Por Mario Larroca
Solo unos días después de la entrega de la primera parte de este ensayo volverían a estar en el centro de la escena, aunque por razones bien diversas, los piqueteros de dos provincias del norte argentino. El 20 de junio, el gobernador radical de Jujuy, Gerardo Morales, desató una brutal represión contra docentes, comunidades originarias y organizaciones sociales que cortaban la Ruta 9 en rechazo a una reforma constitucional que prohibía precisamente el bloqueo de rutas y calles. Por su parte, en el Chaco hay cada vez más pistas que comprometen al dirigente social chaqueño Emerenciano Sena (mano derecha del gobernador kirchnerista Capitanich), a su hijo y a su esposa, por la desaparición y el crimen macabro de Cecilia Strzyzowski.
Estamos intentando comprender, desde el presente, las líneas de tendencia que conciernen a estas originales expresiones de la emersión humana, las comunidades piqueteras, surgidas hacia fines de los años 90 en pequeñas localidades de Neuquén y de Salta.
De cara a la nueva irrupción de dignidad y de coraje antirrepresivo en Jujuy, dejamos planteados algunos dilemas. ¿(Re)conocer a las y los piqueteros como una subjetividad comunitaria nacida al calor de exigencias locales o considerarlos un “movimiento nacional” homogeneizado artificialmente y desde arriba? ¿Batirse por el protagonismo estable de las comunidades en lucha, por el fortalecimiento de su conciencia en base al diálogo sobre valores junto con las personas voluntariosas o reproducir la lógica instrumental de los Estados para subordinarlas a la política de los partidos (cada vez más disciplinada, a su vez, por las “agendas electorales”)? La solidaridad de las y los vecinos y el rol fundamental de las mujeres, aspectos que reaparecen una y otra vez, ¿son parte de nuestros fines para una convivencia humana mejor o son un medio para sacar ventaja en la relación de fuerzas con los poderosos?
Publicado en Comuna
Socialista 83