Una guerra que tiene que terminar

Por Ignacio Ríos

Dentro del estancamiento general de la guerra en Ucrania –que ya superó el año de duración– la nueva ofensiva rusa parece centrarse en Bajmut, localidad de la provincia de Donetsk. Que este frente de batalla, sin demasiada importancia estratégica según los analistas, esté cosechando centenares de víctimas todos los días, habla de la locura irracional de esta guerra. Ciertamente esta última se estancó, o por lo menos los planes de Putin de una rápida victoria ya son cosa del pasado frente a una resistencia ucraniana mayor a la prevista. Sin embargo, esto no quiere decir que el conflicto vaya a terminar pronto. Una de las características del desorden planetario es el hecho de que las guerras lanzadas por los Estados tienden a no terminar y a hacerse crónicas, dejando tierra arrasada por donde pasan. En este caso no hay soluciones diplomáticas creíbles a la vista ni consenso entre las potencias occidentales acerca del conflicto.

Las cifras de muertos están envueltas en el misterio, pero las que emergen dan pavor. Las oficiales suenan poco creíbles (solo unos 20 mil), pero militares norteamericanos sostienen que las víctimas son más de 200 mil, entre ellas decenas de miles de civiles. Zonas enteras de Ucrania están quedando arrasadas mientras que, del otro lado, la táctica preferida de los generales de Putin es mandar a la carga a sus tropas sin importar el número de bajas, que se incrementan día tras día. Son millones los refugiados y desplazados e incalculables las consecuencias de esta guerra, sobre todo humanas, pensando en primer lugar en una generación de niños lacerada.

Cómo terminará esta guerra absurda lanzada por Putin es un dramático interrogante, pero sí se sabe que está atizando otras guerras y conflictos en el mundo, como en Medio Oriente, en el Pacífico, en lo relativo a las tensiones entre China y Estados Unidos y hasta el fantasma nuclear. La guerra en Ucrania alza la vara de la barbarie y de la naturalización y convivencia con la violencia concentrada en el mundo y por eso tiene que terminar inmediatamente, así como deben ser apoyadas las iniciativas pacifistas y combativas en ese sentido, también en la misma Rusia.

¿No a la guerra o sí a la guerra?

La guerra en Ucrania también deparó debates entre la izquierda, incluso en nuestro contexto. Tampoco faltan aquí los exponentes del estalinismo (Partido Comunista y tristes sucedáneos) que se ponen del lado de Putin, supuesta barrera de contención del imperialismo en el este de Europa. Nos interesa más la discusión con grupos de la izquierda revolucionaria que, muy justamente, llaman al retiro de las tropas rusas de Ucrania y apoyan la resistencia del pueblo ucraniano, aunque sin condenar la guerra en cuanto tal. Según ellos, hay que tomar partido por Ucrania y continuar la guerra hasta “ganarla”, para lo cual el gobierno de Zelenski necesita armamento pesado.

Este fue el contenido de la polémica abierta en el acto internacionalista del 24 de febrero en el Obelisco, organizado por Izquierda Socialista, el MST, el PSTU y otros, con nuestra participación. Nosotras y nosotros llamamos a parar la guerra y nos batimos por la pacificación, pero ello no significa que seamos neutrales: estamos indeclinablemente junto al pueblo ucraniano (y no con el corrupto, nacionalista y belicista gobierno de Zelenski) y con las formas de resistencia que se procure la población civil. También nos sentimos junto a las víctimas rusas, a esos soldados rasos que son enviados al frente a morir en una guerra que no entienden, así como nos hermanamos con las y los valientes activistas rusos contra la guerra. Condenamos la invasión criminal de Putin, pero también cualquier tipo de intervención de las potencias occidentales y de la OTAN, que se movió con mucha prepotencia los últimos años y que parece querer entablar una guerra de desgaste contra Rusia a costa de la vida del pueblo ucraniano. Lo que más necesitan las mujeres y los hombres de Ucrania, los ancianos y los niños, es que esta guerra termine de una buena vez. Y no embarcarse en un conflicto interminable en donde los Estados ponen en juego sus sucios intereses. En este sentido, el envío de armas a Ucrania (tal como denunció nuestra corriente internacional desde un primer momento) solo exacerba la masacre.

Muy lejos de las enseñanzas de Rosa Luxemburg en tiempos de la Primera Guerra Mundial acerca de la intoxicación ideológica y las dificultades para las perspectivas socialistas que entrañan las guerras entre naciones, los compañeros marxistas revolucionarios están convencidos de tomar partido militarmente y lo argumentan afirmando, no sin orgullo, que hicieron lo mismo en la Guerra de Malvinas, cuando supuestamente tocaba estar del lado de la Argentina de la dictadura militar genocida contra la Inglaterra imperialista. Es decir, hacen bandera de una de las posturas más tristes que la corriente trotskista adoptó en este país.

Con humildad, pero con convicción, nos parece que la búsqueda de pacificación en alianza con sectores pacifistas es lo más revolucionario hoy. Porque implica un protagonismo en primera persona para enfrentar la barbarie de los campos de batalla, así como las lógicas bélicas cotidianas. Es una propuesta que interpela directamente a las personas de buena voluntad y llama a la acogida incondicional de refugiados e inmigrantes contra el racismo y la discriminación. Y además pone sobre la mesa lo más imperioso, urgente y esencial: detener la guerra ya, ahora mismo, para que pare de morir gente. No queremos ponernos del lado de Zelenski con armas de la OTAN, sino imaginar y bregar por la solidaridad entre el martirizado pueblo ucraniano y la gente común del mundo que se opone a las guerras y al belicismo de los Estados, interpelando especialmente a las y los rusos, cuyas mejores vanguardias ya dieron pasos decididos en ese sentido.

Es un compromiso fundamental en esta fase histórica que tenemos toda la intención de continuar, impulsando el posicionamiento y la reflexión en todas y todos porque a todos nos compete.

Publicado en Comuna Socialista 79