Por Jacopo Andreoni
Unos pocos segundos de verdad que interrumpen la propaganda del régimen. Justo en la mitad del noticiero de la televisión pública iraní, un ignoto grupo de hackers transmitió una serie de imágenes de las revueltas de la gente común del último período, con un texto sobreimpreso que invitaba a unirse a las movilizaciones denunciando al “Líder Supremo” Khamenei como un asesino.
Se trató de un hecho significativo, efectivamente irritante para el feroz régimen teocrático de Teherán, pero que hay que entender bien. En especial en el Occidente “cyberoptimista”, tan propenso al nuevo poder tecnocrático de las patronales de la web, se festeja este gesto (junto a otros: pensemos en los ataques de Anonymous al ISIS) como algo emblemático respecto al rol potencialmente progresivo de las nuevas tecnologías digitales. Sin embargo, casi siempre se olvida el presupuesto fundamental: la fuerza de las movilizaciones no viene de Internet; no es gracias a Twitter, Facebook, WhatsApp o Instagram –que, por otra parte, se encuentran bloqueados en Irán por la censura del régimen–, ni a la pericia informática de unos pocos “geeks”, que las movilizaciones surgen, crecen y se difunden. Es siempre a causa del coraje y la determinación, del deseo de libertad y la dignidad de las mujeres iraníes, de las y los jóvenes estudiantes, de las trabajadoras y trabajadores que las revueltas se originan, que el régimen vacila y está constreñido a reprimir y que la gente sale a las plazas y a las calles.
Entonces no es Internet lo que da fuerza a las movilizaciones sino la búsqueda humana de un futuro mejor, que en ocasiones la puede utilizar, pero (¡sería lo mejor!) siempre con precaución y sin hacerse ilusiones, porque la web es ciertamente uno de los instrumentos preferidos de los poderes opresivos que lo utilizan para sus sucios fines contra la gente. También en Irán.
Publicado en La Comune online