Por Giovanni Marino
Una
horrenda masacre fue cometida a fines de marzo en la ciudad de Moura: según el
relato de numerosos testimonios, cerca de 300 personas fueron capturadas y
ajusticiadas de a pequeños grupos durante días y días. Los responsables fueron
el ejército maliense y “mercenarios blancos que no hablan francés”, casi con
total certeza esos “consejeros rusos” operativos en el país que el gobierno de
Mali no se esfuerza en ocultar, probablemente miembros del infame Grupo Wagner.
La organización no gubernamental Human Rights Watch recogió decenas de testimonios entre los sobrevivientes. Todos coinciden en la reconstrucción de los hechos principales. El 27 de marzo, mientras se celebraba el mercado semanal, el escuadrón de la muerte irrumpió en la ciudad con helicópteros y participó de un tiroteo con algunos terroristas presentes en la región, provocando las primeras víctimas también entre los visitantes al mercado. Posteriormente, los militares procedieron a un rastrillaje exhaustivo en el que capturaron y mataron a sangre fría a centenares de personas.
Es un hecho que se emparenta con las masacres nazi-fascistas. Sin embargo, el gobierno maliense no solo no desmintió su involucramiento en la carnicería sino que lo ha reivindicado, enmarcándolo en el conflicto que ya lleva más de una década entre el gobierno central (y su presidente golpista) y las formaciones jihadistas. Una feroz demostración de cuánto la tenaza bélica de la guerra y el terrorismo (monstruos gemelos) estrangula la vida de la gente común.