Más humanos, mejores con nuestra naturaleza

Por Mariana Ruiz
¿No les pasa que, al alejarse de la ciudad y estar en un entorno más natural, tienen muchas ganas de disfrutarlo y de maravillarse por conocer nuevos paisajes? O, por otro lado, ¿no se sienten afectados cuando nos cuentan que miles de especies se extinguieron o están en peligro de extinción, aunque nunca las hayamos visto directamente? ¿A qué se debe? ¿Acaso no es la fuerza de nuestra conciencia y de nuestra sentimentalidad la que nos hace capaces de una empatía y de un amor muy grandes por la naturaleza primera y por otras especies? Esta fuerza humana podemos aprender a orientarla profundizando nuestro conocimiento sobre la naturaleza, venciendo la ignorancia que tenemos, sin necesidad de ser especialistas en el tema.
Pensemos en el aire que respiramos, en el agua que tomamos, en la tierra que pisamos y que cultivamos, como también en la inspiración que recibimos al levantar nuestra mirada al cielo, en la belleza y en la serenidad que aportan las plantas a un ambiente o en el estímulo de interactuar con animales. Son cuestiones que influyen en cada día de nuestras vidas, pero que con el frenesí de la cotidianeidad, especialmente en las grandes urbes, nos pasan muchas veces desapercibidas. ¿No sería conveniente e incluso estimulante y benéfico reflexionar sobre estos aspectos para vivir mejor nuestra relación con la naturaleza primera? Por ejemplo, conocer y cuidar los parques y, aún más, las reservas naturales nos puede motivar a salir del encierro de las pantallas y de la virtualidad y a disfrutar de la cercanía de la naturaleza, que es un gran estímulo para nuestros sentidos y facultades, y puede ser un buen lugar para encontrarnos cara a cara con nuestros/as amigos/as.
Además, sabemos que estamos en un contexto donde la vida en la Tierra peligra por la irracionalidad de los poderosos, que hacen de cada ámbito natural un espacio a ser apropiado y controlado para convertirlo en mercancía, excluyendo a otros o como escenario para la guerra. Como escribían nuestros compañeros de La Comune (Italia) hace unas semanas, la emergencia ambiental es ante todo una emergencia humana. Cada aspecto de nuestra vida lo interpretamos con relación a los demás y a las culturas que nos influyen y de las que somos protagonistas. Para mejorar nuestras vidas, tenemos que hacerlo con otros/as y nuestro bienestar depende en primer lugar de la calidad de la convivencia humana que tengamos. Por eso, mejorar la relación con la naturaleza depende ante todo de ser mejores humanos más íntegramente.
En este sentido, contamos con ejemplos interesantes de las asambleas que se conformaron en distintos lugares para enfrentar la contaminación, que están constituidas en general por mujeres y jóvenes como en Esquel (Chubut) y en Andalgalá (Catamarca), y muy recientemente en Ciudad Universitaria (CABA). En varias de ellas, se valora la lucha que se lleva adelante, pero también la inicial ocasión de conocimiento y de unión que expresan estos ámbitos, sin caer en la delegación en las instituciones. De estos intentos podemos aprender que hay una forma diversa de vivir los lugares en donde estamos (que muy a menudo son alienantes y extraños) y que los contextos empiezan a cambiar si nos buscamos entre las personas solidarias, mirándonos a los ojos y alrededor y no a través de las pantallas, activándonos juntos. Esto no nos lo puede ofrecer ni sacar ninguna institución académica, estatal o sindical, sino que somos nosotros mismos los que nos lo podemos conquistar.

Publicado en Comuna Socialista 83