Rusia-Ucrania: bombas y mentiras

Por Giovanni Pacini & Piero Neri


Putin invadió Ucrania, comete crímenes de guerra y el suyo es un régimen represivo y sanguinario. Todo eso es cierto, ¿pero es toda la verdad? No, hay otra parte que es ocultada porque le resulta incómoda a las potencias democráticas occidentales que toman partido por Kiev. Decir sólo medias verdades en este caso significa contar mentiras: para justificar las bombas.

Correr el velo de los engaños puede ayudar a reaccionar contra las guerras.

Crímenes de guerra de ambas partes

 
Sin lugar a duda, son feroces los bombardeos de Putin contra la población ucraniana, las destrucciones y las masacres: pero él no es el único que está cometiendo crímenes. Por ejemplo, la ONU documentó 15 ejecuciones sumarias de soldados enemigos indefensos de parte del ejército ruso y 25 de parte del ejército ucraniano; 133 abusos y violencias sexuales de parte de integrantes de las fuerzas rusas y 24 cometidas por las tropas ucranianas (1). Según Amnistía Internacional, “las fuerzas ucranianas han lanzado ataques a centros habitados, a veces al interior de edificios civiles, en 19 ciudades y poblados a pesar de que la mayor parte de esos centros habitados estaban a kilómetros de distancia de las líneas del frente” y aunque, por lo tanto, existiesen “alternativas para no poner en peligro a la población civil”. Siempre según la ONU, miles de civiles han sido asesinados de una parte y de la otra en las regiones del Donbás desde 2014 hasta hoy (2).
 
Los malos y los malos
 
El grupo Wagner, sanguinario protagonista de la agresión rusa, es una banda de asesinos a sueldo con una ideología ultranacionalista y fascistoide: enemigos jurados de la humanidad, parte integrante del régimen de Putin, en cuyo interior chocan con la cúpula del ejército o con otros sectores del aparato estatal. ¿Y qué son los batallones ucranianos Azov, Dnipro, Aidar y otros? Fundados y dirigidos por neonazis declarados, promotores de la “misión ucraniana” de “guiar a la raza blanca contra los Untermenschen” (3) (subhumanos, término utilizado por los nazis para definir a las llamadas razas inferiores), son responsables de numerosos crímenes contra la población ucraniana rusófona, antes y después de 2014. Integrantes del ejército de Kiev (centenares de sus compinches se encuentran en todos los niveles de las instituciones ucranianas), son vergonzosamente exaltados por la prensa occidental.
Los malos están en ambas partes.
 
En Rusia hay mucha represión. También en Ucrania
 
En Ucrania, desde el 14 de mayo de 2022, once partidos fueron ilegalizados bajo la acusación de ser prorrusos, mientras muchas otras organizaciones ya habían quedado fuera de la ley desde 2015.
Ha crecido enormemente el control gubernamental sobre la televisión y la radio con una programación nacional definida desde arriba y, a fines de diciembre, salió una ley que somete la prensa a un organismo estatal “regulador”.
Desde mayo, los servicios secretos ucranianos (SBU) tienen la facultad de arrestar por treinta días al que exprese en las redes sociales opiniones filorrusas sin que juez alguno deba pronunciarse: es lo que ya pasó con centenares de personas. El periodista y opositor Anatoli Sharí –en exilio para evitar ir a la cárcel por “alta traición” luego de sus investigaciones sobre corrupción– fue arrestado en España a pedido de la SBU.
Con la ley marcial en vigor, fue aprobada en julio de 2022 una contrarreforma, por largo tiempo bloqueada por los sindicatos, que ataca los derechos de las y los trabajadores reduciendo la contratación colectiva y otorgando a los patrones libertad ilimitada para despedir.
 
OTAN, más que un paraguas
 
Las potencias occidentales aliadas a Zelenski acusan a Rusia de pretender una escalada bélica y venden la idea de que son ellas las que se están defendiendo. Desde el inicio de la invasión de Putin a Ucrania, la OTAN hipócritamente se mostró como la “víctima inocente” cuando, en realidad, había perseguido durante años la expansión hacia las fronteras de Rusia, violando los compromisos oficiales tomados con anterioridad de no “avanzar ni un centímetro” hacia el este. Ahora la farsa continúa. Si Putin, como buen belicista, amenaza con la utilización de bombas atómicas e incluso de ubicarlas en Bielorrusia, las democracias no se quedan atrás: Moscú no es la única que desea una escalada. De hecho, hasta el momento suministraron ampliamente a Ucrania armas sofisticadas por decenas de millones de dólares; por último, recién llegaron los tanques alemanes Leopard y los ingleses Challenger, cazas Mig de Eslovaquia y hasta proyectiles con uranio empobrecido, estos desde Londres. ¿Y queremos olvidar que, en Europa, fueron colocadas bajo el paraguas de la OTAN entre cien y doscientas cabezas nucleares, de las que (parece) unas cuarenta están en Italia?
 
¿Una guerra justa para una paz justa?
 
Otra mentira que se busca hacer pasar por verdad es, una vez más, la de una guerra que podrá poner orden y justicia en la región. Para Putin el objetivo es una Ucrania bajo su tutela y las potencias occidentales apuntan a tener a Kiev en su propia esfera de influencia. Más allá de las pésimas intenciones y de los sucios intereses de las dos partes, ¿cómo se puede creer que la guerra –cuando sea que termine– pueda poner algo de orden pacífico y justo en la región después de los antecedentes de otras guerras en las últimas décadas? En su momento, Rusia invadió, sin éxito, Afganistán; más cerca en el tiempo, Putin intervino en Chechenia dejando a sus espaldas un país destruido y 200 mil víctimas y después lo hizo en Siria junto a Al Assad, contribuyendo a destruir el país. La Casa Blanca y las potencias democráticas han hecho la guerra en Somalia, Irak y Afganistán –por citar solo los casos más recientes– ocasionando centenares de miles de víctimas y dejando a su paso caos y destrucción. Luego de estos dramáticos ejemplos, es muy difícil imaginar el futuro de esta región: vienen a la mente solo escenarios tan trágicos como imprevisibles.
Estas solo son algunas de las mentiras y engaños que acompañan el conflicto. No son hechos casuales ni contingentes: la guerra es un factor genético y constituyente de los Estados, que por lo tanto la hacen, la justifican y la celebran. La deshumanización, los horrores y la manipulación de parte de estos enemigos de la humanidad confirman y refuerzan la importancia de desconfiar y  resguardarse de ellos, de enfrentar las guerras y de sustraerse de las lógicas bélicas.

 
1 Cfr. Report on the Human Rights situation in Ukraine, agosto 2022-enero 2023, 24/3/2023, United Nations Human Rights, Office of the High Commissioner.
2 Idem
3 Cfr. Marc Bennets, “Ukraine’s National Militia: we’re not NeoNazis, we just want to make our country better”, The Guardian, 13/3/2018.

Publicado en Comuna Socialista 80