El grano que rebalsó el vaso

Por Tomás Maldonado.

En casi todas las playas del mundo comienza a hacerse visible uno de los tantos síntomas de nuestra depredación desmedida sobre los recursos naturales. Las costas comienzan a achicarse cada vez más hasta el punto de desaparecer (se estima que para 2100 se perderá el 50% de las playas de todo el mundo), trayendo un gran número de problemas para los pobladores locales y para las comunidades marinas, animales y vegetales.

Este hecho se produce por la combinación de dos factores. A la subida de los océanos, resultado del derretimiento de los hielos continentales, se le suma la extracción desenfrenada de arena en los lechos marinos y ribereños de todo el mundo.

La arena pareció ser, desde siempre, un recurso inagotable; hay más granos de arena en la Tierra que estrellas en el universo, dicen. Pero la realidad es que la arena apta para la construcción se agota y los gigantes del negocio inmobiliario no cesan de vaciar los lechos arenosos en todo el mundo, llevándose 40.000 millones de toneladas al año. Ahora bien, ¿por qué si se saca arena del fondo marino se terminan perdiendo las playas? Situémonos en el lecho marino; cada una de estas piedritas minúsculas, genera una gran fuerza que sostiene a las que se encuentran en las regiones costeras, posibilitando su estadía y permanencia. Si removemos esos granos, el mar tiende a llenar ese espacio vacío utilizando arena de la costa, provocando el retroceso de las playas. Además, a esto se le suman las construcciones realizadas sobre los médanos o sobre la costa misma, que perturban los ciclos estacionales costeros y terminan provocando, a la larga, que el mar se trague más arena de la que deposita sobre la playa.

Esta problemática tiene como principales responsables a los gobiernos y a las constructoras de todo el mundo. Los estados, con la construcción de rutas, calles y autopistas, son los mayores consumidores de arena del planeta. Pero las grandes empresas con sus negocios inmobiliarios no se quedan atrás. Es tanta la presión por conseguir este recurso que, en la India, existe una mafia de la arena y es la más poderosa del país. Estos grupos ponen en riesgo a las familias rurales que, al denunciar las extracciones ilegales, sufren violentas amenazas o incluso la muerte.

En todo el mundo comienza a hacerse evidente la magnitud de los problemas que está ocasionando esta explotación. Pero probablemente las situaciones más dramáticas se observan en las Maldivas y en Indonesia, en donde la extracción de arena marina está provocando la desaparición de islas enteras. En el año 2013, Indonesia ya había perdido 25 islas por culpa de las extracciones y la subida de las aguas. Y es muy probable que ese número sea mayor en la actualidad. Las Maldivas, una nación insular, se encuentra en una situación crítica, dado que el país entero podría desaparecer si esta realidad se sigue agravando. Varias islas han disminuido de tamaño o han desaparecido, obligando a la gente a migrar hacia otros lugares. Uno de los destinos es Malé, la capital del país, una isla de unos 6,8 km2, completamente urbanizada, que no da abasto. El arribo constante de personas provoca un aumento en la construcción de edificios, lo que incrementa la demanda de arena y agrava la situación aún más.

Pero no hay que irse tan lejos para encontrarse con las consecuencias de esta práctica extractivista. En Argentina, la arena para construcción se extrae principalmente del Río de la Plata y del río Paraná. La legislación indica que hay controles que restringen los lugares de donde se puede extraer y el volumen que se puede vender, existiendo requisitos que las empresas extractivistas deben cumplir para poder realizar sus prácticas. Pero esto, como ya se imaginarán, no se cumple. Así lo denuncian los guardaparques de una reserva ubicada en una zona del Solar del Che, Caraguatay (provincia de Misiones). Ellos denunciaron la presencia de un barco dragando el fondo del río Paraná en una zona protegida. Esto no es un caso aislado, sino que ya es una situación naturalizada en la región, en donde cualquier reclamo hecho por los guardaparques o lugareños es entorpecido por un sistema judicial inoperante que solo responde a los intereses de los grandes capitales.

Gran número de playas a los largo de todo el río Paraná se encuentra en retroceso y la situación se complejiza aún más con el avance del Proyecto Vaca Muerta que el gobierno lleva adelante. A pesar de que parezca extraño, lo que pasa en la cordillera tiene influencia sobre lo que sucede en el Paraná. La extracción del petróleo por fracking requiere de un tipo de arena especial, denominada arenas silíceas. Dicho material se encuentra en grandes cantidades en la provincia de Entre Ríos, en el lecho del Paraná. Esto genera que las miradas de los políticos y empresarios se dirijan hacia los lechos ribereños poniendo en riesgo a los mismos, junto con sus ecosistemas asociados y las playas que tanto disfrutamos.

Todo lo expuesto en esta nota son solo algunos pocos ejemplos que intentan ilustrar la magnitud de los problemas que acarrea esta situación. Espero que motiven la reflexión en torno a cómo nos vinculamos con los recursos que posibilitan nuestra existencia y estadía en este mundo. Todo esto nace de un claro desprecio por la vida de los sectores políticos y privados que a pesar de los innumerables daños que ocasionan, no solo a nuestra especie, sino a todas las demás, continúan con su carrera incansable por llevarse una migaja más. Intentemos no reproducir esa lógica depredatoria y busquemos pensarnos de una manera más simbiótica con nuestro entorno. No es para nada fácil, pero, para este caso en particular, por ejemplo, existen diversas alternativas para la construcción que podrían reemplazar al hormigón. Ya se construyen casas, de paja y barro, que resisten terremotos, los escombros de construcciones viejas se pueden reciclar, el vidrio se puede convertir en arena nuevamente.

Innumerables culturas, en el pasado (y en el presente), han utilizado métodos menos dañinos para el ambiente a la hora de construir, probando que somos capaces de relacionarnos de una mejor manera con el entorno. Sigamos informándonos, discutiendo y pensando junto a otras y otros para poder construir agregados humanos alternativos que intenten relacionarse con la vida de una manera más benéfica y duradera.