Por Camilo Sans
Prácticamente, todo el mundo está de acuerdo con que el uso de combustibles fósiles es cada vez menos viable por su escasez y por la contaminación que genera. Ahora, las corporaciones y los Estados “verdes” pretenden hacer frente al desastre ambiental que engendra su lógica predatoria y explotadora apostando por el litio como la gran solución para la transición energética. Así, nos quieren arrastrar en la búsqueda de un nuevo “El Dorado”, ahora en el “triángulo del litio”, ubicado en Argentina, Chile y Bolivia.
Muchos científicos denuncian que estos proyectos tienen como resultado la degradación ambiental en los lugares de extracción del mineral, ya que requiere millones de litros de agua y grandes superficies de tierra. Esto entraña consecuencias devastadoras para los ecosistemas y las actividades agropastoriles locales de las que dependen las comunidades.
Algunos intelectuales ambientalistas denuncian la “transición verde”, pero de manera parcial. Al igual que los referentes de la “Patria Grande” con los que simpatizan (Cristina Kirchner, Juan Grabois o Luis Arce, el presidente de Bolivia), proponen explotar el litio, pero que las regalías queden en las “naciones del Sur” y sean utilizadas por los Estados para financiar el desarrollo industrial y el consumo (es decir, seguir el modelo de los países desarrollados). Así, para ellos sería aceptable condenar a la ruina a las comunidades donde se explota el litio a cambio de que las empresas compartan las ganancias. No pueden ir a fondo con la crítica al extractivismo porque no tienen concepciones distintas de las burguesías norteamericana y europeas que denuncian. Por eso, tienen como referente a Bolivia, donde el gobierno del MAS está intentando concretar un acuerdo con empresas chinas y rusas para la industrialización del litio. Este negocio encuentra la oposición de los habitantes de Potosí que denuncian que se trata de un nuevo capítulo en la historia del saqueo y la destrucción del extractivismo iniciada en la época de la colonia.
La izquierda trotskista no escapa de este enfoque hijo de la lógica burguesa del progreso, lo que se pone de manifiesto en su crítica, que se limita a denunciar a los gobiernos por su complicidad con el imperialismo, así como en sus expectativas en la gestión estatal del negocio bajo un futuro gobierno obrero.
Resultan más útiles los aportes de Darío Aranda o de Maristella Svampa que denuncian la versión “nacional y popular” de la transición verde. Frente a la lógica predatoria de la burguesía, que concibe la naturaleza como un mero recurso, buscan una mejor relación con ella recurriendo a algunas cosmovisiones indígenas, apoyan las luchas de las comunidades locales y convergen con algunos proyectos agroecológicos cooperativos que no se guían por la lógica de la ganancia sino por una búsqueda de un bienestar material más sustentable en la que el respeto de la naturaleza es un punto fundamental. Esas voces disonantes plantean cuestiones interesantes y es fundamental la unión para enfrentar las avanzadas extractivistas de los Estados, como está ocurriendo en los salares de Olaroz, Atacama y Uyuni. Pero también tienen limitaciones que es necesario afrontar, como la excesiva confianza en la disputa legal, la subestimación de los problemas de muchos de los proyectos comunitarios (como el machismo o la lógica política a su interior) o la adhesión a ideologías como el “Buen Vivir”, que son tan libres de interpretación como para ser difundidas por Estados y gobiernos, como el boliviano y el ecuatoriano, que a pesar de ello no dudaron en apostar a iniciativas extractivistas en contra de las opiniones de las comunidades indígenas.
Tenemos que preguntarnos si se trata de encontrar nuevos parches tecnológicos (como propone la noción de la “transición energética”) para gestionar los desastres generados por la lógica productivista de la burguesía, de encontrar algún atajo en alguna ideología de moda o, por el contrario, de repensar la relación con la materialidad evaluando las tecnologías en función de una idea de bien común integral de acuerdo con las exigencias de vida digna y de una concepción de respeto y de cuidado de la naturaleza de la que somos parte.
Publicado en Comuna
Socialista 83