Por Ignacio Ríos
Las cifras de muertos están envueltas en el misterio,
pero las que emergen dan pavor. Las oficiales suenan poco creíbles (solo unos
20 mil), pero militares norteamericanos sostienen que las víctimas son más de
200 mil, entre ellas decenas de miles de civiles. Zonas enteras de Ucrania están
quedando arrasadas mientras que, del otro lado, la táctica preferida de los
generales de Putin es mandar a la carga a sus tropas sin importar el número de
bajas, que se incrementan día tras día. Son millones los refugiados y
desplazados e incalculables las consecuencias de esta guerra, sobre todo
humanas, pensando en primer lugar en una generación de niños lacerada.
Cómo terminará esta guerra absurda lanzada por Putin es un dramático interrogante, pero sí se sabe que está atizando otras guerras y conflictos en el mundo, como en Medio Oriente, en el Pacífico, en lo relativo a las tensiones entre China y Estados Unidos y hasta el fantasma nuclear. La guerra en Ucrania alza la vara de la barbarie y de la naturalización y convivencia con la violencia concentrada en el mundo y por eso tiene que terminar inmediatamente, así como deben ser apoyadas las iniciativas pacifistas y combativas en ese sentido, también en la misma Rusia.
¿No a la guerra o sí a la guerra?
La guerra en Ucrania también deparó debates
entre la izquierda, incluso en nuestro contexto. Tampoco faltan aquí los
exponentes del estalinismo (Partido Comunista y tristes sucedáneos) que se
ponen del lado de Putin, supuesta barrera de contención del imperialismo en el
este de Europa. Nos interesa más la discusión con grupos de la izquierda revolucionaria
que, muy justamente, llaman al retiro de las tropas rusas de Ucrania y apoyan
la resistencia del pueblo ucraniano, aunque sin condenar la guerra en cuanto
tal. Según ellos, hay que tomar partido por Ucrania y continuar la guerra hasta
“ganarla”, para lo cual el gobierno de Zelenski necesita armamento pesado.
Este fue el contenido de la polémica abierta en
el acto internacionalista del 24 de febrero en el Obelisco, organizado por
Izquierda Socialista, el MST, el PSTU y otros, con nuestra participación. Nosotras
y nosotros llamamos a parar la guerra y nos batimos por la pacificación, pero
ello no significa que seamos neutrales: estamos indeclinablemente junto al
pueblo ucraniano (y no con el corrupto, nacionalista y belicista gobierno de
Zelenski) y con las formas de resistencia que se procure la población civil.
También nos sentimos junto a las víctimas rusas, a esos soldados rasos que son
enviados al frente a morir en una guerra que no entienden, así como nos
hermanamos con las y los valientes activistas rusos contra la guerra.
Condenamos la invasión criminal de Putin, pero también cualquier tipo de
intervención de las potencias occidentales y de la OTAN, que se movió con mucha
prepotencia los últimos años y que parece querer entablar una guerra de
desgaste contra Rusia a costa de la vida del pueblo ucraniano. Lo que más
necesitan las mujeres y los hombres de Ucrania, los ancianos y los niños, es
que esta guerra termine de una buena vez. Y no embarcarse en un conflicto interminable
en donde los Estados ponen en juego sus sucios intereses. En este sentido, el
envío de armas a Ucrania (tal como denunció nuestra corriente internacional
desde un primer momento) solo exacerba la masacre.
Muy lejos de las enseñanzas de Rosa Luxemburg
en tiempos de la Primera Guerra Mundial acerca de la intoxicación ideológica y
las dificultades para las perspectivas socialistas que entrañan las guerras
entre naciones, los compañeros marxistas revolucionarios están convencidos de
tomar partido militarmente y lo argumentan afirmando, no sin orgullo, que
hicieron lo mismo en la Guerra de Malvinas, cuando supuestamente tocaba estar
del lado de la Argentina de la dictadura militar genocida contra la Inglaterra
imperialista. Es decir, hacen bandera de una de las posturas más tristes que la
corriente trotskista adoptó en este país.
Con humildad, pero con convicción, nos parece
que la búsqueda de pacificación en alianza con sectores pacifistas es lo más
revolucionario hoy. Porque implica un protagonismo en primera persona para
enfrentar la barbarie de los campos de batalla, así como las lógicas bélicas
cotidianas. Es una propuesta que interpela directamente a las personas de buena
voluntad y llama a la acogida incondicional de refugiados e inmigrantes contra
el racismo y la discriminación. Y además pone sobre la mesa lo más imperioso,
urgente y esencial: detener la guerra ya, ahora mismo, para que pare de morir
gente. No queremos ponernos del lado de Zelenski con armas de la OTAN, sino
imaginar y bregar por la solidaridad entre el martirizado pueblo ucraniano y la
gente común del mundo que se opone a las guerras y al belicismo de los Estados,
interpelando especialmente a las y los rusos, cuyas mejores vanguardias ya
dieron pasos decididos en ese sentido.
Es un compromiso fundamental en esta fase histórica que tenemos toda la intención de continuar, impulsando el posicionamiento y la reflexión en todas y todos porque a todos nos compete.
Publicado en Comuna Socialista 79