Kazajistán: con las movilizaciones populares, contra el régimen asesino de masas

Por Giovanni Marino

Los tanques rusos circulan por las calles desiertas de Almaty. El presidente Tokayev da la orden al ejército y a la policía de disparar sobre cualquier aglomeración sin preaviso. Desde el domingo 2 de enero, el país está casi aislado: internet bloqueado, líneas telefónicas con intermitencias, cajeros automáticos cerrados. Pese a todo, fragmentos de noticias se filtran, y son dramáticas: decenas de muertos, muchos más incluso, centenares de heridos y de arrestos. ¿Qué ocurre en Kazajistán?

Los eventos están en pleno despliegue, los desarrollos son imprevisibles. Pero desde ahora es posible y necesario un posicionamiento de sostén a las legítimas aspiraciones de mejora de tantas personas comunes que en los meses pasados –y con una aceleración formidable desde el domingo 2 de enero– se han movilizado contra el aumento de los precios del gas y contra la creciente polarización entre los pocos detentores de las riquezas del país y una mayoría cada vez más empobrecida y puesta a prueba por dos años de Covid. Desde la época de la disolución de la URSS y de la independencia del país hace treinta años, Kazajistán está bajo el talón de una casta corrupta, heredera de los burócratas “soviéticos”, que ya en el pasado no ha tenido ningún escrúpulo a la hora de reprimir brutalmente las protestas obreras y que hoy pide ayuda a la Rusia de Putin para quedarse en el poder con métodos asesinos de masas.

La cantidad de violencia empleada por el régimen para mantenerse en su puesto es proporcional a la fragilidad demostrada en los días pasados. Apoyándolo no está solo Putin, sino también la cautela de Occidente y de China, preocupados en primer lugar por un área geoestratégica delicada y por la estabilidad de los mercados (Italia, por ejemplo, es el primer socio comercial europeo de Kazajistán).

Las acusaciones hiperbólicas lanzadas por el régimen contra las movilizaciones (¡20.000 terroristas armados!) y ahora las acusaciones hacia un sector del aparato sirven para justificar la brutalidad de la represión, mezclando propaganda y maniobras políticas con el objetivo de reprimir la iniciativa popular y saldar las cuentas internas del régimen. Preocupa el destino de la población y los desarrollos posibles de las protestas: estas últimas hasta ahora han expresado sobre todo una rabia elemental, arremetiendo contra los odiosos símbolos y palacios del poder, pero un deseable crecimiento positivo de la conciencia y del protagonismo puede solo ser el fruto de un recorrido largo y paciente. ¿Habrá tiempo y posibilidad para ello?

La violencia brutal y asesina del régimen por un lado y, de otra manera, aquella ciega y súbita de algunos manifestantes por otro solo pueden favorecer la proliferación de los obstáculos a las justas expectativas de cambio de las poblaciones de Kazajistán y de los tantos prófugos que viven allí.

Publicado en: https://www.lacomune.org/