Eliot Higgins, fundador del sitio
norteamericano de noticias sensacionalistas llamado Bellingcat, pensaba que
estaba haciendo una broma. Sin embargo las imágenes que tuiteó fueron
compartidas por cinco millones de personas, de verdad convencidas de que Donald
Trump había sido arrestado violentamente por la policía, arrojado a la cárcel e
inmortalizado con la ropa naranja de los reclusos. Quizás hubiera sido una
linda noticia pero evidentemente se trataban de fotos falsas producidas por una
inteligencia artificial que había respondido, de esta forma, al input de
Higgins de generar imágenes que representasen el arresto del ex-presidente.
Fue The Washington Post el
que puso en evidencia el problema pero, para nosotras/os, la cuestión va más
allá: ¿cómo será posible, en esta época de desinformación algorítmica,
distinguir lo falso de lo verdadero? Si es cierto, como efectivamente lo es,
que la historia de los poderes opresivos es la historia de falsificaciones
monumentales, también lo es (y esto es muy problemático) que, hoy, esta
capacidad de mentir, de decir cosas que no son y de crear pruebas falsas está
sustancialmente en todas las portadas y se difunde masivamente por las redes
sociales, por internet, por las plataformas de noticias y por las telarañas de
la cyber-mentira.
Por eso, hoy más que nunca, es
indispensable elegir bien las fuentes, humanas en primer lugar, tratar de
elegir activamente cómo y de dónde informarse, por quiénes y por qué,
sustrayéndose del abrumador poder negativo de las tecnologías digitales, con el
fin de buscar en común una posible verdad libre (y que libere).
Publicado en La Comune Online