Por Ignacio Ríos
El 4 de septiembre fue sometido a
plebiscito un proyecto de nueva Constitución en Chile que fue rechazado por la
clara mayoría de los votantes (más de un 62%). Se trató de un rotundo fracaso
para el presidente Gabriel Boric, uno de los exponentes del nuevo avance de
gobiernos de centro-izquierda en la región. Justamente este duro revés pone de
manifiesto el escaso margen de maniobra de estas variantes que se abren paso en
el escenario latinoamericano.
¿Cómo interpretar los resultados
del plebiscito desde el punto de vista de la gente común? La propuesta de nueva
Constitución había surgido como salida político-institucional al estallido
popular de dignidad de octubre de 2019. Muchos de los protagonistas de aquellas
masivas jornadas de protesta señalaban, como fuente de los problemas, a la
Constitución vigente que data de los tiempos de Augusto Pinochet. La burguesía
chilena identificó este malestar e intentó encauzar el descontento brindando
instrumentalmente esa posibilidad de cambio.
Este nuevo proyecto fue rechazado seguramente porque mucha gente reaccionó con desconfianza ante el gobierno de Boric, que rápidamente defraudó las expectativas populares e incumplió promesas ni bien asumir. Además el texto constitucional introducía algunos elementos como la paridad de género, el reconocimiento de la diversidad étnica o el derecho al aborto. En este sentido, los resultados del plesbiscito también expresan nocivos y persistentes rasgos de conservadurismo en la sociedad. Por otro lado, es claro que Boric y los suyos trataron de hacer pasar una norma con gran cantidad de artículos que intentaban asumir desde arriba diferentes tipos de exigencias, lo que incluía trazos de la pseudo-teoría queer con la utilización de la categoría de “personas gestantes”, tan de moda entre los sectores de izquierda y progresistas. Desconocimiento de la realidad social que intentan poner bajo control, superficialidad y soberbia: marcas registradas de la actual decadencia de la política.