Colegio Nacional de Buenos Aires: ¿La institucionalidad decadente o la asamblea?


El comunicado del Centro de Estudiantes que fundamenta la toma del Nacional denuncia la responsabilidad de la rectora por el pésimo estado edilicio, la ausencia y/o falta de transparencia tanto en el camino que la llevó a su cargo como en los concursos docentes, así como por el irregular funcionamiento del Consejo de Escuela Resolutivo (CER), abogando por la “defensa de los órganos democráticos del colegio”. Llama un poco la atención que quienes conducen el Centro evidencien todo esto luego de cuatro años de cierta intimidad con la gestión y a poco de las elecciones de rector y de CENBA. Sin embargo, queremos ir un poco más allá.

A quienes están convencidas/os de que algo tiene que cambiar les preguntamos: ¿qué significa seguir defendiendo la sacrosanta “excelencia académica” como “uno de los pilares del colegio”? ¿Qué hay detrás de este mito fundador proclamado por todos, empezando por el mismo CENBA, sino la defensa de los tradicionales criterios restrictivos, burocráticos y academicistas con los que el Consejo Superior de la UBA filtra y selecciona a los estudiantes y profesores que ingresan? ¿No habrá alguna relación entre esto y la lógica meritocrática, competitiva y elitista que prevalece en el CNBA y que tantas veces reconocemos en la insensibilidad en el trato que recibimos de parte de autoridades y docentes? ¿De dónde proviene la idea que premia la acumulación individual de saberes fríos y “objetivos” en desmedro del descubrimiento de nuestras propias capacidades humanas más íntimas y mejores, como la de conocer a las otras personas, a la naturaleza y al mundo del que somos parte? En definitiva ¿no será el momento de preguntarnos si queremos cambiar de verdad, apostando al mejoramiento de nuestras relaciones (también con docentes y no docentes) y de nuestros ámbitos comunes en modo directo y sin mediaciones institucionales? ¿No será el momento de sustraernos del juego aburrido, cargado de mentiras, de trampas y de peligros -incluso a nuestra integridad física- de la democracia universitaria en virtud de conquistarnos un protagonismo que nos permita ser, pensar y actuar en clave más benéfica y solidaria?

La asamblea como posible ámbito de protagonismo

Pensamos, por esto, en una perspectiva de autodeterminación y autoorganización que tenga a la Asamblea como su corazón pulsante. No hablamos de aquellas en las que, aceptando pasivamente la lógica de la delegación, solo vamos a levantar la mano para elegir entre un sinfín de consignas políticas predeterminadas y ajenas a nosotras/os. Eso nos empujan a “hacer” mucho y a pensar poco. Nos imaginamos ámbitos reales de protagonismo, donde podamos aprender a escucharnos y a reflexionar juntos acerca de quiénes queremos ser y cómo queremos que sea el lugar donde pasamos 5 años de nuestra vida. Así, si lo elegimos, la Asamblea puede ser un organismo vivo, duradero y soberano de autodecisión. Por lo tanto, independiente y autónomo de las autoridades y de toda tutela familiar, política y sindical que tantas veces representan un obstáculo a la afirmación de nuestra libertad. La Asamblea puede ser el lugar donde elegir unirnos en el pensamiento y en la acción a los docentes en su reclamo por un salario digno, pero también más allá de la frontera de Bolívar 263, a los secundarios que exigen viandas dignas y enfrentan la persecución de Larreta y a quienes luchan por la pacificación contra las guerras, por una mejor convivencia en defensa de la libertad de expresión, contra todo tipo de discriminación y violencia, como nos enseñan las mujeres en Irán.