Por Ignacio Ríos
Hebe de Bonafini falleció a los 93
años este 21 de noviembre. No es la intención hacer un repaso de su
trayectoria, con la que tomamos distancia en lo que respecta a las últimas dos
décadas. Pero, pensando más atrás, conviene reafirmar el papel fundamental de
las Madres de Plaza de Mayo durante los tiempos de la dictadura militar, cuando
muy pocos se animaban a denunciar públicamente los crímenes de los genocidas. Además,
Bonafini, como presidenta de la Asociación Madres desde 1979, jugó un rol muy
importante a la hora de reivindicar el compromiso de las y los desaparecidas/os
y así contraponerse a la nefasta “teoría de los dos demonios”. También por
luchar contra las leyes de Obediencia Debida y Punto Final del gobierno de
Alfonsín y los indultos de Menem.
Sin embargo, aún antes de la
cooptación al kirchnerismo, ya había sucedido otra cosa para nosotras/os
inaceptable: frente al atentado a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de
2001, Hebe de Bonafini no tuvo reparos en decir que se había alegrado mucho
porque, por fin, alguien le “había pasado la factura” a los Estados Unidos. De
esta forma, no mostraba compasión por las víctimas y se ponía del lado de los
terroristas reaccionarios de Al-Qaeda, verdadero monstruo gemelo del sistema
democrático guiado desde Washington. Un hecho muy triste viniendo de una
referente de los derechos humanos. Lejos en el tiempo había quedado su digna
postura frente a la Guerra de Malvinas de 1982, cuando las Madres de Plaza de
Mayo fueron de las pocas que no se sumaron al fervor patriótico de las armas y
los himnos.
Desde ese punto de vista, se entiende
un poco más cómo, a partir de su adhesión al gobierno de Néstor Kirchner en
2003, Hebe no dijo ni una palabra sobre los numerosos hechos de represión y de
persecución política contra luchadores y activistas durante los años del
kirchnerismo en el poder, cuando “ya no había enemigos” en la Casa Rosada. Esto
incluyó la defensa cerrada del “general K” César Milani, partícipe de la
dictadura, y hasta un vergonzoso hecho de corrupción relacionado con la
fundación “Sueños Compartidos”. De la misma forma, toda la vida defendió a los
represores latinoamericanos que solo tenían la “virtud” de ponerse
supuestamente en la vereda contraria a los Estados Unidos, como Fidel Castro,
Hugo Chávez o Nicolás Maduro.
La lucha contra la dictadura podría haber sido la base de un principio de defensa de la vida que Hebe evidentemente eligió no cultivar, cayendo en las telarañas de la política y en las inmoralidades que le son propias. Esto también se manifestaba en sus exabruptos muchas veces de tintes racistas y antisemitas. Sus posturas implicaron una distorsión de la lucha contra la barbarie que reconocemos en lo mejor de la trayectoria de las Madres y de los organismos de derechos humanos que se la jugaron en tiempos de dictadura. Se trata de los riesgos concretos que comporta la pérdida de la independencia con respecto a los Estados y los gobiernos.