Rayos de esperanza en el Mundial de la vergüenza

I.R.

La selección iraní eligió no cantar el himno nacional en su primer partido. Es la manera que tienen los deportistas de aquel país para solidarizarse con las movilizaciones que comenzaron luego del asesinato de Mahsa Amini en septiembre, mientras que, desde las tribunas, se veían carteles con consignas solidarias con las protestas, brutalmente reprimidas por los ayatollahs. Los futbolistas de Alemania, Inglaterra y Gales se arrodillaron en la cancha para expresar su descontento contra la prohibición de que los capitanes usen la cinta de apoyo a la comunidad LGBT, lo que decidió la FIFA para evitar indisponer al régimen qatarí.

En este bochornoso Mundial por diversas razones –desde las leyes hiperpatriarcales de Qatar hasta la explotación homicida de los trabajadores inmigrantes para construir los fastuosos estadios–, es bueno que emerjan posturas justas y dignas también de los propios futbolistas. Desde este punto de vista, hay ejemplos positivos y de los otros. Es necesario saber, por ejemplo, que Lionel Messi, extraordinario con la pelota, firmó un contrato multimillonario para promocionar el turismo en Arabia Saudita, otro de los regímenes más represivos y carniceros del mundo y que también opera bélicamente en la guerra en Yemen. Efectivamente, diferentes decisiones.