Ellas también emigran

Por Ignacio Ríos
 
Al día de hoy, no solo las mujeres emparejaron a los varones en lo que se refiere a la composición de género de los millones de inmigrantes y refugiados en el mundo, sino que, como surge de los datos de la CEPAL con respecto al continente americano, los están aventajando.
Las mujeres son quienes están más expuestas a los peligros del camino y al riesgo de la trata de personas y la explotación sexual. Tanto las mujeres como los niños y adolescentes también son los más indefensos frente a los Estados por el infierno burocrático que las y los espera y la desprotección frente a las instituciones. Ya en los países de destino, las mujeres son quienes más sufren la precariedad laboral y las que gozan de menores salarios. Además, ya no es algo extraño ver a niñas y niños centroamericanos llegar a la frontera de Estados Unidos, por ejemplo, sin la compañía de adultos responsables. Las situaciones que están por detrás de estas elecciones dramáticas no se limitan a la falta de oportunidades de trabajo y a la pobreza estructural, sino también a la búsqueda urgente de sustraerse de la violencia de género, la criminalidad de las bandas armadas o la destrucción del medioambiente, aun a costa de tener que separarse de los hijos.
Más allá del drama, podemos cultivar otro enfoque, una mirada moral y ética de nuestra humanidad común y diferente en camino, que por supuesto no ignore las calamidades, sino que, más bien, contribuya a enfrentarlas.
Las personas emprenden el camino en busca de una vida mejor para sí y para sus seres queridos, imaginando un mejor futuro. Frente a estas emergencias, son las mujeres las que están comenzando a protagonizar e improntar el camino hacia una vida mejor, como desde siempre lo hacen. Hoy, para muchas mujeres, cuidar la vida es emigrar. De hecho, la composición del género femenino en los flujos migratorios continentales pegó un salto durante la pandemia cuando aumentaron las exigencias de la educación, la atención en salud y la higiene, en particular en los hogares. Es decir, cuando era más necesario cuidar y cuidarse. Puede apreciarse en la casi total composición femenina, con una gran tasa de mujeres inmigrantes, de las labores domésticas remuneradas en las grandes ciudades.
¿Quiénes son las que prestan trabajos esenciales e inestimables, de cuidado de los enfermos y de los más pequeños? ¿Quiénes velan por la salud de los demás y garantizan el desarrollo de sus actividades?
Cultivar un enfoque más humano y solidario con respecto a los flujos migratorios puede contribuir a la urgente tarea de enfrentar los discursos racistas, como se puede apreciar en el actual conflicto de la frontera chileno-peruana en donde no son solo los militares de uno y otro lado quienes quieren interceptar a los inmigrantes, sino también vecinos de las localidades fronterizas, cuya humanidad brilla por su ausencia.

Publicado en Comuna Socialista 81