparecidas y se esterilizaron, mediante engaños o por la fuerza, a miles de mujeres campesinas, indígenas y pobres. Keiko Fujimori –a su vez investigada por corrupción, como casi todos los políticos de Perú– ha dicho de estas prácticas que se trataban, más bien, de inocentes programas de “planificación familiar” y cada tanto propone retirar los cargos que pesan sobre Alberto Fujimori y así tapar definitivamente el pasado. Por eso es justa la reacción de los manifestantes en contra de un posible regreso al poder del fujimorismo, corriente política que sigue contando con el apoyo de los sectores más retrógrados. Sin embargo es necesario señalar un problema: la identificación de muchos de estos manifestantes con Pedro Castillo, el otro candidato en las elecciones. Castillo se dice de izquierda pero es un férreo opositor al aborto y a la llegada de inmigrantes, sobre todo los provenientes de Venezuela, en el marco de un discurso nacionalista y conservador. Buen ejemplo de la debacle de la política democrática y de los valores mezquinos de todo el arco político que comienzan a desvanecer las fronteras entre los partidos. La posibilidad de realización de los anhelos de justicia, memoria y defensa de la vida en último término está íntimamente vinculada a la adopción de un camino independiente.