Muertes por cocaína adulterada: democracia narcotizada

La reciente noticia de la intoxicación de una gran cantidad de personas por consumo de cocaína adulterada en la provincia de Buenos Aires –que causó la muerte, hasta ahora, de veinticuatro de ellas– evidencia de manera brutal la inmoralidad y criminalidad de las mafias del narcotráfico que, con tal de aumentar sus ganancias, exponen a peligros mortales a los consumidores. Se trata de organizaciones con configuraciones territoriales siempre en expansión que se superponen entre sí, lo cual genera una competencia permanente gestionada a través de acuerdos inestables que estallan cuando alguna acumula la fuerza suficiente para expandirse y ataca a sus rivales. Las víctimas son los consumidores, pero también sus amigos y familiares, con quienes expresamos nuestra cercanía.

¿Y el Estado? Si escuchamos a Berni, pareciera que de un lado están los narcos y del otro, el Estado. Sin embargo, la existencia de esas mafias es imposible sin el aval estatal, así como el de otros actores. En todos los niveles de la estructura criminal hay algún vínculo con las instituciones democráticas: los vendedores minoristas con los policías de calle, los que manejan los búnkeres con los comisarios, los eslabones medios con los intendentes y jefes de policía y los grandes narcos con los jueces y fiscales que los protegen y también las entidades financieras que les permiten mover y lavar el dinero. Entre ellos hay una connivencia que promueve la expansión de las bandas criminales, que cada vez incorporan más funcionarios a sus redes. Es un intercambio en el que el régimen democrático no es solo víctima, ya que obtiene sus beneficios: cada vez más alejado de las exigencias íntimas de la gente, necesita poder económico y coercitivo para gobernar, algo que los narcos brindan. Cualquier político que aspira a una posición de poder en lugares como Rosario, por ejemplo, sabe que necesita hacer algún tipo de acuerdo con ellos y aprovecha las posibilidades que ofrecen. Durante los últimos treinta años, la ascendente burguesía narco –asesina y descompuesta– ha crecido al amparo de los decadentes e inmorales jefes democráticos.

Camilo Sans

Publicado en Comuna Socialista Nº 67, febrero 2022